Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 19 de febrero de 2016

¿TIENES MIEDO A CAMBIAR?



Soy una persona muy resistente al cambio. No quiero que nada se mueva, me siento segura en lo conocido, incluso cuando no me va bien.

Me ha costado mucho entender, asumir y aceptar que todo cambia. Hasta el sentimiento más puro. Hasta nuestro propio organismo. Somos otros. No queda nada de las células de aquel bebé que nació ya hace bastantes años.

Ahora sé que no podemos aferrarnos a las cosas y menos a los sentimientos pensando que siempre serán lo mismo. El tiempo, la costumbre, una seguridad mal entendida, la rutina y el propio fuego del sentir arden como una tea, sin cesar; al quemarse se transforman en otra cosa, posiblemente no menos intensa pero sí diferente.

Quienes no queremos el cambio sufrimos mucho. Y lo hacemos porque seguimos empecinados en vivir una realidad que hace mucho dejó de existir. Es como las normas que los padres queremos dar a nuestros hijos, válidas en una época que ya no es la suya.

Hay que perder el miedo al cambio. Seguro que traerá sus bondades. El inmovilismo tiene su penitencia y se paga muy caro.
Perder los miedos no es fácil pero es necesario. Podemos hacernos esta pregunta: ¿Qué puede pasarnos?. A veces, la mayoría, solo mejorar. Y en caso contrario, al menos no sufriremos por la incapacidad de renovarnos.

Si echamos una mirada atrás no podemos entender la vida sino como un continuo cambio. Una transformación irremediable en la cual, queramos o no, lo que tenga que pasar pasará.

Estoy dispuesta a que pase.

jueves, 18 de febrero de 2016

¿QUÉ PODEMOS HACER ANTE LO INEVITABLE?



Hay momentos, situaciones y hechos que no podemos evitar en otros y a veces, ni en nosotros mismos.

Cuando te llega una situación inevitable que te afecta, uno se queda inmóvil. No sabe cómo reaccionar y se paraliza.

No podemos traspasar nuestra experiencia a nadie, por mucho que les queramos.

 En realidad, “nadie escarmienta en cabeza ajena”, reza un refrán y es verdad.

Cada uno tiene que vivir por sí el resultado de sus acciones aunque de entrada nazcan ya equivocadas.

Es difícil esto cuando quien tienes delante es un hijo o una pareja o un familiar. Pero no queda otra. Pararse, observar y estar atentos a las caídas, porque las habrá.

A veces, es como si lo que estás esperando llega. No obstante, hay un consuelo nada útil y es el de pensar que no eres la única persona a la que suceden adversidades, ni la única que no pueda salir de ellas.

Resulta duro dejar que otro se equivoque en lo que tú ya te has equivocado. Sin embargo, luego podemos pensar que como sucede en las enfermedades, ningún cuerpo es igual, ninguno responde lo mismo matemáticamente, ninguno resiste de forma idéntica.

Al alma le sucede el mismo proceso. Cada uno tenemos nuestro propio plan, nuestras piedras que rodear, nuestros montes que cruzar. Lo cierto es que tampoco llegamos en el mismo punto ni con los mismos recursos. En ese marco es donde se instala un rayo de esperanza.

De ahí, la necesaria calma que uno debe guardar cuando está frente a un nuevo reto de otro cuyos resultados le afectan de forma directa al corazón.

No se puede hacer nada. Esperar que la otra persona sepa bordear el camino y llegue a buen puerto.

Eso sí, estar siempre ante su llamada y seguir amando incondicionalmente a pesar de lo que suceda.

Pase lo que pase. Siempre.

martes, 16 de febrero de 2016

LA FINA LINEA ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE



Pareciese que la muerte nunca es nuestra porque cuando nos posee ya no estamos.

La vemos siempre en otros. Sabemos que algún día seremos suyos pero lo vemos lejano y si, por alguna circunstancia, parece cerca seguimos agarrándonos a la vida.

Quiero creer que la muerte es solamente una forma de nacimiento, al otro lado, por la otra puerta, hacia la otra entrada.
Tengo alumnas escépticas en mis clases. Unas no creen en nada. Otras lo creen todo. Hablar de estos temas, allí, permite un sugerente caldo de cultivo para la polémica.

Les digo que entre creer y no creer, en algo para el más allá del último momento de vida, hay una separación del 50%.
No es cuestión de repetir los modelos de fe que nos han enseñado. Es cuestión de sentir si lo que crees está de acuerdo con lo que sientes.

En realidad, creer o no creer es una cuestión de querer salvarnos aquí. De necesitar un cable al que agarrarnos, de preferir la esperanza al vacío de la nada.

Y al fin y al cabo, la fina línea que separa la vida de la muerte es la misma que la que nos ata los pies al suelo.

A veces se muere en vida y otras se vive al morir. En ocasiones, se muere a cada instante adelantando desgracias y en otras, se vive para siempre gozando cada instante del regalo que es la vida.

