Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 2 de marzo de 2013

EL HÁBITO DE LA FELICIDAD



Lo que mejor funciona a lo largo de la vida, en materia de conducta, son los hábitos. En realidad, a través de ellos logramos someter aquello que nos cuesta cambiar, lo que debemos olvidar o lo que se encuentra tan pegado a la mente que está presente todo el tiempo.
         Hay que recorrer un camino distinto para encontrar la ruta que nos lleve a la armonía perdida y cuando ésta se defina clara y definitiva ante nuestros ojos, convertirla en rutina de todos los días, en costumbre cosida a nuestro proceder cotidiano, en uso común que aporte la serenidad que no encontramos en aquello de lo que queremos desprendernos.
         La felicidad debería formar parte de los automatismos de nuestra vida. Que ser feliz fuese la normalidad y lo extraño y fuera de lo común, realmente, fuese la amargura.
         Estoy convencida de que hemos venido a ser felices. De que estamos aquí para descubrir el entramado del trayecto que nos lleva a ello.
Imagino, con frecuencia, que estamos inmersos en un  juego en el que nos han dado un mapa, semejante al de los tesoros de los cuentos, y que en él hay señales, indicios y signos que debemos aprender a interpretar y a seguir si queremos llegar hasta el objetivo final. Pautas, que debemos aprender a leer pero, sobre todo, un sinfín de pequeños premios intermedios que nos van ayudando en la conquista del último logro.
No todo es fácil en este camino cuyo trazo transparente debemos ir marcando a nuestro paso. Ahí, en las dificultades, en los errores y en las equivocaciones están los  aprendizajes que se convierten en recompensas cuando el temporal ha pasado.
         Es curioso que realmente un contratiempo sea un regalo. Cada uno conlleva un mensaje implícito que nos dice algo. A veces, incluso nos grita, desde la desgracia, el sentido que ésta debe tener en nuestra existencia. Lo peor es no aprender porque entonces nos quedamos condenados a repetirlo.
Prefiero quedarme con el deseo, la intención y la necesidad continua de ser feliz porque si está en mí, todos los pensamientos y emociones que los impregnen se dirigirán a que eso suceda…incluso, cuando el momento no me sea favorable, desde el centro de mi corazón seguiré clamando por mantener la bandera del entusiasmo anclada en él y la mirada siempre enamorada de la vida.
Solo así habré conseguido hacer de mi felicidad, el hábito más valioso.

viernes, 1 de marzo de 2013

LA VERDAD ( Cuento oriental)



Posiblemente, la mejor forma de caminar por la vida sea presentando, en primer lugar, nuestra verdad. Esa sincera forma de presentar lo que somos y cómo lo somos; de dónde venimos y hacia dónde queremos dirigirnos. 

Sólo la verdad puede abrirnos puertas, en ocasiones, o cerrar otras, algunas veces, pero las que se cierren no serán, entonces, aquellas por las que debimos pasar. 

Leamos este cuento oriental sobre el poder de la verdad.


Ya el sol se había puesto entre el enredo del bosque sobre los ríos.

Los niños de la ermita habían vuelto con el ganado y estaban sentados al fuego, oyendo a su maestro Gautama, de pronto llegó un niño desconocido y lo saludó con flores y frutos. Luego, tras una profunda reverencia, le dijo con voz de pájaro:

“Señor Gautama, vengo a que me guíes por el Sendero de la Verdad. Me llamo Satyakama.”

“Bendito seas –dijo el Maestro- ¿Y de qué casta eres, hijo mío? Porque sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría.”

Contesto el niño:

“No sé de qué casta soy, Maestro; pero voy a preguntárselo a mi madre.”

Se despidió Satyakama, cruzó el río por lo más estrecho, y volvió a la choza de su madre, que estaba al fin de un arenal, fuera de la aldea ya dormida.

La lámpara iluminaba débilmente la puerta, y la madre estaba fuera, de pie en la sombra, esperando la vuelta de su hijo.

Lo abrazó contra su pecho, le besó en la cabeza y le preguntó qué le había dicho el Maestro.

