CUMPLEAÑOS EN EL CIELO

 Hoy quiero comenzar escribiendo con el color verde; la esperanza que simboliza, es la que me embarga ahora. Quiero creer que estás feliz, en ese cielo que imaginamos espléndido, con los tuyos que tanto te amaban y se fueron antes.

 

Aquí nos hemos quedado, todavía, los que te amamos y no te olvidamos. Los que comenzamos a vivir, el día a día, sin ti por primera vez. Y es que cómo cuestan las primeras veces de todo aquello que se hace cuando falta una persona querida.

 

Este año me ha tocado despedirme de muchos afectos tangibles. Me ha tocado enviarlos al lugar de los sueños,  al de la imaginación del corazón y convertirlos en el polvo de estrellas que me arropa cada noche.

 

Hoy, simplemente quiero recordarte de forma especial porque naciste tú, y yo a través de ti, y mis hijos por medio de ese hilo de plata que nos une a las generaciones que nos preceden.

 

Hoy, solamente decirte, una vez más: papá, TE QUIERO.

 

UN ANGELITO MÁS EN EL CIELO

 Llegaste trayendo la alegría 

en tus ojitos vivarachos de caramelo,

nos diste, lo mejor del amor tierno,

entre nubes de algodón y tu propio cielo.

Llenaste nuestra vida 

de bondades y aciertos,

Recorriste con nosotros, 

dificultades e infiernos.

Pero siempre estabas para querernos.

 Nadie nos enseña a despedirnos,

Ni a saber cómo se vive 

sin aquello que queremos.

Nadie puede ayudarnos,

Con este dolor, que pareciese eterno.

Nadie puede decirnos

cómo sin ti viviremos.

Sé que nos miras desde el cielo,

Y nos haces sentir, en un segundo eterno,

Que sabes lo que te quisimos y

lo que te queremos.

Y que nunca dejarás de acompañarnos

En este difícil camino

Que hoy comenzamos

sin ti, nuestra pequeña Kira,

Nuestra niña de purísimo algodón egipcio,

en tu últimos recuerdos:

Por los campos de Galicia corriendo,

como saltarás y jugarás en tu nuevo cielo,

y en nuestro corazón, ahora tan inquieto.

¡Buen viaje!, joya de nuestro pensamiento!,

Por ti y por todo este tiempo,

¡Gracias al universo!

EL SENTIMIENTO DE INDEFENSIÓN

 Hay momentos en la vida en los que te encuentras indefensa/o, sobre todo si te aplastan y arrasan desde un destino fatal que no se puede controlar. Una enfermedad, una muerte, un accidente…En esos instantes, parece que vas a perder el rumbo de la vida, que ésta se ha quedado congelada en lo que te sucedió y que nunca vas a volver a recuperarte de la devastadora fuerza de la desgracia.

Hay otras situaciones, sin embargo, en las que se puede tomar decisiones y, no obstante, también nos sentimos indefensos. Esa indefensión es hasta peor. La otra, la no controlable, solo nos deja un camino: la aceptación, pero en aquellas ocasiones en las que podemos elegir y no lo hacemos, también solo nos dejan una posibilidad: la sumisión.

A nadie nos gusta sentir la presión de tener que asumir como bueno lo que no queremos, lo que no nos hace sentir bien, lo que nos deja de lado o lo que nos invade sin remedio.

Hay que poner límites a las personas, a las situaciones y muchas veces, a nosotros mismas/os. No todo vale, no todo el mundo puede decidir por ti, no a todo el mundo hay que sonreír o a todas las personas hay que aceptar.

Mantente ahí, en el asiento de tu autorrespeto y despréndete de los miedos a hablar, a molestar, a no ser querido/a porque igualmente esas personas que no te consideran, que deciden por ti, que arrasan sobre otras, no lo van hacer.

No te sientas indefensa/o. No lo estás. Siempre te tienes a ti y a la grandeza que llevas contigo desde la soberanía sobre ti misma/o. 

No la dejes en manos de nadie o estarás verdaderamente perdida/o.