Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 27 de junio de 2015

AGNUS DEI



“Cordero de dios”, víctima ofrecida por los pecados.
 
Siempre me ha impresionado esta imagen. Los sacrificios, en nombre de una gratitud nunca debida, el sometimiento silencioso, en virtud de un trono prometido que nunca llega. La bondad sacrificada en aras de los infiernos.

Tenemos lo que somos. Y somos el resumen de nuestra historia. El compendio de una biografía que explica las luces y las sombras de nuestra personalidad.

Me he dado cuenta que no se puede cambiar a nadie, ni siquiera forzarle a dar un giro. 

Caminamos a nuestro paso y a veces, sin filtro. Acusamos,  enjuiciamos y condenamos con la vara de medir que hemos construido en base a nuestros propios golpes. Sometemos los problemas nuestros y los de otros al escrutinio del verdugo que nos acusó en su día y que dejó marca en nuestro corazón.

Reímos, lloramos, vamos y volvemos al mismo punto desde el cuadrito que nos enmarca. Estamos asfixiados dentro de nuestros rencores, nuestros odios y nuestros pequeños reinos de taifas. 

Creemos que todo es del color con el que se viste dentro de nuestra retina y negamos la posibilidad de comprender al otro poniéndonos en sus zapatos.

Es difícil escuchar para comprender. Generalmente oímos para responder y respondemos con el sargazo de los mares revueltos de nuestros días de tormenta.

Es complejo tensar la cuerda. Difícil saber hasta donde hace daño o cuando deja de hacerlo en las muñecas del otro. 

La vida misma es un continuo vaivén de sensaciones intensas que van mostrando al alma que nada es blanco ni es negro, que la luz es tal porque le sigue la sombra, que al amor le acompaña el dolor y que a la lluvia siempre le sigue el sol.

Quien esté libre de sí mismo y sus errores, que tire la primera piedra.
Un día más, aprendiendo.





viernes, 26 de junio de 2015

AMOR Y ADICCIÓN: EL MISMO ORIGEN



Me ha dejado muy sorprendida este artículo. Realmente explica, de alguna forma, los comportamientos adictivos en las emociones.

La zona que se activa con las sustancias de drogadicción es la misma que se estimula en el amor. Interesante conclusión porque para algunos casos, los más recurrentes e interminables, se revelan las recaídas en la misma relación caminando siempre en círculo.

De la droga se sale. Del amor, si es amor, no.
La buena noticia es que si no lo es, pasará por las fases de la desintoxicación y al final quedará limpio para volver a empezar. 

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Una nueva investigación multinacional encontró la región cerebral donde se registra la actividad emocional del enamoramiento. Según investigadores de las universidades de Concordia, Canadá; Syracuse y Virginia Occidental, Estados Unidos, y el Hospital Universitario de Ginebra, Suiza, la región donde se ubica la sensación de amor está vinculada al área donde se origina el deseo sexual, aunque ambos están separados en cuanto a origen.

Así, los científicos del estudio alegan que el amor se origina en la misma zona donde se presenta la adicción a las drogas. Estudios previos ya habían mostrado que las emociones humanas provienen del sistema límbico, estructura de respuestas fisiológicas que alberga el hipocampo, tálamo, hipotálamo, la amígdala, entre otros.

Es en esta región donde se controlan los impulsos emocionales, como la conducta, la atención, el humor, la memoria, el placer, la adicción, entre otros comportamientos fisonómicos del cerebro y el organismo.

Pero siempre fue todo un reto ubicar el área precisa donde el amor se manifiesta, ya que, a diferencia de otras emociones tangibles como la ira o el placer físico, el amor parece tener una complejidad que abarca muchas áreas cerebrales. El equipo internacional realizó 20 pruebas que analizaron la actividad cerebral en momentos de experiencia amorosa y de deseo sexual.


                Sin embargo, la región que se activa con lo amoroso, aunque responde en las áreas del deseo sexual y la comida, sólo funciona cuando existe un elemento inherente en la experiencia del amor; la misma que se presenta en la adicción a las drogas.

               Pero tanto el placer a la comida y al deseo sexual, como a las drogas, necesitan de un estímulo físico para poder concretarse. El amor, en cambio, siendo más abstracto y complejo, se origina sin la presencia de una persona u objeto.