“¿Cómo se llama mi padre? – preguntó el niño- Porque me ha dicho el señor Gautama que sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría.”

La mujer bajó los ojos y le contestó dulcemente:

“Cuando era joven yo era pobre y conocí a muchos amos. Sólo puedo decirte que tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido.”

Los primeros rayos del sol ardían en las copas de los árboles de la ermita del bosque. Los niños, con los pelos aún mojados del baño de la mañana, estaban sentados ante su Maestro, bajo un viejo árbol.

Llegó Satyakama, le hizo una profunda reverencia al Maestro y se quedó de pie en silencio.

“Dime –le preguntó el Maestro- ¿Sabes ya de qué casta eres?”

“Señor –contestó Satyakama-, no sé. Mi madre me dijo: Yo conocí muchos amos cuando era joven, y tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido.”

Entonces se levantó un rumor como el zumbido iracundo de las abejas hostigadas en su colmena. Y los estudiantes murmuraban entre dientes de la desvergonzada insolencia del niño sin padre.

Pero el Maestro Gautama se levantó, trajo al niño con sus brazos hasta su pecho, y le dijo:

“Tú eres el mejor de todos los brahmines, hijo mío; porque tienes la herencia más noble, que es la de la verdad.”

Rabindranat Tagore.

jueves, 28 de febrero de 2013

COMO GATA EN EL TEJADO



         No hay mayor muro que la incomprensión. Nada parecido a no querer entender al otro, nada igual a no querer abrir la puerta de la mente para que no pase algo distinto a lo que hay en ella.
Cuando lo que vemos es el puntito negro en la llanura blanca, cuando nuestro criterio se ciñe a lo único que quema es imposible que nuestros pasos vayan a la par porque no hay espacio suficiente en el caminar de aquel que en todo ve un tropiezo. Pero ¡qué difícil es demostrar nuestras verdades o hacer más evidente lo obvio cuando no quiere verse.!!
Qué poco ayudamos a vivir a los demás cuando nos duele hasta la sonrisa cercana. Qué lástima no poder llenar de luz la mirada del que todo lo ve negro.
El que vive alimentándose de su propio veneno no puede sino repartir el virus de su propia amargura.
         Cuánto dolor se distribuye en el torbellino de su tormento y qué frágil es en el fondo su corazón que no puede estremecerse ante el débil o el afligido, ni sentir más que odio ante quien se muestra feliz.
         Por desgracia hay que convivir con seres oscuros, tan tóxicos para sí mismos como molestos para el resto y todo ello sin poder ayudarles a ver que lo único que es válido en esta experiencia vital es hacer felices a los demás mientras lo vamos siendo nosotros.
Las cosas siempre son sustituibles, mejores o peores, mayores o menores, pero en cualquier caso siempre existentes.
Los recuerdos, las vivencias, el éxtasis o el dolor…nunca caducan. Siempre están reposando como estratos en el fondo del alma, dispuestos a servir de colchón en los momentos en los que desplomarnos es tan fácil como respirar. Por eso quiero coleccionar emociones, una tras otra y no perderme ninguna.
Me urge tragarme de un sorbo el mundo de este instante que no vuelve o del siguiente en el que aún me siento viva.
A ratos me arrepiento de lo que no he reído, de lo que no he abrazado, de lo que no he besado…de pensamientos dulces que no he tenido, de las lágrimas que me he tragado, de la dicha que se me ha escapado.
Ahora no quiero perderme ni un instante de la vida. Ya no.

