Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 1 de febrero de 2014

ALCANZAR LA SERENIDAD



         A veces, llegamos a la conclusión de que lo más importante es estar en paz con uno mismo. Alcanzar la serenidad no es fácil. En realidad es un auténtico reto para la mayoría de las personas.
         Cuando estamos inmersos en la vorágine del día a día, cuando esperemos que pase el tiempo deprisa para tener tiempo libre, cuando sufrimos una y otra vez las incongruencias de vivir sentados en un coche desde el que vamos al gimnasio, para quemar las calorías de lo que no hemos andado o echamos sacarina al café después de comer la tarta, todo se ha descentralizado.
         Habría que retomar la calma. Nos devora la prisa. Nos angustia el mañana por el que no vivimos el hoy y nos aterra el paso del tiempo por nuestro cuerpo y no por nuestra mente, cuando en realidad la juventud del pensamiento es el antídoto de la edad.
         Vivimos a contra reloj y eso se nota hasta en la forma de movernos, en la de hablar y hasta en la de escuchar.
Nadie escuchamos. Lo primero que deseamos hacer es lanzar lo nuestro. Antes de nada, cuando alguien viene a contarnos algún problema, respondemos con rapidez con el nuestro. Hemos perdido la capacidad de escucha, pero también la disponibilidad para el consuelo del otro.
         Sería un logro inconmensurable poder ralentizar el tiempo interno. Pensar que nada se pierde por ir más lentos, que todo espera de igual forma, que lo que tienen que suceder sucederá y que nuestra calma será un seguro de vida para nuestra salud emocional.
         Necesariamente lo que nos gusta nos espera siempre. Los libros, la música, los paseos, las tardes de descanso, las siestas reparadoras, las caricias, los besos y los abrazos…son en realidad lo que nos serena, lo que pone a nuestro stress un punto y aparte.
         Dedicarnos a nosotros mismos, a quien amamos, a lo que nos gusta y buscar un espacio para ellos, debería ser una obligación impuesta cada día.
Tomar, en definitiva,  un sorbo de felicidad de vez en cuando para resistir la vida, para hacer de ella la magnífica experiencia que es.
 Si lo logramos, estaremos delante de la clave de la felicidad; sin dudarlo.

jueves, 30 de enero de 2014

CADA UNO CONSTRUYE SUSPROPIAS CRISIS



Un hombre vivía en la orilla de un camino y vendía perros calientes. El no tenia radio, ni televisión, ni leía los Periódicos, pero hacia y vendía buenos perros calientes.

El se preocupaba por la divulgación de su negocio y colocaba carteles de propaganda por el camino, ofrecía su producto en voz alta y el pueblo le compraba.

Las ventas fueron aumentando cada vez mas, el compraba el mejor pan y la mejor salchicha. También fue necesario comprar un carrito mas grande, para atender a la creciente clientela y el negocio prosperaba.
Su perro caliente era el mejor de la región.

Venciendo su situación económica inicial, el pudo pagar una buena educación a su hijo, quien fue creciendo y fue a estudiar Economía en la mejor Universidad del país.

Finalmente, su hijo ya graduado con honores, volvió a casa y noto que el papá continuaba con la misma vida de siempre y tuvo una seria conversación con el... ¿Papa, usted no escucha la radio? ¿Usted no ve la televisión? ¿Usted no lee los periódicos? Hay una gran crisis en el mundo!!! Y la situación de nuestro país es critica!!!
Todo esta grave y el país va a quebrar... después de escuchar las consideraciones de su hijo estudiado, el padre pensó... bien, si mi hijo Economista, lee periódicos, ve televisión, entonces solo puede tener la razón... y con miedo de la crisis, el viejo busco el pan mas barato (mas malo) y comenzó a comprar la salchicha mas barata (la peor) y para economizar dejo de hacer sus carteles de propaganda.

Abatido por la noticia de la crisis ya no ofrecía su producto en voz alta, ni atendía con entusiasmo a sus clientes.

Tomadas todas esas precauciones, las ventas comenzaron a caer y fueron cayendo y cayendo y llegaron a niveles insoportables y el negocio de perros calientes del viejo que antes generaba recursos para que el hijo estudiara Economía, finalmente quebró.

