Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 25 de octubre de 2014

LA PARTIDA DE AJEDREZ



Dijo el joven al sacerdote:

 “Me gustaría entrar en el monasterio, pero nada de lo que he aprendido es importante. Todo lo que mi padre me enseñó es a jugar al ajedrez, algo que no sirve para alcanzar la iluminación.”

El sacerdote pidió que le trajeran un tablero, llamó a un monje y le ordenó que jugara con el muchacho, añadiendo: “el que pierda, morirá.”

El joven se dio cuenta de que estaba luchando por su vida, y el tablero se convirtió en el centro del mundo.

Sin embargo, como conocía todas las estrategias, enseguida vio que el monje iba a perder. Se preparaba para el golpe final, cuando observó la miraba de santidad de su adversario.


Comenzó a cometer errores a propósito; prefería morir, pues el monje podría ser más útil a la humanidad.


De repente, el sacerdote tiró el tablero al suelo.

“Has aprendido más de lo que te enseñaron,” dijo. “Sabes que el camino de la luz no está hecho sólo de concentración, sino también de compasión. Te acepto como mi discípulo.”

PAULO COELHO



         Este curso he decidido que en algún momento de mis clases, vamos a jugar al ajedrez. 

Estamos conociendo las piezas, sus movimientos, la estrategia de cada una y la composición y lugar que ocupan en el tablero. Eso ya por sí mismo nos da idea de que en la vida es muy importante saber qué lugar se ocupa, tanto como saber lo que se quiere y lo que no se quiere.

         Todo sirve. A veces, cualquier gesto, palabra o sonido puede ser una señal. Están en todas partes, solamente hay que saber mirar. Y es entonces cuando las respuestas llegan y nos damos cuenta de que hemos aprendido más de lo que creíamos. Pero sobre todo, cuando estamos en el tablero, rodeados de enemigos y contrarios que desean nuestra posición, es cuando advertimos que no se aprende si no somos capaces de ejecutar.

         Matar o morir. A veces, ese es el dilema. Muchas veces no hay escapatoria y la decisión final se lleva a alguien por delante. 

         ¿Habremos aprendido lo suficiente como para evitar que seamos nosotros los que sucumbamos?

viernes, 24 de octubre de 2014

EL AMOR Y SUS CONTRARIOS



El amor es la energía que mueve los mundos, todo lo crea, todo lo transforma, todo lo eleva. Palpita en todas las criaturas, alimenta todas las acciones:

El odio es el amor que se envenena.
La pasión es el amor que se incendia.
El egoísmo es el amor que se concentra en sí mismo.
El celo es el amor que se envilece.
La rebeldía es el amor que se pierde.
El orgullo es el amor que enloquece.
La discordia es el amor que divide.
La vanidad es el amor que ilusiona.
La avaricia es el amor que encarcela.
El vicio es el amor que embrutece.
La crueldad es el amor que tiraniza.
El fanatismo es el amor que petrifica.
La fraternidad es el amor que se expande.
La bondad es el amor que se desarrolla.
El cariño es el amor que florece.
La dedicación es el amor que se extiende.
El trabajo digno es el amor que se perfecciona.
La experiencia es el amor que madura.
La renuncia es el amor que ilumina.
El sacrificio es el amor que santifica.

El amor es el clima del universo, es la religión de la vida, es base al estímulo y fuerza de la creación. A su influjo la vida se agrupa en este o en aquel sitio aislado. Cuando se retira la influencia, reina el caos. Con él, todo se clarifica, lejos de él la sombra coagula y prevalece. En resumen, el bien es el amor que se desdobla en busca de la perfección en el infinito según los propósitos divinos y el mal es simplemente el amor fuera de la ley, sublimándose para la inmortalidad.

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Nada persiste sin amor, nada tiene sentido sin él…no hay que buscar muy lejos…empieza por encontrarlo en ti, por saber dónde se encuentra la fuente inagotable y más tarde ofréceselo al otro.
La vida sin amor es pura ficción que siempre termina por cansar. Si algo es auténtico es precisamente esa única fuerza cuyo movimiento es continuo y centrípeto, a la vez que expansivo y multiplicador.
Ama aunque no quieras, aunque no te quieran ama; ama después de no haber querido, ama a lo que quieres y a lo que querrás, ama a lo que se ha ido. 
De cualquier forma, ama siempre.


jueves, 23 de octubre de 2014

LA ROCA



          Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.

                El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.

             El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas...y esta no se movía.

                Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido".

          Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
Satanás le dijo: Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible?.
 

              Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".

               El Señor le respondió con compasión: "Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.

               Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.
Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".

        Algunas veces, cuando escuchamos la palabra del Señor, tratamos de utilizar nuestro intelecto para descifrar su voluntad, cuando en realidad Dios solo nos pide obediencia y fe en él. Debemos ejercitar nuestra fe, que mueve montañas, pero conscientes que es Dios quien al final logra moverlas.


Cuando todo parezca ir mal... solo EMPUJA!.
Cuando estés agotado por el trabajo... solo EMPUJA!.
Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería... solo EMPUJA!.
Cuando no tienes más dinero para pagar tus cuentas... solo EMPUJA!.
Cuando la gente simplemente no te comprende... solo EMPUJA!.
Cuando te sientas agotado y sin fuerzas... solo EMPUJA!.

Hay rocas imposibles de mover o de cambiar. Tal vez esa no es nuestra misión.


miércoles, 22 de octubre de 2014

DETRÁS DE LA ENFERMEDAD



Me he pasado la noche en urgencias de un hospital. No he sido yo la enferma por lo que he podido observar mejor. Hay, de verdad, otro mundo detrás de la enfermedad.
Vivimos al margen de ella. Como debe ser, de alguna forma.  Actuamos como si no fuese a llegarnos nunca y la vemos desde fuera como si el dolor, la frustración, la impotencia y el sufrimiento fuesen de menor calado y destruyesen menos de lo que lo hacen.
Hay situaciones límite en las que nos igualamos. No importa, en esos momentos, la categoría social, ni profesional; ni las joyas que se luzcan en la mano, ni el color de la piel, ni el acento de las palabras. Nada tiene relevancia cuando estamos echados en camillas contiguas.  Todo se iguala. Entonces, como si fuese por arte de magia, las diferencias se disipan y como mucho, se aspira, a que no nos toque tanto como al compañero.
Hay otra dimensión detrás de esas puertas que se abren con sillas de ruedas esperándonos para facilitarnos, de forma más benevolente, el acceso a la posible resolución de nuestros problemas.
 Es entonces cuando apreciamos lo importante que es ser amable y recibir un trato cariñoso. Ese afecto anónimo, en esas circunstancias, cura más que los medicamentos. Lo malo es que esta sensación no perdure cuando nos curamos y, más tarde, sigamos siendo los mismos.
Las enfermedades enseñan. Están para eso precisamente. Para ayudarnos a cambiar. Para modificar aquellos patrones de conducta o de pensamiento con los cuales nos agredimos a nosotros mismos o lo hacemos con los demás.
Hay que entender los mensajes de los males que nos acompañan. Conocer qué nos quieren decir y tratar de resolver cada quiebro de nuestra conciencia para sanarnos definitivamente.
Podemos empezar por lo más fácil. Ser amables. Extender el cariño a las fronteras del otro. Borrar las diferencias, los cambios de alturas al mirar a los ojos y los tonos de voz al dirigirnos al que consideramos que está más abajo.
Posiblemente con estos simples cambios estemos curándonos ya de lo que ni aún se ha manifestado.