"Y en el cerebro el amor funciona de la misma forma a cuando la gente se vuelve adicta a las drogas" explicó a la BBC el profesor Jim Pfaus, de la universidad de Concordia y líder del estudio.


http://www.ngenespanol.com/fotografia/lo-mas/12/06/27/region-cerebral-del-amor.html

jueves, 25 de junio de 2015

VIVE SUEÑOS, NO PESADILLAS



Muchas veces vivimos pesadillas pensando que son sueños. Queremos tener un plan que nos haga felices y el plan nos tiene a nosotros y nos domina, nos somete o nos relega al cuarto oscuro de la indecisión.

Lo peor que nos puede suceder, desde el punto de vista emocional, es navegar en la desesperanza, en la incertidumbre y en la inestabilidad. 

No conocer los parámetros en los que nos movemos y no disponer de un código que nos permita interpretar lo mismo, nos embarca en el caos.

A veces las pesadillas las construimos ladrillo a ladrillo. Poco a poco, lentamente, dejando que se rompa un pedazo, permitiendo que se deshile un trozo, no dando importancia a los detalles, sucumbiendo al desmorone de lo que a veces se ha levantado con tanto esfuerzo.

No hemos venido a sufrir. Pero sufrimos y mucho.

No hemos venido a empujar el barco, sino a dirigir el timón. No hemos llegado con el corazón vacío sino con una herencia legendaria de infinitas vidas y de almas ligadas a nosotros que nos regalan un millón de posibilidades para que elijamos.

 A veces, elegimos mal y siempre lo mismo. Hasta que superemos, uno tras uno, nuestros propios límites.

Las pesadillas nacen de sueños mal vividos. 

Lo que configura la caja de las sorpresas de nuestra vida es la decisión de hacernos cargo de las intención de ser felices.

En ocasiones confundimos nuestra felicidad con las ganas de hacer felices a otros. Nos empeñamos tanto en que los demás estén a gusto que olvidamos nuestro propio bienestar.

Y es que todo debería venir rodado. Al  empeño de que todo marche bien a nuestro alrededor, correspondería engendrar un ambiente excelente lleno  buenas vibraciones donde el bienestar primase para todos todo el tiempo.

No es tan fácil. Por eso y viendo que lo de fuera no depende de nosotros, sino que responde a leyes propias ajenas a nuestra voluntad, terminamos por entender que lo único posible es dominarnos a nosotros mismos, orientarnos como sea mejor para nosotros y sobre todo, construir nuestra propia felicidad a costa de lo que sea.

Nadie mejor que uno mismo para regalarse el placer de ser feliz.

miércoles, 24 de junio de 2015

TÚ NO PUEDES SALVAR A NADIE



Lo he pensado mucho. Estos días en los que las aguas han estado cada vez más revueltas, en los cuales he sentido tanta angustia, tanta impotencia y hasta tanto rencor por acciones que escapan a mi control y hasta mi razonamiento, lo he entendido al fin.

         Nadie puede salvar a nadie. Ni siquiera uno se puede salvar dentro del otro porque nada de él somos nosotros, nada nos pertenece, nada nos identifica.

         A lo sumo podemos acompañar en el camino si es que la compañía sirve de algo, pero no podemos hacer pensar de otra forma al otro ser, ni sentir con su corazón.

Hemos de dejar la idea romántica e inoperante de que podemos intervenir en el cambio. No hay tal cambio si no se produce desde las lágrimas internas que logran deshacer la armadura oxidada que sirve de coraza.

 Me han gustado estas reflexiones interesantísimas.

Vivimos equivocados. No tenemos poder sobre el otro. Ninguno. No hay posibilidad de vivir su llanto, de sentir su dolor, de pasar sus crisis.

Por eso…

“…Puedes estar presente con ellos, ofrecer tu estabilidad, tu cordura, tu paz. Incluso puedes compartir tu camino con ellos, ofrecer tu perspectiva. Pero no puedes quitarles su dolor. 

No puedes recorrer su camino por ellos. No puedes ofrecerles respuestas correctas, ni tampoco respuestas que no sean capaces de digerir en ese momento. 

Ellos tienen que encontrar sus propias respuestas, plantear sus propias preguntas o bien perderlas, ellos tienen que hacerse amigos de su propia incertidumbre.

Ellos tendrán que cometer sus propios errores, sentir sus propias tristezas, aprender sus propias lecciones. 

Si realmente quieren estar en paz, tendrán que confiar en el camino de sanación que se vaya revelando paso a paso. Pero tú no puedes sanarlos. 

No puedes ahuyentar su miedo, su ira, sus sentimientos de impotencia. Tú no puedes salvarlos, o arreglarles las cosas. 

Si presionas demasiado, ellos podrían perder su tan singular camino. 

“Tu camino podría no ser el de ellos. “

Jeff Foster