Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 9 de julio de 2016

LA FUERZA DE GRAVEDAD EN EL CORAZÓN



Uno a veces quisiera darlo todo por otra persona. Quisiera coger una estrella, encender el sol, mimar la luna, gozar la noche y disfrutar el día.

Uno quisiera manejar la brisa fresca del mar para envolverla con un lazo y suavizar el calor de otra mirada ansiosa.
Uno quisiera regalar sonrisas y brillos de nácar para alegrar el paso de quien nos sorprende con su presencia.

Y uno…llega a hacerlo. Lo vive, lo goza, se regocija y quiere hacer feliz. Pero la curva siempre lleva la misma trayectoria.
De querer coger una estrella pasamos a ver si no la pisamos, y de encender el sol pasamos a apagar la luna.

Si se asciende muy rápido se cae antes y con peor golpe.

La adrenalina es la pasión del ser humano, por eso “hacer locuras” nos gusta tanto. Locuras pequeñas que son la sal de la vida y locuras grandes que son la gloria inoculada en macro dosis. Pero los ciclos marcan un  principio que se toca con el fin.

Todo lo que asciende cae sin remedio. Una ley de la gravedad que cuando afecta al corazón nos sentimos hundidos en las profundidades de la sima más angosta.

La buena noticia es que el ciclo se renueva, y otra vez querremos alcanzar una estrella con más ímpetu si cabe, porque cada una que se coge es una menos disponible la siguiente vez. 

¿Has cogido la una alguna vez? ¿Para ti?¿Para regalar? ¿Para volver a iluminar?.
Hay muchas…inténtalo otra vez.


jueves, 7 de julio de 2016

QUIERO SABER DE TI



Quiero saber de ti… 

De tus alegrías y de tus anhelos,

De cómo pasa tu día 

Y cómo tu vuelo

Quiero saber de ti…

Todo lo que pasa en tu duelo

Aquello que te hace cosquillas

Y lo que  te quita el sueño.

Quiero saberlo todo 

Porque así creo que te veo

Aquí cerca como cuando eras pequeño

Aquí y no más allá del frío, lejos.

Quiero saber de ti, lo malo y lo bueno

Lo que me va a gustar y lo que menos.

Por querer quisiera que fueses pequeño

Y entre mis brazos pudiera

Ser la mecedora de tus sueños.

Quiero saber de ti,

Cuando estas enfadado y cuando risueño,

Quiero saberlo todo y nunca perderlo.

(Añorándote)

miércoles, 6 de julio de 2016

TÚ, EL VERDUGO



Tenemos la mala costumbre, el mal hábito de estar haciendo permanentes revisiones internas ante todo. Cada cosa que nos sucede, lo que oímos, lo que vemos…todo cae inexorablemente en un sistema rodado en el cual, vamos comparando lo que captamos con los valores y creencias que persisten como fondo de armario en nuestra mente.


Lo malo es cuando estas creencias son limitantes, entonces seremos verdugos permanentes de otros o de nosotros mismos.
Esto está mal, esto no me gusta, esto no es lo aprendí, como esto no lo quiero, esto es lo único que nunca quise, esto no es para mí, ¿por qué hice esto?...

Un sinfín de preguntas que nos cuestionan, una y otra vez, la posición que ocupamos, la que nos dan los otros o la que dejamos que ocupen.

Me ha gustado mucho lo que Walter Riso dice, en su Guía Práctica “Para mejorar la autoestima”:

…”El mal hábito de estar haciendo permanentes revisiones interiores, duras y crudas, incrementa la insatisfacción con uno mismo y los sentimientos de inseguridad. Nadie aprende con métodos basados en la punición o el castigo.

El castigo sistemático, en cualquiera de sus formas, lo único que te enseñará es a huir de los depredadores y castigadores de turno; huir y nada más. No resolverás el problema de fondo, no lo enfrentarás. Pero cuando hablamos de auto castigo, el problema es que el verdugo seas tú mismo y, entonces, lo llevarás a cuestas como una desventura: defenderte será como escapar de tu propia sombra.

Infinidad de gente posee un sistema de autoevaluación que los hacen sufrir día y noche, momento a momento e, inexplicablemente, se sienten orgullosos del martirio que se propician a sí mismos.”


Nadie quiere sufrir y menos si el sufrimiento viene de uno mismo, pero en ocasiones estamos estancados en un farragoso barro que removemos continuamente y en el que resbalamos sin fin.

