“No mires hacia atrás con ira, ni hacia delante con miedo, sino alrededor con atención.”
J. Thurken
Nada hay más poderoso que “creer”. Creer en lo que sea. Creer es un reactivo tan magnético que produce efectos reales en aquello en lo que se enfoca.
Los beneficios de la fe, o mejor dicho, de la creencia para que no lo asimilemos a ningún tipo de religión, están presentes ya desde tiempos inmemoriales. Estas creencias operan desde la prehistoria. Se denominaron “ magia simpática” y consistían en “creer” que aquello que sucedía en el ritual de la pintura sobre las rocas paleolíticas se operaba igualmente en el campo donde se efectuaba la caza. Matar al animal en cada trazo hecho con madera quemada y pinturas de grasas y arcillas, tenía un efecto real, solo y exclusivamente, en base a la creencia.
Ahora, después de miles de años, seguimos comprobando que la fuerza que entraña “creer en algo, creer en ti…” lo puede todo. Eso sí, creer no admite dudas. No permite titubeos. No es condescendiente con los pensamientos de inseguridad. No deja lugar, ni rendijas, ni puertas abiertas a las indecisiones.
Cuando se “cree” tiene que ser de verdad y por completo. De ello depende que se haga realidad en el pensamiento y en la mente antes de que suceda realmente. Que la creencia cobre fuerza y arrebato sin que aún se haya producido. Y entonces, solo entonces, sucede lo que ya ha cobrado vida en nuestro interior.
La frase que inicia esta reflexión nos invita a focalizarnos atentamente en el momento presente porque es el único que tenemos y al él debemos nuestra observación. Debemos escuchar bien, ver con claridad, hablar con precisión y olvidar con rapidez lo que nos aleje del aquí y el ahora.
No des importancia a situaciones de las que, en un tiempo, te estarás riendo. No anticipes desgracias que nunca ocurrirán, lo más seguro. No dejes de “ creer” en lo que sea que quieras, pero sin resquicios de duda, sin asomo de inseguridades.
Cree como creían nuestr@s abuel@s, a “ pies juntillas”, decían, para que lo que tenga que suceder caiga del cielo como una suave pluma meciéndose ante nuestros ojos hasta caer en la palma de nuestra mano.