Entonces el padre, muy triste, le dijo al hijo: hijo, tenias razón, estamos en el medio de una gran crisis y le comento orgullosamente a sus amigos: bendita la hora en que envíe a mi hijo a estudiar Economía, el me aviso de la crisis...







martes, 28 de enero de 2014

LA SABIDURÍA SOLO ES UN RECUERDO



         Nunca me olvidaré de un profesor de matemáticas que nos decía, una y otra vez, que el resultado del problema ya estaba siempre implícito en él. En aquellos momentos no podía creerme que lo dijese con tanta seguridad mirando a unos números que no me hablaban.
         Aquella frase tenía su sentido. Lo primero sobre lo que nos quería alertar era acerca de la capacidad, prácticamente nula, de leer correctamente el enunciado. Nos ponía en aviso de lo importante que es fijarse en las señales, en los datos y en las informaciones que se dan a primera vista. De los contenidos que ya están y no vemos.
         Más tarde, pretendía que creyésemos en nuestra habilidad para resolver apelando a un sentido del conocimiento propio y universal. Ahora, he entendido que esto es aplicable a cualquier circunstancia de la vida y que la sabiduría está siempre en el interior. Sólo hay que evocar el recuerdo y rescatar las respuestas.
         Tengo impresiones, desde pequeña, muy fuertes en mi. Desde hace mucho tiempo sentí mi vida como un proyecto, como una experiencia elegida por mí en la que nada iba a ser casual, salvo mi decisión de probarme a mi misma una y otra vez.
         Intuí también que la elección de los padres era algo que habíamos decidido, como las circunstancias por las que pasamos o las personas que tenemos que conocer. Todo está implicado y todo nos implica.
         Nuestra misión no es únicamente con nosotros mismos porque cada transformación, cada decisión, cada movimiento afecta al todo que nos rodea y eso que nos toca de refilón o nos da de pleno, también se transforma.
         Ni siquiera el momento de la muerte se me revela ajeno a nosotros. Es parte de lo mismo. De ese proyecto que encaja en la experiencia terrenal que hemos diseñado en la carrera del aprendizaje, en la prueba de nuestra conciencia, en la increíble aventura de volver a reconectar con la sabiduría cósmica que nos invade.
         Solamente hay que estar atento, dejarse llevar y volver a fluir con la oleada creciente de divinidad que somos.

lunes, 27 de enero de 2014

PREPARAR PARA LOS GOLPES



         He escuchado muchas veces que somos “víctimas de víctimas” lo que de algún modo disculpa la responsabilidad que cada uno llevamos implícita en nuestros errores.
 Muchas veces, nos comportamos repitiendo esquemas que hemos observado mientras crecíamos o que hemos sufrido durante nuestra infancia. Y es curioso cómo, en muchas ocasiones, tendemos a tomarlos como referencia de nuestra propia conducta. Es como si lo que tanto rechazamos cuando no podíamos contradecirlo, ahora lo hubiésemos puesto como modelo de comportamiento seguro.
He tenido un intercambio de opiniones al respecto con una amiga. El tema central era la permisividad con los hijos, que centramos en el terreno de realizar tareas en la casa. Efectivamente el hogar es un proyecto común de vida y en él hemos de participar todos. Sin embargo, de eso nunca hago un drama. Ni me siento esclavizada, ni asistenta de nadie, ni considero que cuando les llevo un bocadillo al ordenador mientras trabajan o incluso se divierten,  mi posición de devalúa, ni decrece la estima hacia mi rol de madre.
Me gusta facilitar la vida a los demás. Me siento bien. No hace falta llevarlo a extremos, ni tampoco poner el énfasis en algo que me provoca un delicioso placer por tenerles en casa un día de vez en cuando.
Ella me hablaba de prepararles para la vida, de evitar que les lleguen golpes, de saber resolver dificultades, de entrenarles para los golpes. A mi todo eso me suena a error. Nadie puede vivir por otros las experiencias que nos quedan, ni tampoco podemos conseguir que reaccionen como lo haríamos nosotros que creemos tener las lecciones aprendidas. Las nuestras.
 Todo el mundo aprende, preparados o no. ¿Se puede preparar para sufrir lo que nos quede?. Sí, pero yo respondería de otra forma. No puedo acomodar las situaciones a mi gusto para que no hagan daño a mis hijos, ni tampoco decirles cómo tienen que actuar, a no ser como opinión, porque ellos tomarán sus propias decisiones y se tendrán, necesariamente, que equivocar solos.
Lo que sin embargo creo que podemos hacer, es tejer un colchón de afecto que les de seguridad en ellos mimos y en el amor que les tenemos.
Me hablaba también de que ella no sabía expresar los sentimientos y que eso creía que con los hijos la favorecía porque tenía que hacerles fuertes. La fortaleza no está en la aspereza, sino en la capacidad de conocerse a fondo, de saber que todo es resolvible con voluntad y fe en uno mismo, pero sobre todo en estar absolutamente seguro de que hay alguien que nos ama siempre dispuesto a echarnos un cable después de vivida la vida con la libertad absoluta que cada ser humano merece.
Me siento bien llevando la bandeja con sándwich y cositas dulces hasta la habitación de los que siempre serán mis pequeños. Eso no va a evitarles dolores, ni sufrimientos, ni angustia ni malestares pero les proporcionarán un rato de ternura y sensaciones agradables a las que siempre podrán volver para resistir la vida.