Necesitamos
diferentes puntos de mira para hacer una valoración, de vez en cuando, de
nuestra vida o el comportamiento que los demás ven en nosotros.
En
ocasiones, no somos conscientes de los mensajes que proyectamos. No lo somos
porque estamos inmersos y ensimismados con la excelencia de nuestros actos y
sobre todo, es poco usual que hagamos análisis de ellos con frecuencia.
Aquel
momento de repaso de la conducta propia durante el día, obligado en la noche,
antes de dormir, al que al menos a mí, me tenían acostumbrada, se ha ido
olvidando y con él, las bondades de valorar lo que hacemos y sentimos en él.
Sería
bueno que de vez en cuando, alguien nos aportase un punto de mira diferente. A
veces, quien menos te conoce menos te perdona porque juzga sin la benevolencia
de las razones que justifican, de algún modo, la forma de actuar.
Uno
cree conocerse y supone que cuando toma decisiones que afectan a otros, lo hace
con el mejor criterio. Y puede que sea así. Sin embargo, ayuda mucho que otra persona te diga, honestamente
y sin otro objetivo que expresar lo que ve, que impresión damos de uno mismo y
qué podría mejorarse en nosotros.
Yo
lo he hecho hoy en clase y el resultado ha sido excelente porque cuento con
personas muy variadas, unas que me conocen muy bien y otras que apenas me
llevan tratando unos meses. Todas ellas, con la mejor de las voluntades, han
perfilado una serie de puntos débiles en mi carácter o en mi forma de proceder
que he confrontado con mis propias impresiones y me ayudan a dirigir el cambio
para mejorar.
Es
difícil hacer este ejercicio con gente extraña porque la intencionalidad de las
personas que valoran frente a uno, también puede variar las respuestas y
llevarnos a equívocos.
Lo
cierto es que todos nos conocemos bien por dentro o…casi, y es difícil
llevarnos sorpresas con lo que oímos. Lo que sí puedo asegurar es que después
de desechar aquellas valoraciones que se desvían en exceso de la realidad, la
mayoría aciertan con plena diana en su punto de mira.
Puede
que lo echemos en saco roto. Yo no lo he hecho y cuando se inicie el rito de
tránsito hacia el nuevo año y haga mi lista de peticiones y cambios para él,
tendré en cuenta a mis alumnas y agradeceré una y mil veces estas perspectivas
diferentes de mi ego, siempre dispuesto a estar encantado de conocerse.
Este
ejercicio que he puesto en clase, hoy, se puede extrapolar a la gente cercana y,
tal vez, podamos sorprender a amigos,
parejas o familiares con la pregunta:…¿”Qué crees que yo podría mejorar en mi”?.
Es
todo un reto, no solo para quién contesta, sino para el que tiene el valor de
escucharlo y reconocer lo que sea razonable y sensato con la sola intención de
reinventarse siempre de la mejor forma.
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