miércoles, 27 de febrero de 2013

EL PODER DEL MOMENTO II



Continuamos, hoy, aludiendo al poder del momento y sus inmensos beneficios contra el parloteo de la mente que siempre quiere instalarse en tiempos que no existen.
         Una de las claves que utilizan las personas que han sufrido grandes tragedias en sus vidas para poder seguir adelante es tomarse la vida día a día. Si esta filosofía nos puede sacar adelante, en los peores momentos, ¡!imaginemos lo que logrará en los buenos tiempos!!. Cada día, sin duda, es un nuevo comienzo.
         Solo viviendo el momento actual podemos crear el futuro que deseamos. Cada momento nos ofrece las opciones que van modelando nuestro destino.
 El pensamiento es la semilla de la acción, la acción crea el hábito, el hábito moldea el carácter y nuestro carácter moldea el destino. Los pensamientos que elegimos a cada momento determinan el punto en el que estaremos en el momento siguiente.
Solemos atropellar las acciones, ir siempre delante de lo que hacemos y a la vez intentar resolver varios asuntos de la índole que sean.
Tratamos de abracar demasiado, creemos que si llenamos la vida con acciones superpuestas será más rápido su paso y menos doloroso. Nos empeñamos siempre en ir por delante del tiempo y acabamos detrás de él tratando de alcanzarle.
Es importante centrarnos en lo que hacemos, cosa a cosa. Sin adelantar sucesos, sin prever lo que pueda acontecer, sin inventar el segundo siguiente, sin acelerar el suceder pausado de lo que estamos haciendo.
Entreguémonos al gozo de dedicarnos al presente. Vivimos el momento que sucede. Éste que leemos estas líneas. Cerremos los ojos y digámonos cómo realmente estamos aquí y ahora…serenos en nuestro sentir, plenos en nuestro querer y después de ello, tranquilamente volvamos a la siguiente tarea que nos espera.
 Eso sí, a ella sola.


(Parte de las reflexiones de estas dos entradas en el blog han sido tomadas del libro .- “Los diez secretos de la abundante felicidad”.- de Adan J. Jackson; libro que debería acompañar a nuestra mesita de noche, siempre.)

martes, 26 de febrero de 2013

EL PODER DEL MOMENTO I



Nada tiene más poder que el momento presente. El único momento que podemos vivir es ahora. Si miramos hacia atrás y recordamos períodos de felicidad o incluso de tristeza, lo único que llega a nuestra mente son flashes de momentos. No recordamos años, meses, semanas…ni siquiera días. Solo momentos. Momentos en los que vemos, oímos o sentimos algo.
         Por ello, solamente podremos lograr el máximo de esta vida obteniendo el máximo de cada momento. Si un momento es especial y mágico, entonces la vida se convierte en mágica y especial. El secreto está en coleccionar tantos momentos de ese tipo como se pueda. Nunca habrá otro ahora, por ello lo mejor que podemos hacer es sacarle el máximo provecho. Aunque la vida en este momento, tal vez, no es todo lo que desearíamos, es todo lo que tenemos.
“Este día, no volverá a amanecer jamás.” Perderlo es tan estúpido como tratar de vivir lo que tal vez nunca llegará. Solemos reflexionar sobre el pasado, aventurar el futuro y entre tanto se nos escapa el presente inmediato que no gozamos por mantener la atención en ambas dimensiones inexistentes.
Debemos aprender a tomar las cosas cuando vienen y dejarlas ir cuando se van. Si nos centramos en el futuro distante posiblemente nos sentiremos abrumados y deprimidos. Gastamos nuestro tiempo levantando castillos en nuestra mente sobre cosas que no han ocurrido. Crecen como gigantes y les concedemos el poder de asustarnos cada vez con más con sus oscuras intenciones. Lo que ignoramos es que lo más probable es que no sucedan jamás. En realidad, hoy es el mañana por el que nos preocupamos ayer.
Vivir el presente es la única forma de evitar miedos y preocupaciones por eso la mayoría de las religiones, incluso, han adoptado esta filosofía. Cuando le preguntaron a Jesús sobre cómo orar, les recitó El Padre Nuestro en el que no faltó una referencia al valor del presente: …” El pan nuestro de cada día, dánosle hoy”…no mañana, ni desde ayer.
La vida misma es como ese pan. Algo que hay que se necesita hoy para consumir en el instante. No pueden guardarse los momentos mejores para volver a sacarlos del baúl y vivirlos mañana. Tampoco regresan los que se vivieron.
Todo tiene su discurrir en el instante que sucede y no puede atesorarse sino en el corazón. Pero démonos cuenta que en verdad se trata de un tesoro. El único que llevaremos siempre encima. (Continuará…)