Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 6 de marzo de 2013

CÓMO SE ABRIÓ EL CAMINO



(Autor: Paulo Coelho. Publicado en "El Semanal", nº 729.)
Esta historia nos enseña mucho respecto a aquello que escogemos siguiendo el camino trazado por los demás:

      "Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, lider de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.

Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto, sin preguntarse nunca si aquélla es la mejor elección.

             Solemos seguir el trazado que tenemos delante, los caminos que han abierto otros o las sendas que han sido transitadas con anterioridad porque nos parece que si otros han pasado por ellas es que realmente sirven de paso. Lo que no entendemos es que tal vez, ese paso no es el nuestro.
Nos anclamos en la comodidad. Seguimos el rumbo que describen otros. Tomamos prestadas las herramientas del vecino para arreglar nuestra casa; sin embargo, son las herramientas propias las que servirán para las averías que nos pertenecen.
No todas las tuercas valen, ni todos los tornillos encajan en ellas. Hay que buscar el propio paso de cada uno y arriesgar el precio que la vida nos pida. Si es que queremos encontrar la felicidad que nos pertenece. Si por el contrario, solamente estamos dispuestos a seguir pagando la tasa común, no podremos, más tarde, quejarnos de la vía que hemos seguido porque no será, ni más ni menos, más que una medida que no es la nuestra.

LAS OPORTUNIDADES DE LA VIDA



Ayer me comentaba una amiga las complicadas situaciones que puede traerte la vida y sobre todo el dolor que puede llegar a sufrirse en el seno de la familia, precisamente donde deberíamos sentirnos queridos y seguros.
Seguíamos conversando sobre el deber y el querer en las relaciones íntimas y cómo durante mucho tiempo, uno puede sentirse menospreciado, abandonado y sin apoyos reales de la gente que quiere.
Es cierto que cuando nos encontramos atascados en un punto negro es como si la propia vida nos pusiese a prueba y tratase de evaluar nuestra capacidad para resistir la adversidad, nuestra reacción con la injusticia y la medida de nuestra paciencia para seguir confiando en las oportunidades que llegarán.
Sigo pensando que la existencia es un boomerang que siempre vuelve a devolvernos la parte de felicidad o de sufrimiento que es nuestra y que nos falta por sentir. Por eso, en el momento en el que lo estamos pasando mal, algo debe pararse en nuestro interior para que podamos escuchar la voz que nos recuerda que empleemos esa dosis de  seguridad en lo que la vida nos deja a deber.
He tenido muchas oportunidades, en la mía propia, de comprobar que en muchas ocasiones me he quedado a las puertas de la felicidad con esa cara de sorpresa amarga preguntándome por qué a mí, en ese momento, me dejan fuera. Sin embargo, más tarde, me ha compensado sobradamente, en la misma dirección o en otra aún mejor. Por eso, estoy convencida de que cuando nos encontramos dentro del torbellino lo mejor es esperar tiempos mejores con la serenidad que podamos.
Las lecciones llegan. Para cada cual, las suyas. No se trata, como en el colegio, de ver quién repite más fielmente lo que nos muestran. Consiste en elegir, desde nuestra libertad, si realmente queremos aprender y aplicarlo para mejorar o si hacemos caso omiso a las señales que muestra nuestra particular carretera evolutiva.
Ningún comportamiento queda sin respuesta. Por tanto, solamente debemos actuar de acuerdo al corazón, a su ritmo y a sus latidos pero sobre todo a sus intuiciones porque ese es el mejor camino para comprender, el mejor para perdonar y el más apto para amar.

