Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 13 de diciembre de 2014

TERNURA

Dirigido a ti.
Cuando hablas y dices cosas tan bonitas acerca de la vida y de todo aquello que te pasa, siento admiración por tu lucidez y por tus formas mentales tan bien cultivadas. Cuando me cuentas lo que descubres con tus propias antenas de ver el mundo y entender lo que a éste le ocurre, siento el poder de tus talentos que corre vigoroso por las neuronas de mi alma.

Cuando pones letra a la música y cuando explicas tan agudamente lo que muy dentro nos pasa, sentimos la grandeza de entender la vida y abrir la mente a ideas expandidas y sensatas. Cuando en tus palabras pones la luz que necesitan mis sentimientos, a veces confusos por contradicciones internas, siento que eres un regalo que muestra las diferencias y separa el grano de las pajas.

Cuando te expresas sinceramente e inventas palabras nuevas, siento el reconocimiento de tu mente, siento tu sutil poder sobre las tinieblas. Cuando me acaricias con tus palabras dulces, y me regalas susurros que me recuerdan la dimensión celeste de la existencia, te doy las gracias por saberme decir lo que un día soñé y que ahora, al nacer, serena mi alma.

Tus palabras son seguras, hermosas y bien calculadas…; sin embargo, cuando me miras en silencio, cuando posas en mis ojos tu mirada…, todo se detiene atento, hasta las estrellas del cielo parecen paralizar su marcha. Cuando miras mis pupilas y mantengo tu mirada, se abre un abismo infinito que me conmueve y arrastra.

Cuando contemplas una flor recién abierta o la mano arrugada de la anciana, siento tu grandeza, te reconozco como amor y percibo que has hecho un gran camino con el alma desnuda y descubierta. Cuando contemplas al que sufre, cuando enfocas al que goza, veo algo más en ti, veo tu sabiduría ecuánime, descubro al ser que volvió a la luz atravesando las sombras.

Cuando miras al infinito y te abstraes en las blancas arenas de las playas, descubro la inmensidad que resuena en lo profundo de mi alma. No es tu talento lo que ahora me conmueve, no es tu excelencia lo que ahora me impresiona. En realidad, es el rostro de todos los inocentes y la llamada de la ternura suprema. Algo tan inefable como misterioso que brota desde lo más profundo del alma.
En tu silencio está el poder de mover las estrellas de mi pecho y de mi cara. 

Cuando miras con tanta consciencia lo que tu mente proyecta, parece que desnudas de ropajes superfluos todas las cosas que para protegerse se adornan. Tu mirada es el camino energético que los seres del Universo recorren para llegar al Profundo y, ya conscientes, vuelven a casa.

En realidad…, tu mirada basta.
Jósé Mª. Doria
INTELIGENCIA DEL ALMA

UN DÍA GRIS



Llueve todo el tiempo…las gotitas que se rompen contra el cristal parecen lágrimas que recorren la ventana deprisa. 

No es el tiempo lo que determina el color del ánimo de cada día. He vivido lluvias deliciosas y otras amargas.

Hoy está así…de ese modo en el que no sabes muy bien qué sentir.

A veces me gusta que llueva y mojarme bajo el chaparrón o que un paraguas enamorado venga en tu busca a pesar del huracán.

A veces tengo que repetirme a mi misma que hay que valorar lo que uno tiene y no acompañar la queja sobre lo que nos falta.

A veces también quisiera poder desojar la margarita sabiendo que me iba a responder que sí.

Miro a través de esta cortina de agua mientras sueño contigo…

viernes, 12 de diciembre de 2014

LA CASA IMPERFECTA



Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera. 

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. 

El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia.
Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera. 

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. “Esta es tu casa, querido amigo —dijo-. Es un regalo para ti”. 


Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!

A veces construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces, de repente, vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Sí lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.  Sería interesante conseguir actuar como si estuviésemos “construyendo nuestra casa”. La vida es como un proyecto de “hágalo-usted-mismo”. Tu vida, ahora, es el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado. 

Tu vida de mañana será el resultado de tus actitudes y elecciones de hoy .

TESTIGOS DE UNO MISMO



Hoy me he dado cuenta de que hay momentos en los que no somos conscientes de lo que hacemos. Suelen coincidir con las emociones fuertes, aquellas que rozan la gloria o las que se enfangan por el infierno.


He tenido ocasión de tener delante a personas que han hecho grandes ofensas a otras  o, por el contrario, a gente que han puesto el mundo a los pies de una tercera. En ambas ocasiones la percepción de lo que han protagonizado ha sido la misma. No se reconocen en la intensidad de sus actos. Ni en los malos, ni en los buenos.


Es realmente algo a tener en cuenta, porque quien sufre o goza de tales acciones les juzga en consecuencia; y hace florecer el rencor, el odio o el amor sin medida.


Frecuentemente, cuando se pasa la cuenta de lo que hemos sufrido a causa de las acciones ajenas o gozado con otras opuestas,  no somos justos. Y no lo somos porque es difícil ser imparciales;  no nos damos cuenta que ellos tal vez nunca quisieron hacerlo tan mal o tan bien. Y ahora niegan que así fuese.
Merece comprensión el asunto. Si realmente no fueron conscientes del daño que hacían o del placer que proporcionaban, tampoco lo serán más tarde del dolor que causaron o del gozo que ha dejado de proferir.


Es estúpido valorarlo a tiempo pasado.
Cada situación en la que nos vemos descolocados nos impele a comportarnos de forma extraña a lo que somos por eso no nos reconocemos luego cuando alguien nos dice lo que pasó. Es como si nos hubiésemos transformado momentáneamente y en ese cambio perdiésemos la memoria.


Luego cuando llega la calma, todo vuelve a su ser y seguro que quien fuimos en aquel centro del volcán ya no está.
He tenido que sufrirlo varias veces y he probado ambas cosas. Quien me causó dolor inmenso y quien me elevó al cielo. También me he dado cuenta de que esas dos personas no se han dado ni la mitad de la cuenta de lo que hicieron.


 ¿Puedo sentirme mal por lo que pasó, en un caso, o por lo que ha dejado de pasar en el otro?.

No me queda ningún otro camino que no sea la aceptación y la infinita comprensión para con lo que seguro me habrá pasado también a mí.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

LA VERDADERA SABIDURÍA NO ES LA ERUDICCIÓN



“Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:

--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
--No, señor -repuso el barquero.

--Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:

--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
--No, señor, no sé nada de plantas.
--Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.

El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:

--Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.
¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
--No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.

De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:

--Señor, ¿sabes nadar?

--No -repuso el joven.

--Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.”

No es a través del intelecto como se alcanza el Ser: el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría.