Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 19 de octubre de 2013

EL ARTE DE NO AMARGARSE



         Tengo la costumbre de investigar aquello que me preocupa para tratar de salir de ello. Hay cosas que nunca fallan. Para mí, los libros me han dado respuestas tan certeras y llenas de tranquilas perspectivas que siguen siendo mis mejores consejeros.
         Hoy he redescubierto uno muy interesante. Me gusta dejar cerca aquellos que me sirven de pilares cuando mi ánimo está bajo, cuando miro hacia arriba y todo me parece alto y lejos y pesado y dañino. A veces, solamente leer en su lomo, el título, me hacer sentir una calidez inmensa que me reconforta enormemente. Posiblemente sea esa la razón por la que sigo sin tener un libro digital. Me gusta tocarles, abrir por cualquier lado y posar los ojos en cualquier frase que seguro me da una respuesta satisfactoria a algunas de mis quimeras.
         El psicólogo Rafael Santandreu es el autor del libro “El arte de no amargarse la vida”, prefiere cambiar la palabra “desgracias” por la de “adversidades”. El cómo se reacciona es lo que marca la diferencia entre un concepto y otro, porque las alternativas son simplemente, aceptar la realidad o convertirse en un ser rabioso y amargado porque las cosas no son como uno quisieran que fuesen o por lo injustas que nos parecen.
         Para no amargarse la vida con lo que sucede se requiere talento, dedicación, perseverancia y sobre todo, cambiar la forma en que se responde cuando aparecen esos “malos momentos”.
         “ Qué diferente es surfear la vida por encima de sus olas a vivir sumergido, siempre medio ahogado, vapuleado por las corrientes marinas…qué distinto “gozarla o sufrirla como si fuese un mar hostil que nos domina”, escribe. Afirma que no importa la edad que uno tenga, ni que seamos escépticos o vulnerables para lograr salir de la amargura. La clave está en transformar la manera de pensar, la filosofía personal y el diálogo interno.
         Epicteto, insigne filósofo griego decía: “ No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede”.
         Entre los hechos externos y los efectos emocionales existe una instancia intermedia llamada “pensamientos”. A un pensamiento catastrofista siempre le sigue una emoción similar. El padecimiento entonces está asegurado y la tortura mental se traduce en sensaciones de angustias exageradas e inútiles que no ayudan a resolver el problema.
         Las creencias que se instalan en la mente, aunque tengan base real, pueden volverse destructivas y devoradoras de nuestra felicidad y hay que combatirlas con rapidez.
         Hay que aprender a relativizar, a dejar de dar importancia a un problema que de no verlo desde el ángulo que lo hacemos cuando sufrimos, dejaría de importarnos y ahí en esa zona de racionalidad es donde debemos situarnos para comenzar la reconstrucción de nuestro equilibrio.
         No hay mejor opción que probar. El resultado seguro que nos lo merecemos.