lunes, 4 de marzo de 2013

LOS LÍMITES DEL MIEDO



Una de las peores sensaciones que podemos sentir es la que se deriva del miedo. Nos limita, atenaza y desfragmenta por dentro. Pone una telaraña tan densa en la mente que no nos deja pensar con claridad. Ni siquiera podemos desatar las cadenas con las que cierra la razón y oscurece el pensamiento. Es como si tuviésemos un punto negro dentro de la cabeza y todas nuestras miradas internas fuesen acaparadas por él.
El miedo es nuestro peor enemigo.
El más tóxico de todos los venenos, y sobre todo, el que se filtra por los poros con más ponzoña es el miedo al descontrol, a no tener claridad sobre los pasos que se han de seguir, a no valorar bien la realidad o a sobredimensionar cada suceso que nos envuelve.
Hay, sin duda, tipos de miedo diferentes. Miedos light que se pasan con un simple apretón de manos, miedos coléricos que no logran sino enloquecer al que los padece, miedos reales que se fundamentan en peligros obvios y miedos fantasmas que aparecen y desaparecen con la facilidad con la que, de repente, surge aquello en lo que nos sentimos inseguros.
A la zaga del odio siempre está el miedo, silencioso y acechante; incapaz de modificar su código genético a favor de suavizar el áspero tacto del resentimiento. Y cuanto más está uno convencido de la fortaleza de su rencor, más se hunde en el fango de la soledad en compañía. Porque el miedo nos hace solitarios, nos encapsula en una actitud temerosa de la que, a veces, no podemos salir de ninguna forma.
Uno de los objetivos más deseables, para mejorar cualquier tipo de relación, bien sean padres, hijos, parejas, amistades…, sería poner límites a los miedos y hacerles un hueco bien definido al lado de cada cual para que, teniéndoles en cuenta, no traspasasen la confianza necesaria en los otros.
Hay que aprender, de la forma que sea, a controlar los miedos. Un camino puede ser pensando que por el hecho de sentirlos no podemos actuar sobre lo que nos asusta de ningún modo. Y que por ello mismo, no sirven nada más que para anularnos e invalidar la razón. Porque sobre todo, hay que darnos cuenta que para el miedo no hay pastillas, ni médicos que lo resuelvan y que en último término, nace y muere, muchas veces, sin haber correspondido en absoluto a lo que temimos.
La vida va por libre, con y sin nuestros miedos. Al menos, librándonos de ellos podemos tener la mente y el corazón más despejados para enfrentarnos de verdad a lo que nos tenga reservado.  

domingo, 3 de marzo de 2013

PUNTO DE ANCLAJE



Todos tenemos nuestro punto de anclaje. Ese espacio de intenciones donde seríamos capaz de morir por algo, de sentir lo máximo para eliminar lo peor y de cedernos a favor de lo que espera de nosotros lo mejor nuestro.
Un punto de encuentro entre lo que somos y lo que aspiramos ser, entre lo que ideamos que lograríamos y lo que verdaderamente poseemos, entre los sueños y la eternidad completa para conseguirlos.
Hay un punto de inflexión, sin duda, dentro del alma. Aquel en el que no podemos escondernos de nada, ante el que somos únicos responsables de la culpa propia y ajena, en el cual ponernos a disposición del universo para remediar lo produce nuestra pena.
Un lugar inmenso sin tiempo, ni espacio, sin paredes y sin barreras. Un delicioso chispazo de esperanza al que siempre podremos regresar.
No hay momento inadecuado para volver al punto de anclaje. Podemos empezar ya mismo desde el lugar y la condición en la que estemos. Porque se trata de un reset capaz de situarnos de nuevo en el punto de partida.
Todos podemos volver a empezar. Siempre mejor posicionados que la vez anterior, siempre capaces de ir un paso más allá con los aprendizajes que llevamos en la mochila. Urgidos por el deseo de avanzar hacia el centro de nosotros mismos e impelidos por la necesidad de encontrarnos allí. Serenos y en equilibrio. Con los brazos abiertos para abrazarnos celebrando la llegada.
         Poco a poco, uno conoce el camino y se da cuenta que todo es cuestión de AMOR. De estar cerca o lejos de él. Y que solamente una cuestión de coherencia nos puede instalar en su centro. Es necesario pensar, sentir y actuar de un único modo. De lo contrario, seremos devorados por nuestras propias mentiras, engañándonos solamente a nosotros y tomando un veneno que siempre tenemos preparado para el enemigo.
El punto de encuentro con nosotros mismos está, sin duda, en el medio de la nada y en el centro de la intención. Sin ataduras al ego, sin rendimientos de culto a ideologías, religiones o filosofías. Sin pautas directrices externas, sin condiciones ni anatemas.
Debemos encontrarlo si queremos de verdad que nuestra vida sea lo suficientemente libre como para que haya merecido la pena vivirla.

DOMINGOS LITERARIOS

SIEMPRE, LA OTRA



Quiero ser siempre la otra para que no haya otra,

Que sueñes conmigo aunque no duermas a mi lado,

Que beses mis labios cuando besas el pecado,

Que camines de mi mano cuando sea otra, la mano 

Que cenes junto a mí cuando tu boca sea agrado,

Que inventes horas, minutos y años

Que regalarme furtivos, entre la oficina y tu horario

Que me coloques en tu lista, detrás de tu armario

Dentro de tu alma y en ninguna parte

Para que no se vea ni una señal, ni un rastro 

Para que sin mí mueras mientras estas viviendo

Para que te pierdas en mi recuerdo de caramelo.

Para que el engaño sea un solo un cuento 

de príncipe verdadero que me despierte con un beso

Aquí y ahora, que por ti muero.