Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 7 de septiembre de 2012

INVADIDOS DE EGOÍSMO

Hablamos mucho del ego pero no siempre somos conscientes de lo que queremos decir cuando aludimos a él. Nuestro ser consciente, ese que nos impele a actuar como lo hacemos cada uno y el que siempre se sitúa en el centro del mundo, en vez de estar a nuestro lado, se retira para empujarnos por detrás, en muchas ocasiones.
Caemos en la trampa del altruismo. Es fácil hablar y convencernos a nosotros mismos de lo flexibles, comprensivos y empáticos que somos con los demás. Ignorar nuestra absoluta incapacidad para meternos en el dolor del otro y rescatarlo, nos lleva a perder el ángulo de la visión correcta. Creemos que entendemos todo y nos emborrachamos de palabras grandilocuentes con las que tapamos nuestras garras cuando alguien a nuestro lado sufre.
Mientras el dolor lo veamos en los demás, estamos tranquilos. Podemos sentir lástima, pena o incluso tratar de dar unas  palmaditas en la espalda mientras queremos hacer ver que estamos unidos a ese mal momento, pero en realidad estamos bastante lejos de entrar de verdad en lo que le sucede al otro y ofrecernos para ver qué podemos hacer por él.
La práctica Hawaiana del Hópponopono mantiene algo que a mí siempre me ronda la cabeza. …”Si te ves envuelto en una situación de dolor de otra persona o si la conoces, tan siquiera, es porque de alguna forma has intervenido en su creación o lo han hecho tus antepasados. Como igualmente, de alguna manera puedes sanar ese dolor con tu intención…”
 Siempre lo pienso cuando estoy al lado de alguien que sufre o llega hasta mí su dolor.
Por si acaso es efectiva esa disposición interna para colaborar en su disolución, pongo en marcha una limpieza de mi propio ego y me diluyo en el otro, pidiendo perdón en silencio y diciendo lo siento, dando las gracias por poder hacerlo y enviando todo mi afecto para que el dolor se libere del alma del otro.
Ojalá pudiésemos hacerlo todos porque alguna vez me tocaría ser ayudada de esta forma y entonces se haría efectiva esa interrelación invisible de las almas donde todas somos UNA.

NO SOY PERFECTA

Hay momentos, períodos, etapas en las que parece no suceder nada importante. La vida sigue rodando sobre sí misma y nos enreda en la velocidad que alcanza a pesar de nosotros mismos. Pero en otros ciclos nada queda quieto, nada discurre igual, todo son cambios y sobresaltos.  Y mientras en los instantes tranquilos no logramos avanzar, en aquellos que revolotean juguetones e inquietos sobre nuestra conciencia superamos con creces lo que hasta entonces conocemos de nosotros mismos.
Yo estoy en un momento de esos que te sacuden aunque no quieras; que te sacan de la tranquilidad de tu comodidad y te revuelcan por el suelo, de los que voltean tu seguridad y te devuelven otra imagen al mirarte al espejo.
Me han educado para luchar por la perfección, por alcanzar lo mejor de uno mismo en el mejor ambiente que se pueda conseguir, para discurrir por el camino recto y apretar el tubo de pasta de dientes siempre por el final. Me han enseñando que lo mejor es lo correcto y que el respeto a la norma tiene el poder de hacerte sentir bien. Sin embargo hoy me he dado cuenta de que por mucho que lo intente no soy perfecta y me alegro de ello.
 Me ha costado mucho intentar ser siempre mejor que el primero y hoy…quiero estar entre el montón, mezclarme con la simplicidad y bucear en los fondos de lo incorrecto.
Ser perfecto aísla siempre porque no nos permite comprender las caídas de los demás. Nos convierte en jueces muy duros con los errores de otros porque nos creemos incapaces de caer en ellos.
Hoy he entendido el dolor que una persona me manifestó cuando no fueron capaces de perdonarlo por una vida de errores acumulados. Hoy es esa persona la que no es capaz, sin embargo, de perdonar uno sólo. Me doy cuenta de que se equivoca de nuevo. Creía que había aprendido algo y no fue así. Porque las lecciones no se aprenden cuando sufrimos lo que otros nos hacen, sino cuando tenemos la generosidad de no hacer lo que nos hicieron por haber entendido que la Ley del Talión nunca ha resuelto nada.
No sé por qué he llegado a este punto pero me ha gustado darme cuenta de que yo, que me creía incapaz, puedo caer y que el otro que se sentía tan magnánimo, no es capaz de llevar a cabo su aprendizaje.
En cualquier modo, seguro que todos terminamos siendo distintos y bendiciendo la imperfección como puerta a la sabiduría.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

