Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 4 de mayo de 2018

LA VIDA DE OTROS



La vida de otros siempre parece mejor que la nuestra. Creemos que nunca hemos conseguido lo que parece que tiene el vecino, ni tampoco lo que aparenta ser. 

La vida de otros nos parece siempre idílica. No vemos sus desazones, ni sus momentos de escasez, ni sus desavenencias, ni sus angustias o sus dolores.

No vemos nada o no queremos ver. Nos nubla la vista una percepción sesgada de la nuestra donde nos ladeamos a valorar en negativo muchos aspectos de los que vivimos día a día.



Lo cierto es que no conocemos nada más que lo que creemos ver. Nadie parece sufrir. La máscara que todos nos ponemos cuando estamos con el resto unifica el criterio de que los otros viven mejor que uno.

Cada persona tenemos muchas dentro de nosotros mismos.
Somos de una forma con el amigo, de otra con la pareja, de una muy diferente en el trabajo y no digamos si no cambiamos cuando tenemos que obedecer o ejercer el poder.

También nos transformamos detrás de las paredes y dejamos salir todo lo que reprimimos o modificamos en la calle.

La vida de otros no es muy diferente a la nuestra. Todo el mundo pasa por cosas semejantes. Casi todo el mundo vive alegrías, penas, relaciones intensas o molestas. 

Todos tenemos periodos  de apatía donde parece que la vida pierde color u otros de euforia donde nos parece que estamos siendo los protagonistas de una película con final feliz.

¿Has pensado alguna vez por quién te gustaría cambiarte?. 

Posiblemente, después de pensar un rato concluyeras que por nadie y ahí te demostrarías a ti mismo que te estimas más de lo que crees y que valoras tu vida más de lo que te parece.

La próxima vez que te encuentres con alguien, en la escalera, el ascensor, la oficina o el supermercado piensa en esto. Seguro que ha pasado muchas situaciones semejantes a ti; que también ha sufrido pérdidas, que ha pasado por hospitales, que arrastra dolores profundos y fantasmas innombrables. 

Cuando veas a otros, mírate a ti. No hay diferencia.

La vida está hecha para que todos pasemos por todo.

Tarde o temprano, incluso la muerte nos iguala.

miércoles, 2 de mayo de 2018

LA VIDA A TRAVÉS DE UNA VENTANA



Para mucha gente, la vida pasa a través de una ventana. Para muchas personas, para muchas más de las que imaginamos.

Hoy pensaba cómo estamos inmersos en la vida y su prisa, en la intensidad de lo que vivimos y en la rapidez con la que todo sucede.  Y me daba cuenta que esta no es la experiencia de todo el mundo, que para mucha gente la vida se ha parado y solamente puede ser espectador de ella.



Cuántas personas inválidas, enfermas, en hospitales, en lo más profundo de las depresiones, en la abulia, en la apatía, en la sin razón de la soledad no elegida, en la angustia de lo  perdido, en la añoranza de lo pasado… miran la vida a través de un cristal.

Hoy he visto a mi gata mirar durante horas a través de la ventana. Mira la “otra vida” que no conoce. Se detiene en ella. Se asombra y se embelesa con esa sensación del más allá que está tan cerca.

También vi a mi madre durante muchos años vivir de esa forma y hacer de la vida del resto las novedades de su pequeño mundo dolorido. Entonces me di cuenta cómo se comienza a valorar todo. Cada detalle diferente, cada posición distinta, cada elemento diverso que aparece en el viejo escenario.

Tuve ocasión de observar cómo, en los momentos peores, cuando sabes que ya no hay remedio para ti, valoras la vida sencilla de lo más simple. Recuerdo el último diagnostico de mi madre, sin solución. Al ir hacia el coche para volver a casa, ella se detuvo ante una florecilla simplísima de apenas cuatro hojas de color violáceo y desvaído. La rozó suavemente, sonrió y dijo, con una inusitada tranquilidad: ¡Mira qué bonita es la vida!.

Siguió viendo la vida tras el cristal; de día e incluso de noche.

Vivía a través de otros. Valoraba que era vida y que podía verla.

 Cuando ya no pudo, lo aceptó. 

Hasta entonces, la ventana le regaló la vida que le faltaba. 

No fue poco.

lunes, 30 de abril de 2018

LO SENCILLO DE LA FELICIDAD



Lo sencillo no se valora y en ello está la felicidad; esa suave felicidad de todos los días, la que llevamos puesta y solamente notamos si la perdemos.

Agradecer cada instante, lo que nos traiga y las posibilidades que nos da simplemente que todo funciones bien en nuestro cuerpo, es ya la felicidad en sí misma. Si a ello añadimos las pequeñas cosas buenas que nos suceden y las grandes, que a veces,  se nos escapan a la percepción entonces estaremos convencidos de que ya somos felices.




Comparto este breve cuento
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El mago, el Zapatero y la Sandalia

Un día de caminata de un lugar a otro, a un mago se le estropearon las sandalias, y se dirigió a un zapatero. Éste empezó a hablar con él, y toda su conversación estaba dirigida a quejarse del dinero que no tenía, de las necesidades económicas por las que estaba atravesando, de lo pobre y miserable de su vida...

El mago le escuchó atento, hasta que el hombre terminó la labor, se levantó y procedió a agradecerle y ya se retiraba, cuando el zapatero lo llamó y le dijo:

"¿Oiga es que no me piensa pagar?"

El mago le miró sonriendo y le dijo:

"Yo soy un mago y nunca traigo dinero, pero pídeme lo que quieras por tu trabajo y yo te lo daré."

El zapatero dijo:

"Dame un millón de dólares, con eso resuelvo mis problemas".

El mago contestó:

"Listo... pero, ¿tú me das tus piernas?"

El zapatero respondió:

"¡No, cómo se te ocurre, mis piernas valen mucho más que eso!... Sin ellas ¿Cómo voy al trabajo?"

"Entonces, dame tus manos."

"No," rehusó, "Con ellas trabajo y ganó el sustento para mi familia."

Pidió el mago, entonces:

"Tus ojos."

El zapatero dijo:

"No me pidas eso... con ellos veo crecer, correr y sonreír a mis hijos, que son los seres que más amo sobre la y a mi esposa que es la que me alienta para darte gracias por un día más de trabajo y por un día más a su lado."

El mago le sonrió y le dijo:

"¿Ves? Lo tienes todo y te quejas de nada;  tú reniegas de ello.
Disfruta de lo que tienes y vive agradeciéndolo sencillamente.
¡Eso ya es la felicidad!