viernes, 18 de octubre de 2013

CUANDO TODO SALE MAL

No cabe duda de que hay épocas en la vida en las que nos preguntamos por qué nos suceden tantas cosas negativas, tanto desaguisado, tanto infortunio y tanta sin razón junta. Para algo y por algo debe ser.
         Uno se conforma pensando que es para aprender lo que nos queda por saber para modelar la actitud, el sentimiento, el afecto o la bondad hacia determinados ámbitos de la vida en la que tenemos pendiente algún pago. Una contribución que ni siquiera viene de ésta existencia y que, de alguna forma, nos emite un mensaje continuo, como si fuesen señales de morse alertándonos de cómo debemos modelar la conducta.
         Sabemos, creemos o nos conviene pensar que si no superamos las pruebas que la vida nos va poniendo estamos condenados a repetirlas. Y por supuesto, que cada tentativa está diseñada exclusivamente para cada uno, en función de su necesaria evolución.
         Estoy en un momento de hastío, de cansancio y de lágrimas a flor de piel ante cualquier avatar por mínimo que sea. Y eso es porque mi vaso está lleno, su contenido ha rebosado el borde y no me cabe nada más.
         También sé que para poder llenarlo con una nueva actitud tengo que desprenderme del líquido de su interior y tal vez darme un tiempo de paz en el que la mente se alinee con el corazón y la armonía fluya sin forzar nada.
          A todos nos gusta estar acompañados, sentirnos queridos, protegidos y cuidados.  La mejor manera de sentirlo es rompiendo moldes mentales, corazas en el alma y protectores del corazón. Dejar libre la esperanza, soltar el pelo al viento y sentir que la vida no termina en la tristeza, ni se acaba en la angustia, ni se pierde en las lágrimas…todo lo contrario. Posiblemente, esos sean los caminos para reconstruirnos de nuevo y una vez puestos los cimientos, otra vez, levantar nuestro edificio con más fuerza.
         Es solamente una época, lo sé. Todo pasa. Todo pasará.

        


miércoles, 16 de octubre de 2013

LO QUE TE HACE FUERTE



         Lo que te hace fuerte no es el sufrimiento, ni la pena, ni las angustias pasadas, ni los dolores presentes. Ni las lágrimas derramadas, ni los miedos sufridos, ni el gris de la tarde, ni la noche oscura en el alma.
         Lo que te hace fuerte eres tú mismo y tu capacidad de renacer de las cenizas. Ese ímpetu que te pone de pie tras la caída y la sensación milagrosa de que cuando no se puede estar peor, algo pasa seguro desde donde se inicia el alza.
         Nadie nace débil, ni fuerte. Las circunstancias nos moldean.  Las presencias y las carencias. Los sonidos y los vacíos. Las palabras no dichas, las caricias no recibidas, los besos no dados y esa especie de calma tensa o de guerra fría que ha podido rodearnos. Eso a veces, te hace débil, te encierra dentro de tu concha, te aísla de los demás a quienes ves dichosos, o al menos, mejor que tú.
         La fortaleza se aprende también, al igual que la debilidad va calando como una carcoma que todo lo corroe.
         Lo más importante no es estar en un lado o en otro. Lo definitivamente valioso es reconocernos capaces de cambiar, de mejorar y de poner en práctica lo que aprendemos.  No importa en el punto en el que estemos ahora, lo que de verdad interesa es si dentro de nosotros empieza a germinar la luz, esa que nos permitirá tomar del lado opuesto lo necesario para el equilibrio. Porque en definitiva, ni el fuerte lo es tanto, ni el débil tampoco. La vida nos pone a prueba muchas veces y en ellas uno se mide consigo mismo. Entonces es cuando podemos precisar lo que llevamos dentro y hasta dónde llega nuestra grandeza.
         La opinión de los demás no importa. Y no lo hace desde el momento en que nadie calza nuestros zapatos, ni está en nuestra piel. Solamente nosotros sabemos lo que de verdad pasa por nuestra cabeza, lo que siente nuestro corazón o lo que revuelve nuestro estómago.
         Solamente nosotros podemos salir de la oscuridad a base de creer en nosotros mismos y de darnos oportunidades continuamente. Nadie nos juzgará mejor, ni tampoco más duramente. Nadie nos prestará más atención, ni será capaz de darnos tanto amor como necesitamos en el momento justo.
         Seamos fuertes o débiles no nos preocupemos, sabremos encontrar el equilibrio si creemos que él ya está en nuestro interior.
         Basta con buscar para hallar.