Necesitamos herramientas que nos den la mano y nos indiquen la salida. El trabajo interior, enamorarse de uno mismo, tener lo innegociable claro y atrevernos a ser como somos nos dará  la oportunidad de sentirnos en paz; al menos con uno mismo, que no es poco.

lunes, 4 de julio de 2016

RECHAZAMOS EL DOLOR Y MÁS CAEMOS EN ÉL



Acabo de leer un artículo, del cual os dejo parte, que me ha hecho pensar mucho. Efectivamente nos pasamos la vida rechazando el dolor, es eso lo que realmente tememos: sufrir. Sin embargo, en muchas ocasiones tratando de evitarle caemos aún más en él.


Nos alejamos de lo que creemos que nos va a dañar pero aceptamos rápidamente lo que se nos presenta dulce, suave y cercano. La trampa está en que bajo esa apariencia puede haber también mucho sufrimiento que nos está esperando.

Todo está en nuestra mente. El dolor y el goce. En lo que queremos creer. Si es más fuerte el temor a lo que puede ser que el dolor que es, nos inmovilizaremos en el mismo punto y no habrá solución.

Si cambiamos las creencias cambiamos el mundo que éstas crean y lo que antes era miedo se convertirá en confianza porque los fantasmas nacen en el cerebro, se alimentan de lo mucho que creemos en ellos y solo terminan si algo más fuerte les sustituye.
Veamos…

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(…) Muchas veces hacemos cosas que no quisiéramos hacer y luego nos arrepentimos o no comprendemos la razón de nuestras acciones. Por ejemplo: mantenernos en un trabajo que nos hace infeliz o en una relación que no funciona.

A veces no emprendemos acciones por temor al fracaso, por temor al rechazo, por temor a la soledad, por temor a esto y a aquello. En fin, una gran cantidad de vagos temores que ni siquiera somos conscientes y no nos tomamos el tiempo ni la dedicación de observarlos a ver si son racionales o no.

Tomamos decisiones automáticas como si fuésemos robots mecánicos y ni siquiera estamos lo suficientemente despiertos como para saber qué es lo que nos motiva. Ya nuestras decisiones son tan inconscientes que forman parte de nuestra programación mental. (…)
Todo lo que hacemos, absolutamente todo, se reduce a estas dos poderosas razones, estas son nuestras motivaciones básicas:

NOS MOVERNOS EN LA DIRECCIÓN QUE CREEMOS QUE ES LA MÁS BENEFICIOSA PARA NOSOTROS O NOS ALEJARNOS DE LO QUE CREEMOS QUE ES LO MÁS DOLOROSO.

Eso es lo único que nos mueve. Y lo hacemos todo el tiempo automáticamente sin ni siquiera pensar, sin darnos cuenta. Todo el tiempo vamos en la dirección de lo que creemos que es lo mejor para nosotros, o en la dirección contraria, huyendo de lo que creemos que es lo peor y nos hace daño-. Buscamos el placer y el bienestar y huimos del dolor y el sufrimiento. No existe nada más que nos motive.


Lo que nos hace decidir si algo es beneficioso o es negativo para nosotros son nuestras creencias; y las creencias se comportan de una manera muy peculiar. Ellas nos hacen creer que no hay otra mejor opción. Que eso que creemos es lo único posible, no existen mejores posibilidades. Las creencias se comportan de esta manera de modo que tú serías incapaz de dudar de ellas, cuidando así su permanencia y su supervivencia. Por eso rara vez las miramos para validar su información. (…)

Si nos mantenemos en una situación de dolor y no la cambiamos, es porque tenemos una creencia de que cualquier otra elección, cualquier otra alternativa sería peor y más dolorosa. En otras palabras, este es el mal menor.

Muchas veces son creencias absurdas pero como no estamos conscientes de ellas, simplemente seguimos allí estancados y le tememos al cambio, evitando mirar dentro de nosotros. Es así como las creencias ejercen su poder de auto perpetuarse. No quieren que descubras su inutilidad porque si lo haces, ellas morirían.

Si estamos en una relación de pareja que nos trae sufrimiento y no tomamos la decisión de abandonarla, es porque hay una creencia más poderosa, probablemente inconsciente, que nos hace creer que si estuviésemos solos sería mucho peor. En cambio si la creencia que tenemos acerca de abandonar la relación es menos penosa que mantenernos en ella, entonces la motivación sería abandonar dicha relación.