No tenemos nada. Todo está prestado hasta el día en el cual nos despidamos. Nos llevamos lo que disfrutamos, lo que gozamos o lo que sufrimos. Nos llevamos las miradas, las melodías, los aromas, el deseo y la pasión. Nos llevamos las lágrimas y el desencanto. El dolor y la desesperación.

Nos llevamos el éter de lo vivido. Nada más.

¡Por eso para que el equipaje sea abundante, vive!

¡Yo, al menos, no me quiero perder ni un segundo y
cada uno que pasa es uno que resta!. 

Que al menos la resta sume.

lunes, 15 de febrero de 2016

LA ENORME FUERZA DE LA COSTUMBRE



Muchos problemas de los que tenemos en las relaciones surgen porque no coincidimos en las costumbres.
 
Todos damos por buenas las nuestras y, generalmente, cometemos el error de querer validarlas como tal ante la persona de al lado.

La mayoría de las veces, no entendernos parte de una diferente forma de haber sido criados, de un modo distinto de haber empezado a entender el mundo y de responder ante él. 

Lo que para uno es necesidad para otro vicio. Lo que para uno es importante para el otro es cosa menor. Lo que para quien se relaciona con nosotros es de una forma, para nosotros es de otra y en el engranaje de lo posible para los dos está el secreto de llevarse lo mejor posible.

Con este breve cuento veremos cómo la realidad, por buena que sea, puede parecer horrible si no forma parte de aquello a lo que estamos acostumbrados.

¡Feliz comienzo de semana!
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Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.

Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.

Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.

Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: "!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir". Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:

No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.

Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real

domingo, 14 de febrero de 2016

VIAJE A ÍTACA (Relato del domingo)



Domingo anterior


.-Por favor, llévenos a nuestra casa.- Revolvió en el bolsillo de su pantalón y sacó un puñado de billetes; suficientes para que la mujer quedase pagada por lo que parecía gesto tan altruista.


Se colocó las gafas de nuevo. Volteó su cabeza hacia delante y arrancó el coche.


El resto del camino nadie pronunció una sola palabra. A los pocos minutos se divisaba el portal de la clínica de Owen. La mujer fue reduciendo la marcha.


La pareja se apretó las manos en señal de victoria. Estaban en casa y con el móvil en su poder. Al fin habían tenido suerte. Una suerte que duraría muy poco tiempo.


El coche parecía detenerse. Sin embargo, la mujer cambió de idea y aceleró repentinamente. (…)

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Relato del domingo ( 14_02_2016)


Owen profirió un grito desgarrador para detenerla, pero Swa puso la mano en su boca para callarle. Con la cabeza le indicó que la dejase hacer.


La mujer comenzó a pedir perdón. 


.-Lo siento. Tendrán que perdonarme pero les necesito.-La pareja estaba perpleja. No daban crédito a lo que oían. Ellos que tenían tantos problemas  por resolver estaban a punto de iniciar una nueva aventura cuyas consecuencias les llevarían muy lejos.


La mujer comenzó a relatar un suceso espeluznante.


Estaba en busca y captura, acusada de tráfico de drogas en un país oriental. 


.-Me sigue un coche desde hace rato. Reconozco que tal vez paré para recogerlos para despistarle. He visto que sigue tras de nosotros. No puedo detenerme.


.- Tiene que dejarnos en algún sitio. No puede llevarnos con usted.-dijo Swa.


.-Lo lamento enormemente pero es imposible. Nos matarán a todos. Creerán que están implicados. Nadie podrá convencerles de lo contrario. – Owen palideció al instante. Se tapó la cara con sus dos manos introduciendo los dedos entre su pelo y arrastrándoles en su cuero cabelludo como si quisiera desplazar sus ideas fuera de su cabeza.


.- ¡No!. ¡Pare!. ¡Detenga la marcha!.- Y diciendo esto comenzó a zarandearla desde el asiento de atrás.


.- ¡Owen! Para!... nos vamos a matar!.- La mujer aceleró aún más.  Swa cogió los brazos del psiquiatra para impedir un accidente.



.- ¡Calmémonos! Vamos a ser coherentes. Tratemos de resolver todo esto lo mejor posible. ¿Quién la persigue? ¿Qué ha hecho?.- Mientras la mujer de pelo rojizo contestaba, el móvil de Owen comenzó a sonar. Swa le sacó de su espalda y comprobó que era Steve el que llamaba. Le cedió el aparato al doctor para que decidiese acerca de apretar la tecla verde. La mujer no dio tiempo a que sucediese.


.-¡No conteste!. Nadie puede saber dónde estamos.-Swa miró hacia atrás. Efectivamente a cierta distancia, un coche negro les seguía desde hacía rato.


.-¡Voy a contestar! Es mi amigo. Nos puede ayudar.


.-¡Nadie nos puede ayudar. No conteste!.-La tensión dentro del vehículo era cada vez mayor. No podían entender cómo se habían visto involucrados semejante circunstancia que se añadía a sus problemas sin ningún sentido.


El teléfono seguía sonando. Owen apretó el botón verde.


 La mujer se dio la vuelta con la intención de impedir aquella conversación. Sin darse cuenta perdió el control del volante y un estruendo inmenso dejó en silencio absoluto aquel momento…