Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 9 de junio de 2016

NADIE SABE LO QUE TE PASA



Vemos a gente por la calle; vecinos, amigos, compañeros, amores, familiares… gente que come a nuestro lado, que toma un café o que pasa dejando en el aire un rastro de sí mismo sin sabor a nada.


Nadie sabemos nada de nadie. Nadie sabe nada de nosotros. Sonreímos, cruzamos miradas, nos rozamos codo con codo, trabajamos juntos y sin embargo, nadie nos conoce, nadie sabe de nuestras penas, nadie sabe si cuando estamos solos reímos o lloramos.


Nos ponemos un escudo porque lo que realmente queremos es protegernos del dolor. Resguardarnos de los cotillas, de la gente chismosa, de los que solo van a rumiar la carroña.


Cuando depositamos en alguien nuestras penas le estamos poniendo en sus manos nuestro corazón. Le estamos dejando nuestra intimidad al desnudo. Nuestro desnudo más integral.


La verdad es que a pesar de todo tenemos que pasarlo solos. Todo, lo que sea. Cuando aún te han sucedido pocos sin sabores estás deseando que otros te ayuden a pasar el mal trago. Cuando éstos se van acumulando te acostumbras a pasarlo mal a solas.


Hay que resistir los malos momentos; dejar pasar las horas en las que nos sentimos muertos e integrar en nuestra rutina la nueva situación. 


Y un día, sin saber cómo ni por qué, el milagro sucede. Ya no te duele igual, ya no piensas tanto, ya no tiene el mismo sentido y el sol parece brillar de nuevo.


Entonces empiezas a verlo todo otra vez. Aquello que pasaba delante de ti y no te dabas cuenta, los colores de las ropas, los aromas de las calles y las luces brillando para ti.


Las sonrisas de otros que tanto molestaban empiezan a ser tus cómplices y de nuevo crees en la vida y en tu destino.
Lo mejor está por suceder.


Caminas entonces con un propósito: el de sentirte liberado de esa sensación tremenda de abandono de ti mismo. 


Y por fin respiras profundo y sabes que hay un más allá aún por vivir y que es para ti.

miércoles, 8 de junio de 2016

ERES TODO LO QUE CREES



En realidad uno es lo que cree ser. Lo que pensamos se hace realidad porque todo nuestro plan está detrás de ser lo que creemos.

No es magia. No es ilusionismo. Es pura matemática lógica. Si crees ser una cosa o de una forma, cuando planeamos, programamos y planificamos lo haremos de acuerdo a nuestra idea del ser y también actuaremos “como si así fuésemos”.

Se suman los intentos, se multiplican las acciones y al final de todo, somos como creemos ser.

Lo peor es si con el tiempo descubrimos que somos lo que no queremos ser. Lo mejor es saber que también se puede revocar esa idea y de nuevo planear ser de otra forma.

De cualquier modo, terminaremos siendo tan grandes o tan pequeños como nos veamos en nuestra mente.

Aquí os dejo un cuento Zen sobre este mismo tema.

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“…A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones, le dijo el maestro, “naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?”


“Han cambiado mis talentos”, respondió el monje.

“No, has cambiado tú”, dijo el maestro.

“¿Y no es lo mismo?”, dijo el discípulo.

“No, tú eres lo que tú piensas que eres, cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú”.

martes, 7 de junio de 2016

ECOS DE SIRENA



Hablar y hacer no es lo mismo. Lo primero se nos da muy bien. Lo segundo nos cuesta mucho más. Y si lo que pretendemos es que la palabra sea coherente con la acción, entonces son muchos los que fracasan.

Luego están los que se creen sus propias palabras, aunque no tengan nada de realidad, o los que las venden como humo e incluso los que juegan a magia con ellas.

Palabra y palabrería tampoco es lo mismo. La palabra está hecha para dar. Es como un regalo cuando sirva para entendernos.
La palabrería está pensada para engañar. Es como una caja vacía, un pozo sin fondo o un cuadro sin marco. Los límites no existen y el agua se escapa por todos los sitios.

También está el que oye y el que escucha. El que oye no discrimina, el que escucha analiza. Es como si el que oye distribuyera ruidos de fondo en el panel de lo oído. 

Si escuchamos, si interiorizamos lo que llega del otro apreciaremos matices, secuencias, modos y maneras de decir; y posiblemente, entre ellas vayan los ocultos mensajes de la mente que ni conscientemente quisiésemos dar. 

Los sentidos nos engañan muchas veces porque ver tampoco es igual que mirar; ni tocar que sentir.

Cuando miramos podemos ver y apreciar. Si solamente vemos puede que se nos oculten los colores más bellos o los rasgos más díscolos.

En el fondo, todo es cuestión de afinar la percepción, de estimular los canales de entrada de la información y de seducir al alma para que descubra lo mejor de cada escucha, cada visión o de cada pálpito.

Que no sean ecos de sirena, que no nos confundan las caracolas. Que si lo que vemos es arena y no cal, sea porque estemos en una playa y no en un solar derruido sin posibilidades de construcción.