No hay excepción, tú siempre escogerás lo que creas que es más placentero y huirás de aquello que creas que es más doloroso. (…)



Jocelyne Ramniceanu



domingo, 3 de julio de 2016

VIAJE A ÍTACA (Relato del Domingo)



DOMINGO ANTERIOR 

La puerta de la calle se abrió. Ambos se quedaron inmóviles. ¿Quién podrá tener llave de aquel piso?.

Mientras tanto la vieja bibliotecaria parecía moverse en aquel charco de sangre.

.-Hay que llamar a una ambulancia. ¡No está muerta!.-dijo la mujer morena mientras se agachaba para comprobar si su corazón latía.

Owen se abalanzó sobre ella para rodear su cuello con en el cinturón de su bata. La reacción de su cuerpo hizo que soltase de golpe la cajita de cristal que llevaba en su mano.

El escorpión libre de su celda comenzó a caminar lentamente hacia su presa… 


Relato del Domingo (03-07-2016) 

Ajeno a ello, Owen siguió apretando aquel cinturón que de repente se había convertido en la cuerda más sanguinaria.
Alguien avanzaba hacia la biblioteca. La puerta se abrió de golpe.

.-¡Owen! No lo hagas. Estaremos perdidos para siempre.- Enmarcada en el dintel de la puerta estaba Swa. Pálida, demacrada y apenas sin fuerza en su voz. Detrás de ella, otra figura masculina le seguía de cerca.

Owen impresionado y lleno de sorpresa soltó a la mujer morena que hacía enormes esfuerzos en el suelo por poder respirar. Rápidamente se acercó a Swa para abrazarla.

.-¡No estás muerta!. ¿Qué es todo esto?¿Qué ha sucedido?.- Lejos, en la puerta principal, una voz masculina le contestó.

.-Owen, vámonos de aquí. Este es el escenario de un crimen. Stella está muerta.- Era la voz de Steven. ¿Qué hacía con Swa?.
No había tiempo de pensar. Tomó la mano de su amada y bajaron despavoridos en busca del coche de su amigo.

Owen absolutamente descontrolado no podía entender cómo habían llegado hasta allí desde la escena que el recordaba.

 Estaba seguro que Swa había muerto en aquella acto dantesco cercano a las naves donde la habían violado. ¿Cómo era posible que ahora estuviese con Steven?¿De qué forma habría salido de allí?¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces?.

Callado y sin dejar de pensar un solo momento, trataba de calmarse para recibir las explicaciones que, sin duda, sus amigos tenían que darle.

Steven arrancó su coche aceleradamente y sin rumbo.

.-¿Qué es todo esto?.-preguntó Owen con una voz desconfiada y molesta.- Dime Swa, ¿de qué conoces a Steven?. ¿Cuánto tiempo hace que estoy inconsciente?.-

La pareja se miró indecisa.

.-No sé si es conveniente que sepas la verdad, mi querido Owen.- respondió Swa con una voz casi imperceptible.

.-¿Qué?¿Cómo?. ¿Acaso me estás diciendo que me quede en este vacío que deja mi mente en blanco?. No puedo creer lo que escucho. ¡Dímelo Swa!, dímelo ahora mismo.

.- Han pasado muchos meses Owen. Demasiados.- Owen la miraba inquieto intentando ocultar el nerviosismo que sentía. No dijo nada. Quería que fuese ella quien siguiese hablando.

.-La policía me salvó de morir en aquella ocasión. Siempre tuve tu teléfono conmigo y Steve…- en aquel momento se dio cuenta de que el doctor siempre empleaba la –n- final del nombre y que caería rápidamente en la cuenta de la familiaridad que les unía.

.-¿Steve?, ¿así le llamas?.

.-Owen es complicado.- intervino Steven, pero podemos explicártelo.

El doctor sentía como un aflujo inmenso de sangre oprimía su pecho. Era como si quisiera estallar con el dolor que imaginaba. Dudo, por un momento, de si realmente querría saber la verdad o no podría soportarla.

.-Verás Owen.-prosiguió Swa. – Steve es el padre de Liu.- En aquel instante se hizo un demoledor silencio que lo invadió todo por completo.

.- No puede ser verdad. ¿Por qué me lo ocultaste?.- Ninguno de los dos supo responder. La cabeza del psiquiatra estallaba repleta de preguntas. Pero lo peor era aquella certeza que como una lanza afilada le traspasaba la mente.

.-Estáis juntos de nuevo, ¿verdad?...