Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 1 de septiembre de 2016

DEMASIADO AMOR



A veces pienso que empleamos demasiado amor cuando cuidamos a alguien, cuando le ayudamos a crecer o cuando simplemente queremos a rabiar.

Cualquiera pudiera pensar que nunca es demasiado cuando se trata de este sentimiento, pero a veces los límites están bien, al menos, cuando debamos cuidar lo que manifestamos en el exterior.
A mí me pasa con todo. Amo tanto cuando amo que no calculo la medida. Y me pasa con la comida, siempre quiero tener lleno el frigorífico, la despensa, el trastero. Es como asegurar el sostenimiento de lo que quiero y está junto a mí. Y así lo lleno todo. 

Es como si quisiera ayudar a resolver los problemas de los demás nada más que los tienen. Me siento genial contribuyendo a ello.

También me pasa con las plantas. Nunca sé, en realidad, el agua que necesitan y siempre les riego demasiado. Tampoco quiero que pasen hambre o sed.

Me doy cuenta que si ponemos demasiado empeño en “otros”, en lo “otro”, lo restamos de nosotros mismos y posiblemente a los demás les sobre tanto ahínco.

Vuelvo a apostar por el equilibrio, el punto medio, la serenidad y el  dejar hacer.

Nuestro comportamiento refleja el de nuestros cuidadores. A mí me cuidaron así. A golpe de entusiasmo, de protección y de super cuidado. Tal vez, esta moneda brillante tenga otra cara porque he buscado esa cálida y placentera sensación de cobijo en el mundo al que salí al desprenderme de sus brazos.

Ello me  ha hecho un tanto indefensa. Tengo que reconocer que me cuesta ser dura y que lo hago solamente en situaciones extremas.

Hay que construir actitudes, modelar emociones y cincelar  expresiones.

Dejar ir, dejar hacer, dejar ser, dejar equivocarse, dejar volar, dejar llegar, dejar sentir, dejar pasar… dejar de fijarse tanto en los demás y de juzgarnos a nosotros mismos; dejar entrar el aire fresco y respirarlo con calma será un buen comienzo para este período del año que va en busca ya del otoño.

lunes, 29 de agosto de 2016

¿CÓMO DICES LO QUE DICES?



Os saludo hoy con este cuento que encierra una verdad que debe ser puesta en práctica si queremos suavizar las relaciones.
          Las formas, las maneras, los modos. 

Es tan importante lo que se dice como el “cómo” se dice. Las palabras duelen más que las heridas y sus cicatrices se cierran mal.
Debemos ser cuidadosos con las formas, los gestos, las actitudes y las modulaciones que acompañan a lo que decimos.

Lanzamos proyectiles sin saber el daño que causarán.

Seamos más serenos, más dulces, más calmados y menos vestidos de ego. 

No ataquemos y no nos dejemos molestar por lo que siempre es una opinión personal de otra persona. Pero sobre todo digámoslo con miel en vez de con hiel.

Aquí os lo dejo.
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"Los dientes del Sultán"

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna. 

El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño. 

- ¡Qué desgracia mi Señor! - exclamó el Sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
- ¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! 

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: 

- ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes. 

Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado: 

- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro. 

- Recuerda bien amigo mío --respondió el segundo Sabio-- que todo depende de la forma en que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado...
- No olvides mi querido amigo --continuó el sabio-- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad". 


Dice el libro de los Proverbios: "Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría... Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes... Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras.

La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias". Prov 18,4.20-21


domingo, 28 de agosto de 2016

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Domingo anterior

Swa lloraba desesperadamente y se abrazaba a sí misma con sus brazos en señal de recogimiento y defensa.

Ante el caso omiso del chofer de parar el vehículo, pulsó un botón que deslizó el grueso cristal que separaba ambos habitáculos.

.-¡He dicho que pare el coche!.- EL joven que iba al volante volvió ligeramente su cara con una leve sonrisa en sus labios. Swa no podía creer lo que estaba viendo.

 El conductor dirigía el volante  con un brazo pegado al cuerpo.

Un grito ahogado fue proferido por la mujer china que solamente podía repetir en su mente un nombre: ¡Steve!...

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Domingo, 28 de agosto de 2016  


Estaba allí, sonriéndola complicemente para indicarla que no le pasaría nada. 

De pronto, el coche se detuvo. Estaban lejos de la ciudad. Había ido rápido y en poco tiempo se habían alejado de aquel parque en el que el coche la había recogido.

.-¿Qué hace?.  ¡Arranque de nuevo!.- Steve  salió del auto y abrió con fuerza la portezuela del lado de aquel  hombre desconocido. Sin pensarlo, sacó una pistola con silenciador y la encañonó contra el traje de lujo de aquel hombre soviético. Un sonido seco implosionó dentro de aquellas ropas causándole la muerte de inmediato.

.-Vamos Swa no podemos quedarnos aquí. – Ella se montó en la parte delantera del coche después de haber tapado con una manta el cuerpo inerte del hombre muerto.

.-¡Qué vamos hacer!. No podemos huir continuamente Steve. Además ¿Por qué huimos?. Tengo la SIM del móvil de Owen.

.-¿Tienes la SIM?. ¡Estoy salvado!. Ahí están los datos que me faltan para completar el informe que debo entregar cuanto antes.
.-¿Lo sabe Owen?.- Swa comenzó a desconfiar. ¿Por qué tienes que elaborar un informe?¿Para quién?. ¿Qué es todo esto?. Steve por favor dime que no es verdad lo que estoy pensando.- Un silencio demoledor cayó sobre las últimas palabras de la mujer china.- ¡Dime que no!.

Mientras tanto, Owen buscaba desesperadamente a Swa. No podía entregar las pruebas sin ella. No quería hacerlo. Sería el final de una larga y penosa historia que quería compartir. 

Significaba entregar el dolor que había guardado tantos años dentro de sí para renunciar a la posibilidad de resarcirlo. Se desprendería del gozo de saber que los que le habían causado tanto daño sufrirían de igual modo ante sí. Depositaría en otros, la posibilidad de señalar con el dedo a los infractores y dejaría en sus manos, aquel sueño que le persiguió durante años. Ver con sus propios ojos el rostro del matrimonio destrozado ante la verdad.

No podía entender cómo había desaparecido aquella dulce mujer a la que amaba tanto. Tenía que encontrarla antes de dar ningún paso para resolver aquel pasado que le perseguía y estigmatizaba.

Steven miró a Swa desesperado.

.- No puedo hacer otra cosa o moriré. – Le respondió.
.-¿Por qué?¿Qué relación tienes con el pasado de Owen?.- El antiguo amante de la mujer china la miró inquisitivo. Alargó su mano tanto que casi rozó su jersey.

.- Dámelo.

.-¿Qué?.- Swa pensó en la tarjeta SIM sin saber que se equivocaba.

.-¡Dame la mitad del colgante egipcio que tienes en tu poder!. ¡Ya!...