Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 1 de diciembre de 2018

¿QUÉ ESCUDO TE PONES TÚ?



Todos nos ponemos una coraza alguna vez; o muchas. Tras de ellas hay un personaje muy conocido: el miedo. 

Solemos escondernos para defendernos del daño. ¿De qué daño? ¿Imaginario?¿Real?¿Procedente de amarguras de la infancia?¿Existente por las amenazas presentes?¿O resultante del tan consabido “miedo” al miedo?.



La inseguridad nos hace ceder. La inestabilidad llega cuando no nos creemos “capaces de”,  o en nuestro pensamiento aparecen las creencias limitantes más oscuras: “nunca lo conseguiré”, “no puedo resistirlo”, “siempre supe que yo no sabría”…

Estar seguro de uno mismo no es tarea fácil; y no lo es porque hay muchos factores que nos han ayudado a sentirlo así. Somos, en gran parte, la suma de lo que nos dijeron que éramos. Nos hemos mirado en espejos equivocados y hemos usado, como vestido mental, ropas que no son nuestras.

Son otros  los que no han creído en nuestras posibilidades. Vienen del exterior los juicios que nos atan e inmovilizan. Saberlo ya es iniciar el primer paso del camino.

Hemos de comenzar por darnos cuenta de que nuestro criterio, nuestra forma de ver el mundo, nuestras habilidades están ahí por descubrir. Creer en ellas es fácil si dejas que se manifiesten y te demuestren que eres mucho más que ese adjetivo con el que has oído referirse a ti.

Solamente tú puedes cambiar tu mundo; el mundo. Fuera de ti todo lo demás es opinión y opinable.

Date la oportunidad de verte diferente, de ser quien eres.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

LA ESTRELLA DE CADA UNO


             Nos gusta pensar que algo o alguien nos protegen. Muchas veces, aquellos que dicen no creer en nada, al menos piensan que los que ya no están y les han amado en esta existencia, están ahí, cerquita, vigilando nuestra vida para no dejarnos caer o para evitar que las desgracias hagan diana en nosotros.



             Cuando somos pequeños nos hacen mirar al cielo y ver las estrellas como guías que nos van indicando el camino mientras podemos elegir una de ellas. Y la elegimos con todo el sentimiento puesto en que esa es la nuestra, en que nos ayudará si es necesario y sobre todo, en que tras ella hay una fuerza poderosa que todo lo puede.




             Pensemos como pensemos y aunque no sea de esta forma, mirar al cielo en una noche estrellada siempre ha sido un espectáculo de inmenso calado en nuestra alma.

              Esa luz tan intensa que resplandece fulgurosa en un espacio oscuro e indefinido, el silencio que crean a su alrededor cuando enmudecemos ante ellas, la sensación de plenitud que nos embarga viajando, en un segundo, a través de nuestra pupila, a la velocidad de la luz es la que nos deja sin palabras en deliciosa calma.

             Tener una estrella propia es contar con un tesoro inmenso. Si no la tienes aún, elije una. Mira despacio, hay muchas. Una de ellas ya te ha elegido a ti. Lo sabrás cuando retires la vista del cielo y la vuelvas a colocar allí.

¿La tienes?. Esa es tu protección. 

             El encanto no está en que a una de ellas la hayas bautizado como propia. La magia opera dentro de ti, en tus creencias, en donde has depositado el foco de tu fe.

Probemos. Además de divertido es sumamente reconfortante.

domingo, 25 de noviembre de 2018

¿QUÉ ESTÁ BIEN Y QUÉ MAL?



            Damos mucha importancia a pensamientos, creencias, reglas y costumbres que no lo son tanto. Muchas dependen de las épocas, los tiempos históricos en los que nos hallemos, las culturas o la propia forma de habernos educado. Lo peor es que se convierten en nosotros en auténticas leyes que no se nos ocurre ni cuestionar. Pero todo es relativo.



         A veces, recriminamos detalles sin importancia, nos enconamos con procedimientos sin valor, batallamos por defender “lo inconsistente” y dejamos de lado lo fundamental que ni siquiera logramos advertir.

         Dejo hoy un breve relato muy adecuado a esta especie de blindaje que la cultura adhiere a nuestra mente y que tanto nos impide ver aunque miremos.

…”Un monje de gran devoción e instruido, cruzaba una vez un río en barca cuando al pasar al lado de un pequeño islote, oyó una voz de un hombre que muy torpemente intentaba elevar unas plegarias. En su interior no pudo por menos que entristecerse. ¿Cómo era posible que alguien fuera capaz de entonar tan mal aquellos mantras?.

           Tal vez, aquel pobre hombre ignoraba que los mantras debían recitarse con la entonación adecuada, el ritmo y la musicalidad precisos, con la pronunciación perfecta. Decidió entonces ser generoso y desviándose de su rumbo se acercó al islote para instruir a aquel desdichado sobre la importancia de la correcta ejecución de los mantras.

                No en vano, se consideraba un gran especialista y aquellos mantras no tenían para él ningún secreto. Cuando arribó, pudo ver a un pobre andrajoso de aspecto sosegado cantando unos mantras con poco acierto.

             El monje, con serena paciencia, dedicó algunas horas a instruir minuciosamente a aquel individuo que a cada momento mostraba efusivas muestras de agradecimiento a su improvisado benefactor. Cuando entendió que por fin aquel sujeto sería capaz de recitar los mantras con cierta solvencia se despidió de él, no sin antes advertirle:

-Y recuerda, mi buen amigo, es tal la potencia de estos mantras, que su correcta pronunciación permite que un hombre sea capaz de andar sobre las aguas.

Pero apenas había recorrido unos metros con la barca, cuando oyó la voz de aquel hombre recitar los mantras aún peor que antes.

-Qué desdicha -se dijo a sí mismo-, hay personas incapaces de aprender nada de nada.

-Eh, monje -escuchó decir a su espalda muy cerca de él.

Al volverse vio al pobre andrajoso que, caminado sobre las aguas, se acercaba a su barca y le preguntaba:

-Noble monje, he olvidado ya tus instrucciones sobre el modo correcto de recitar los mantras. ¿Serías tan amable de repetírmelo de nuevo?.


           No han dicho que está bien y qué mal. ¿Pero es así realmente?¿No será la intención, la actitud y el compromiso del corazón el que ejerza el poder de discriminar?.

                  Pensemos en ello.