Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 12 de diciembre de 2019

Y TÚ...¿CUÁNTO HAS VIVIDO YA?



Este cuento de J: Bucay es muy conocido. Se trata de valorar como único el tiempo de felicidad; aquel que se vive en plenitud de goce y en el que su presencia se esfuma porque todo es poco para el placer.
Me gustaría que lo leyeseis con detenimiento o que lo recordaseis con avidez  porque seguidamente, en otra entrada del blog, hablaré de lo contrario y podremos cuestionarnos lo que parece tan obvio en él.
Veamos.

Esta es la historia de un hombre al que se podría definir como un buscador.

Un buscador  es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco ese alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos.  




Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo  invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.

El buscador traspaso  el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de  un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla  decía “Llamar  Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. 

Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué  pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo  ha obligado a construir un cementerio de chicos?.

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas  y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.


lunes, 9 de diciembre de 2019

VENCER SIN COMBATIR



Esta frase pertenece a un valiosísimo librito que ha sido la inspiración de Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas otras figuras relevantes de la historia: “El arte de la guerra” de Sun Tzu.

No es un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces del conflicto y buscar una solución.

La mejor victoria es “vencer sin combatir”, nos dice Sun Tsu, y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante. (Introducción).

Si es un libro interesante es porque cuidadosamente busca el origen del conflicto y desgrana las estrategias para afrontarlo de forma provechosa para uno mismo. Es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos a pesar de estar escrito hace 2500 años a. de C.





Hay que saborear su lectura, detenerse en cada párrafo, extraer consecuencias para la vida personal y los conflictos que nos sumen en el dolor. 

Someter al enemigo sin luchar, es como vencer convenciendo, solamente que en este caso la convicción es para uno mismo, la sabiduría nace del análisis de la posición del otro y de sus puntos débiles, de ser la pieza del puzle que encaja exactamente en la necesidad del contrario.

Para vencer hay que conocerse a uno mismo en profundidad, pero también al adversario con detenimiento. 

Fortalezas y debilidades; amenazas y oportunidades; pérdidas y ganancias. Estrategias similares casi a las empleadas actualmente en el marketing, que no es sino otra batalla entre cliente y proveedor.

La disciplina, como motor de la victoria, implica la regulación de la ira, de la impulsividad y del arrebato a favor del orden, la organización, la distancia y la debida meditación sobre los pasos a seguir.

Un libro, sin duda, sin desperdicio en cada una de sus palabras.

No lo olvides:…” Vencer sin combatir”.