Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 19 de octubre de 2018

EL MUNDO DE TUS SOMBRAS



Todos estamos hechos de luz, pero también todos tenemos sombras, partes oscuras en las que no queremos mirar.

Sin embargo, son esas las que más atención requieren por nuestra parte porque las zonas sin luz nos hacen vulnerables en ellas y no nos permiten prepararnos ante las amenazas que nosotros mismos permitimos.



No sabemos por qué, ni qué razón tienen en nosotros. Tampoco como han aparecido o si nos acompañaron siempre o si se hicieron más fuertes y amplias con el tiempo.

Es un primer logro reconocerlas, determinar dónde están, saber su profundidad y sobre todo, entender que son parte nuestra y que si no logramos sanarlas peligrará nuestra propia integridad.

No querer verlas, ocultarlas a los ojos de los demás para no mostrar nuestra debilidad o incluso, vivir como si no existieran solamente nos traerá complicaciones. Efectivamente existen y son tan poderosas que no podremos librarnos de ellas si antes no nos hacemos amigos de su oscuridad.

Cada uno sabe en qué es más débil, cuáles son sus miedos y cómo le acechan sus fantasmas. Queremos huir pensando que de ese modo se evaporarán como el humo y en ese juego absurdo perdemos siempre.

Hay que comenzar por reconocerlos: …” soy tímida/o, me cuesta ser independiente, me siento temeroso/a ante la soledad, no puedo enfrentarme a los agresivos/as, me anulan las voces…” éstas y otras zonas oscuras nos devorarán si no somos capaces de mirarlas a los ojos y logramos perderles el miedo.

Siempre me ha gustado la frase: …” Aún con miedo, hazlo igual”.

Que no te frenen tus temores. Que no sean causa de tu inmovilidad. Que te permitan seguir adelante y tener cada vez más confianza en ti.

No lo olvides.

 “Hazlo igual”. 

De esa forma ya te has ganado a ti misma/o.

martes, 16 de octubre de 2018

¿CONOCES A PERSONAS ASI?¿TAL VEZ TÚ MISMO/A?



Todos conocemos a personas que no callan. Que quieren solamente demostrar lo que saben. Que de la conversación hacen un pretexto para exhibir lo que conocen o lo que ni tan siquiera llegan a conocer.
Son personas insufribles. Llenas de sí mismas y muy poco receptivas a las nuevas ideas y aprendizajes del entorno.




          La erudición nunca es lo mismo que la sabiduría. La primera se refiere a datos, a contenidos, a saberes cuantitativos. La segunda nos habla de cualidad y calidad. De aprendizajes vivenciados y de prácticas y experiencias
Que dejan tras de sí un poso de utilidades que unen la razón y el corazón.

Veamos este breve cuento alusivo a ello.

De las personas que llevan la erudición por bandera solemos alejarnos solos; lo peor es si nos reconocemos como tales, porque huir de nosotros mismos es imposible. Tal vez nos quede poder reflexionar y ubicar nuestra forma de ser en una u otra orilla del conocimiento.


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“En cierta ocasión, un hombre de gran erudición, fue a visitar a un anciano que estaba considerado como un sabio. Llevaba la intención de declararse discípulo suyo y aprender de su conocimiento. Cuando llegó a su presencia, manifestó sus pretensiones pero no pudo evitar el dejar constancia de su condición de erudito, opinando y sentenciando sobre cualquier tema a la menor ocasión que tenía oportunidad.

En un momento de la visita, el sabio lo invitó a tomar una taza de té. El erudito aceptó, aprovechando para hacer un breve discurso sobre los beneficios del té, sus distintas clases, métodos de cultivo y producción. Cuando la humeante tetera llegó a la mesa, el sabio empezó a servir el té sobre la taza de su invitado. Inmediatamente, la taza comenzó a rebosar, pero el sabio continuaba vertiendo té impasiblemente, derramándose ya el líquido sobre el suelo.

-¿Qué haces insensato? -clamó el erudito-. ¿No ves que la taza ya está llena?

-Ilustro esta situación -contestó el sabio-. Tú, al igual que la taza, estás ya lleno de tus propias creencias y opiniones. ¿De qué te serviría que yo tratara de enseñarte nada?”