Que en nuestra inseguridad estemos seguros de que lo que elegimos nos va a hacer siempre más felices.

Que sea eso, en realidad, el único criterio de elección para hacer mejor nuestros días.

lunes, 6 de junio de 2016

TESTARUDEZ EMOCIONAL



En muchas ocasiones nos negamos a abandonar el barco, aunque veamos que se hunde. Nos negamos por lo que hemos invertido en él. Por el trabajo, la pasión, las horas muertas y las vivas, el minucioso cuidado o el mucho empeño.

Hay una testarudez manifiesta en el que invierte. Cualquier inversión, obliga en cierto modo, a esperar los beneficios y si no llegan, a seguir esperando. Sin embargo, las expectativas no satisfechas nos encierran en una especie de olla a presión en la que somos el proyectil.

En realidad, lo que tenemos que lograr es que no nos haga falta lo que no nos hace bien.

Seguramente, si lo pensamos ya hemos obtenido bastante por lo que invertimos. Sueños cumplidos, horas de gozo o momentos inolvidables.

Ellos, por sí solos, ya son beneficios con réditos. Lo que no podemos pretender es que duren siempre porque no  podemos cambiar la actitud de los demás pero si podemos dejar de entrar en su juego, aunque ello signifique salir del círculo en el que quisiéramos seguir con final feliz.

Os dejo un breve cuento al respecto muy ilustrativo.
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El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India. Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos. Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos “dulces” que se le puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.


Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles. Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo:


-Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?

Casi sin poder hablar, Nasrudín comento:

-Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.
Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo:

-Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?

Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo:

-Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.

domingo, 5 de junio de 2016

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo )



Domingo anterior

(…) Después de un largo rato en silencio fue en busca del primer cigarrillo de la mañana. El paquete de tabaco estaba encima de un papel doblado que no recordaba haber puesto allí.
Mientras sacaba un cigarro de su interior, tomó en su mano aquella hoja de papel un tanto arrugada y sucia.

¡No podía ser!...aquellas letras estaban escritas en sanscrito. Era la nota que había metido en su bolso en la última escena de su sueño…

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Relato del Domigo ( 05_06_2016)

Cuando alargó su brazo para coger la nota se dio cuenta de que en sus muñecas había unas marcas pronunciadas. Sin duda no era un sueño lo que acababa de suceder.

Estaba mareado y con la vista no demasiado clara. No había duda de que le habían drogado. Era médico y conocía a la perfección los síntomas de una droga química.

Se sentó en la cama desplomándose entre aquellas sábanas arrugadas al azar. ¡No podía ser!. ¿Quién le habría llevado hasta allí?¿Dónde estaba Swa?.
Al instante se percató de unas tenues pisadas que parecían deambular alrededor del dormitorio. Era evidente que no estaba solo.

Se acercó a la puerta para escuchar el tránsito de unos pies que parecían diminutos y ligeros por el calado, casi imperceptible, del talón en la madera del suelo.

.-¡Una mujer!.- Pensó inmediatamente en su amante pero acto seguido pasaron por su mente las últimas imágenes de aquella horrible escena junto al caserón donde aquella mujer había sido violada. 

.-¡No puede ser!, se desvaneció en mis brazos. Ni siquiera sé si sobrevivió. ¿Quién puede ser?.- Comprobó que los pasos se acercaban sigilosamente. No pudo evitar un sobresalto que aceleró su corazón hasta llevarle a sus sienes.

Retirándose de la puerta intentó pronunciar alguna palabra de alerta pero se había quedado sin voz. 

De nuevo, sintió que otra persona se acercaba también. El miedo le impedía abrir la puerta de su habitación y averiguar qué estaba pasando.

Unos golpecitos sordos y repetidos se incrustaron en la puerta.

.-Toc, toc, toc… ¿señor está despierto?. ¿Puedo abrir la puerta?.- Aquel permiso era solicitado por una delicada voz desconocida. Su acento extranjero parecía proceder de un país oriental. Inmóvil y desorientado permaneció en silencio. Sin embargo, los golpes volvieron a repetirse.

.- Lo mejor sería volver a la cama y aparentar estar dormido. – se dijo.Tal vez de esa forma pudiese saber qué sucedía.
Tras esperar unos breves instantes, la puerta se entreabrió dejando a la vista dos mujeres muy diferentes.

Una de ellas de cuerpo ligero y frágil. Baja de estatura y con sencillas ropas que denotaban su condición de asistenta. La otra, alta y elegante. De aspecto frío e indiferente.  Ambas desconocidas para él.

Entre las sábanas pudo escuchar la conversación que ellas mantenían.

.- El señor aún duerme.

.-Hay que comprobar que es así.  ¿Seguro que le puso la dosis adecuada?.

.-Sí señora. Hice todo lo que usted me dijo.

.- Bien. Cerremos la puerta entonces. Aún dormirá algunas horas más.- Y diciendo esto, la mujer de pelo largo y moreno cerró la puerta dejando un diminuto papel entre ésta y el marco.- Sabremos si la ha abierto. No podrá escapar de aquí…