martes, 15 de octubre de 2013

ACARICIANDO A MI GATA



Una de los signos expresivos de afecto más deliciosos son las caricias. Es un acto de amor inmenso, de pura entrega, de incondicional y pleno deseo de que la otra parte sepa cuánto se le quiere. Y Lo mejor de todo es comprobar el efecto que tienen y la respuesta que se desprende ante ellas.
Recibir caricias es algo magnífico, pero también enredar los dedos entre los poros de la piel o la mirada en las pupilas de quien las recoge.
Todos necesitamos ser abrazados, acariciados y estimulados con el contacto. Estamos en la cultura del “perdón” y la petición de excusas por cualquier mínimo roce o choque con un desconocido y sin embargo, muchas personas, no dudan en pisar a los demás, pasar por encima de ellos y atropellarlos si lo que hay como recompensa es un beneficio propio, sean desconocidos, próximos e incluso familiares.
Mi gata me miraba hoy de forma especial. Ha estado gran parte del día sola dentro de su silencio y su quietud. He llegado hasta ella y me ha dedicado una deliciosa mirada en la que me pedía cercanía. Es una gata independiente y despegada. Sin embargo, siempre hay un momento en el que pedir una caricia que abandere todo el amor que se siente directamente inoculado en la piel. Y ella me lo ha agradecido con un ronroneo ronco, cálido y suave que me ha satisfecho plenamente.
Mientras la acariciaba, pensaba por qué no lo hacemos más a menudo con quienes amamos, con aquellas personas que queremos de verdad, con quienes suponemos que estamos cumplidos sin hacerlo y en verdad lo necesitan, como lo necesitamos nosotros, como lo precisan todos.
Es una época muy extraña la que vivimos. Demasiada prisa, demasiadas preocupaciones, demasiados condicionantes, demasiados prejuicios, demasiadas metas, demasiadas exigencias y poco afecto, pocos besos, pocos abrazos, pocas sonrisas, pocas palabras bonitas y aún menos caricias.
Estoy segura que en el placer de acariciar está también la satisfacción de encontrar la respuesta agradecida de quien tiene sed de afecto y se queda inmóvil sin decir nada. No es necesario que nos las pidan. Es fácil, solamente hay que extender la mano suavemente sobre la piel del otro y dejarse llevar por lo que siente.

lunes, 14 de octubre de 2013

COMO LLUVIA DE VERANO

A veces necesitaríamos una lluvia fresca sobre el rostro. Gotas de agua cristalinas resbalando por las mejillas, refrescando la piel del alma.
A veces necesitaríamos que un tsunami nos recorriera por completo y se llevara las angustias, las malas sensaciones, las mentiras, los fracasos y tantas y tantas veleidades que complican y ensucian la vida.
A veces sería deseable caminar descalzos sobre la hierba y conectar con la energía de la Tierra en un bosque mágico lleno de árboles amables que moviesen sus hojas para refrescar nuestra inquietud.
A veces nos beberíamos las estrellas de un trago si con ello  nos llenásemos de luz y cual luciérnaga, fuésemos vagando por caminos llenos de oscuridad para iluminar su trazado.
A veces quisiéramos tocar el corazón del otro con nuestra varita mágica y hacer de él un apéndice del nuestro. Un trocito de nosotros convertido en alas para volar lejos de la necedad y la estupidez consentida.
A veces necesitaríamos volver a ser niños, medir poquito pero soñar mucho, entenderlo todo sin comprender nada y gritar con el silencio de una lágrima, cualquier forma de injusticia gratuita.
A veces me gustaría cerrar los ojos e inventar mundos con otras formas, con colores nunca vistos y afectos nunca sentidos. Universos de paciencia, tolerancia y empatía. Espacio repletos de besos, abrazos y amor inmenso con destino a ninguna parte y a todos los lados. Un lugar sin centro, donde lo especial sea lo sencillo y lo grandioso lo pequeño.
A veces, me gustaría ser tú para poder besar tus labios sin rozarte y acariciar tu piel sin tocarte. Siempre en contacto contigo desde el fondo de ti mismo.
Cumplir tus anhelos sin romper el silencio de tu centro para amanecer, cada mañana, sobre tus párpados robados por mi sueño.