…”Cuando algo termina, Termina…” Esta es la cuarta y última Ley de la sabiduría Indú.
Esta afirmación tajante y conclusiva, nos sitúa frente a un imponderable. Es inadmisible cuestionar esta aseveración.
Queramos o no, los tiempos se cumplen. Hay caminos que se cruzan en un punto y coinciden en él. Otros siguen paralelos por siempre y solo algunas veces, se encuentran para superponerse y borrar la dualidad que les constituía por separado.
Tenemos que admitir y sobre todo, asumir, que realmente son pocas cosas y menos personas aún, las que duran para siempre. El tiempo de cada uno no lo manejamos nosotros. Es una categoría que se escurre entre los dedos y se pierde en ellos.
No hay emociones perpetuas, ni sentimientos que se inmolen en la emoción de los primeros momentos. Todo evoluciona, incluso la involución de muchas de nuestras relaciones es evolución en sí misma porque nunca nada puede avanzar hacia atrás aunque no siga la ruta que deseamos.
Cuando es el tiempo del fin, éste inexorablemente llega y lo hace para hacerse presente a pesar de todos nuestros ruegos, tristezas, malestares y pataletas.
Si algo terminó es que debe ser así. Seguramente que la finalidad con la que se instaló en nuestra vida ha concluido y si lo ha hecho de nada vale tratar de retenerlo porque se irá de igual forma.
¿Qué es lo único que podemos hacer frente a la pérdida, a la marcha, el final de una relación, una etapa, un proceso, una vivencia…?...dejarlo ir…libre y sinceramente. Dejar que se diluya poco a poco de nuestro pensamiento e invitarle a volar lejos y agradecer su presencia en nuestra vida mientras duró. Porque seguro que por algo llegó hasta nosotros, por alguna razón anidó en el corazón y por otras muchas, seguramente, debe dejar el lugar a lo nuevo que llegue.
Si debe irse, se irá. Ha terminado el aprendizaje que hemos hecho durante su existencia. Ahora solo queda cristalizar lo aprendido en nuestra conciencia y seguir.
La presencia de lo que se fue continuará cada vez que nosotros mismos ayudemos a otros con lo que nos fue dado por lo que se marchó, y de este modo todos quedaremos vinculados por los destellos invisibles de lo que estuvo un día en nuestra vida.