FELICIDAD A LA CARTA

Pensamos que la felicidad siempre está enfrente. Que los demás siempre son más dichosos y que cuando la desgracia llama a nuestra puerta nos elige solo a nosotros.
Todo está dentro de nosotros. En nuestra mente y en nuestro corazón. Todo lo que existe vive en el interior y ahí está también la posibilidad de elaborar, construir y levantar la felicidad día a día, paso a paso, minuto a minuto.
Tenemos un concepto desmedido de esta palabra. Hay vocablos inmensos que, al menos a mí, me ponen frente al abismo que se abre frente a ellos. Palabras como SIEMPRE, JAMAS, NUNCA...sacuden mi interior por la dimensión tan definitiva que las acompaña.
Habría que tratar de evitar usar estos imponderables porque nunca podemos estar absolutamente seguros de lo que haremos en una situación determinada y cómo, sin esperarlo, podemos reaccionar como creímos que no haríamos.
Ser feliz es estar dentro de lo simple de la vida. Abrazar lo pequeño, aquello que se escapa por las rendijas cuando no sabemos ver, tomar a sorbitos el néctar de los instantes que no se repetirán y de los que podemos ser conscientes cuando estamos viviéndolos.
La felicidad se construye pieza a pieza. No es algo que se nos de hecho, ni tampoco que no podamos modelar. Es como un juego de rol en el que hay que encontrar las claves para seguir avanzando al siguiente paso. Nadie sabe explicarla, nadie tiene el mapa que puede orientarnos acerca del camino a seguir para encontrarla, nadie puede experimentarla fuera de la apreciación intimísima en que se vive. Por eso todos nos empeñamos en matizar su color sin éxito porque para cada uno se compone de una sintonía diferente, de unas tonalidades distintas y de un aroma particular.
Uno no sabe dónde se encuentra pero seguro que es capaz de reconocerla al instante porque en definitiva, ser feliz no es otra cosa que el estado natural que nos constituye al venir a formar parte de esta experiencia terrenal…lo que pasa es que tenemos muy mala memoria y hemos olvidado que no hay que buscarla en ninguna parte, que la conocemos muy bien y que a lo sumo, para refrescar la memoria basta solamente volver la vista a la niñez y mucho más atrás, cuando aún estábamos pegaditos al cordón umbilical de nuestra madre.
Cerrar los ojos y recordar esa sensación de comunión con ella flotando sobre su sima sideral es la mejor experiencia que podemos tener.
Se me ocurre que cada vez que estemos mal, cada vez que nos lleguen tristezas echemos mano de esta imagen ecográfica y dejémonos ir en la sensación placentera de seguir ahí.

martes, 4 de septiembre de 2012

EL AMOR SIEMPRE ES TUYO

He llegado a una conclusión. El amor siempre es de uno. Puede que no te quieran, puede que no puedas querer, puede que nunca hayan sabido quererte, puede incluso que te hayan querido mucho pero te hayan querido mal o que tú mismo hayas amado hasta un infinito que solo ha sido tuyo.
En todos y cada uno de los casos hemos podido equivocarnos. Hemos podido creer que lo hacíamos bien y sin embargo no lograr que el amor penetrase hasta el fondo del corazón del otro.
Nos hemos podido empeñar en demostrar y en ceder afecto, nos hemos podido embargar por recibirlo y aún en los casos en los que hemos creído darlo todo por amor, terminar sin la dulzura del bien propio cuando es compartido con lo que se ama.
La conclusión, pues, es clara. Siempre y por encima de todo, el AMOR es nuestro. Nadie nos puede impedir amar aunque no seamos correspondidos. Nadie nos puede poner barreras en el corazón ni grilletes en el pensamiento. Nadie puede, ni siquiera con su indiferencia y sus desprecios, evitar que le sigamos amando. Ni tampoco las críticas ajenas o lo absurdamente tontos que nos podamos sentir logran que si se ama se ame de todas las formas.
Cuando el amor es tan intenso que duele, no importa ni siquiera que te correspondan. No es necesaria la correlatividad. Llega un momento que incluso parece que si solamente depende de nosotros es como únicamente está seguro y a buen recaudo. Porque cuando lo depositamos en el corazón del otro puede suceder cualquier cosa que la otra persona determine. Queda fuera de nuestra influencia, se derrama y se pierde.
Si nuestro D. Quijote amaba hasta la desesperación, con un amor sin igual a su Dulcinea del Toboso, era precisamente porque ese amor tenía una sola dirección. No había contrapartida y por tanto tampoco la posibilidad de que fuese desvirtuado. Era un amor para siempre.  Un amor que resistiría el embite del tiempo y las limitaciones del espacio, porque solamente reposaba en el corazón del caballero.
Qué duda cabe que la gloria se halla en la reciprocidad de los amantes. Pero en último término, cuando el amor parece decir adiós, nunca lo hace porque se queda junto a nosotros para gritar al mundo que siempre es nuestro a pesar de todo lo demás.

