Es terrible ser un triste. Mucho más terrible de lo que pueda imaginarse. Evaristo lo comprobó al día siguiente.
Tras haber perdido la sonrisa, nada le parecía divertido. Todo lo contrario; hasta le daba rabia ver a alguien sonriente y pensaba que era un tonto de remate. Porque él, desde luego, no veía motivos de alegría por ningún lado.
Pese a ser ella misma una mujer triste, incluso su madre notó que algo le pasaba.
- ¿Estas bien? -le preguntó en el desayuno.
- Claro que estoy bien. ¿Por qué me lo preguntas?
- Estás tan serio…….
- ¿Y por qué no iba a estarlo? -preguntó Evaristo, poniéndose más seria aún.
Su madre se encogió de hombros. En realidad, ella veía las cosas exactamente igual. ¡Pero como otros días hijo parecía tan alegre…!
También algunos profesores le preguntaron en el colegio se le pasaba algo. Y se lo preguntó su amigo Juáncar.
Evaristo, cada vez más enfadado, respondió a todos que no; que no le dolía la tripa, ni las muelas, ni se había peleado con Zenón (que era el bruto de la clase) ni estaba enfadado por nada en particular. A todos les dijo que, si estaba serio, era porque no tenía ganas de reír. Y que, si no tenía ganas de reír, era porque no había ningún motivo para ello.
Y cuando más enfadado estaba por tener que responder mil veces a lo mismo, se le acercó Alicia.
- ¿Qué te pasa? -le preguntó también.
-Nada.
Alicia iba a la misma clase que él. Tenía el pelo corto, algo rizado y negro; respingona la nariz y muy redonda la cara. Siempre estaba sonriendo. Decían los profesores que era la persona más alegre del colegio
Evaristo había jugado muchas veces con ella, pero había hablado pocas…. Quizá porque le ponía algo nervioso. ¡Le parecía tan guapa! La más guapa del colegio. Aunque claro está que nunca se lo había dicho. Ni a ella ni a nadie.
- ¿Por qué estás tan serio? -volvió a preguntarle
Alicia.
-No estoy serio.
- ¿Ah, no?
-No. Estoy normal
- ¿Ah, sí?
- Sí
Alicia estaba asombrada. Qué repuestas tan secas y malhumoradas. Algo le pasaba a Evaristo. Insistió:
- ¿No vienes a jugar al patio?
- No
-¿Por qué?
-Porque no.
-¿Y por qué ¡por que no! ¡Jugar es divertido!
-se impacientó la chica.
-Pues yo no le veo la gracia -respondió Evaristo.
-¿Te ríes de mí? -replicó Alicia, en el colmo del asombro.
Evaristo, en el colmo de la irritación, le gritó;
-Yo no me río de nada! ¡Jugar no es divertido!¡Nada es divertido!
-¡Mentira! -se indigno Alicia- ¡Hay montones de cosas divertidas!
Evaristo hizo un gesto despectivo;
Eso se creen los bobos como tú, que no saben más que reír y sonreír sin venir a cuento.
-¡Yo no soy boba! -exclamó Alicia, muy furiosa.
-Pues no sonrías más. Haz lo que la gente seria como yo.
Alicia no entendía nada. No podía comprender que de verdad Evaristo pensara todo lo que estaba diciendo. Ahora sí que estaba completamente segura de que su amigo tenía algún problema, algún problemón que no se atrevía ni a decir. Por eso tenía un humor tan pésimo y decía las tonterías que decía.
- ¿Por qué no me dices de una vez lo que te pasa?
-Le suplico con cara seria.
-¡¡Nada, gilitonta!! -grito Evaristo-,¡¡No me pasa nada!!
Y se alejó, hecho una furia, hasta una esquina del patio del colegio.
A Alicia casi se le saltaron las lágrimas ante aquel nuevo e inesperado insulto.
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Este relato nos indica qué sucede cuando cada uno estamos tristes, malhumorados o ansiosos. El problema no está fuera , no está en los otros, ni a veces en las circunstancias. La verdadera dificultad está en nosotros.
Nos sentimos mal, el mundo parece en nuestra contra, no sabemos gestionar lo que nos sucede y la única forma de relacionarnos desde nuestra desazón es el silencio iracundo, la pasividad agresiva o el desencanto amargo a cada paso.
Cuando tengas a alguien delante de ti con esta acritud instalada en sus venas, no lo juzgues, no te sientas culpable y no lo culpes.
Está sufriendo. Esa es la explicación.