lunes, 3 de septiembre de 2012

ENCRUCIJADA

En ocasiones la vida nos pone en un cruce de caminos. Entre varias vías igualmente trazadas o desigualmente equidistantes. A veces, uno tiene que decidir y no es fácil. Tomar decisiones siempre implica renunciar a algo y ese algo puede amarse tanto como lo que queda por elegir.
Cuando todo parece remontar los tropiezos de la existencia, las bondades y los demonios acuden al alma para librar su propia batalla. Mientras lo blanco de nuestra vida tiende a expandirse y teñir de claro el pavimento del espíritu, lo negro gana terreno con su ponzoñosa manera de invadirlo todo. Porque sin saber por qué, aquello que transgrede las leyes de lo correcto, lo que se salta los convencionalismos, lo que provoca y remueve lo establecido como perfecto, eso es lo que nos arrastra hasta su torbellino inífugo.
Lo peor de todo, cuando uno debe tomar una decisión, es tener que repartir el amor. No hay una solución perfecta que a todos nos haga felices. Haya claros y sombras, luces y crepúsculos que ceden sus quitas al manto invisible del que debe decidir. Todo tiene un precio.
Elegir un camino nunca nos dará la oportunidad de saber cómo nos iría en el otro. Nunca nos permitirá vivir la felicidad que traía pegado ni el dolor que arrancaría desde su kilómetro cero. Tomar el otro supone igualmente empezar a perder lo que dejamos de elegir y a ganar lo que tenemos seguro.
Es útil hacer listados de aspectos positivos y negativos. Posiblemente nos ayude a aclarar las ideas globales que como una nebulosa deambulan por la mente sin definir el perfil de cada opción. Tal vez, al repasar la columna de lo que valoramos como bueno observemos que faltan algunos valores fundamentales sin los que no podemos pasar, o contrastemos con la otra opción de forma suficiente para decidir qué pesa más. Igual nos sucede con la columna de lo que se nos presenta adverso.
Pero la balanza final debe establecerse con un solo criterio y es SABER LO QUE UNO NO QUIERE. A partir de ahí todo se torna claro y diáfano hasta convertirse en transparente. Porque si de algo debemos estar seguros a nuestra edad es precisamente de lo que nunca querríamos para nosotros ni los que amamos.
Tomar decisiones es cuestión de sentarnos frente a nosotros mismos y hablarnos con la sinceridad de quien mejor nos conoce. Solamente enunciemos en voz baja lo que NO QUEREMOS a partir de ahí, la solución llega de inmediato.

domingo, 2 de septiembre de 2012

SECRETOS COMPARTIDOS

Los secretos, si son nuestros, llevan siempre parte del corazón implicado en ellos. Lo son porque no queremos que el objeto de silencio sea vejado por nada ni por nadie y porque de salir a la luz veríamos colonizada arte de nuestra alma por conquistadores a los que no damos la bienvenida.
Si hay algo que los demás no deben saber, deberíamos dejarlo en nuestro interior. Al abrigo de la confianza propia, en el refugio que proporciona aquello que constituye la masa misma de lo oculto.
Compartir secretos libera. Pero también encadena. Aquello que ponemos en manos de otra persona lo dejamos libre porque lo cedemos a su entera disposición y aunque ella misma se empeñe en olvidarlo, en muchas ocasiones no será así.
Lo que debe quedar oculto tiene una imperiosa fuerza centrífuga que todo lo absorbe. Por eso cobra entidad propia y termina dominando la voluntad del depositario. Inicia una quemazón leve que se ve alentada por el aire libre que riega el tránsito de las relaciones, y termina enredándose en un fuego de dimensiones indeterminadas que pasa de unos a otros en versiones distintas.
Los secretos compartidos dejan de serlo. En realidad, uno no puede dejar un bien tan preciado en manos de otro porque le obligamos a una responsabilidad que suponemos que acepta por el mero hecho de ser nuestro amigo o pariente. Le exigimos que en nombre de los lazos que nos unen nos concedan fidelidad y sobre todo lealtad incondicional. Que se comprometan a sufrir nuestro dolor o nuestra alegría y que tengan el silencio por pago de lo que sienten por nosotros. Pero cuando lo compartimos estamos alterando el derecho que le asiste a la otra persona de usar su libertad más allá de cualquier promesa.
Hemos de ser cautos y si lo que nos quema es un secreto verdadero pongámoslo en diálogo con el corazón; guardémoslo en su caja transparente y dejemos que la fuerza centrípeta de su centro lo eleve lejos, tanto que nos libere de la carga que representa sin dejar por ello de formar parte de nosotros mismos y nuestra más sagrada intimidad.
¡Feliz comienzo de semana!

UN RATITO DE SILENCIO

Mis queridos lectores hoy no he sentido mi corazón literario…hoy quiero sólo recibir. Por eso, sin olvidarme de todos vosotros he mantenido silencio…un silencio pleno de sonidos jubilosos que quiero inventar para empezar de nuevo. De nada valen las palabras que se lanzan al viento y no son recogidas por la persona a la que van dirigidas…de nada gritar al eco para que deje de enviarnos lo mismo, de nada dirigirnos al viento para que no sople sobre el alma dolorida. Por eso, es mejor dejar pasar este instante…así, en el silencio sonoro de las voces calladas, en el recuerdo intenso de lo que duerme quieto, en ese pasar transitando de un lado al otro de la orilla que espera siempre dichosa nuestra llegada…de nuevo.
Así quieta y serena, espero.