Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 2 de agosto de 2018

LAS RAZONES DE CADA UNO



Cada uno tenemos nuestras razones para actuar de una u otra forma. A veces, ni siquiera nosotros las entendemos, otras las negamos y alguna más las confundimos. Pero de cualquier modo, son las nuestras, conscientes o no.



Es difícil entender la vida de otro. Nos empeñamos en ello e incluso en “vivir” de alguna forma las vidas ajenas conociendo sus detalles; pareciese que fuera un modo de salvar la nuestra. Sobre todo si comprobamos que no sólo a nosotros nos suceden desgracias, si vemos que los demás también lloran y nuestros problemas no son únicos.

En realidad, salvo en casos muy particulares, todos vivimos situaciones similares. Cambia el contexto, los objetos que nos rodena e incluso las personas que nos acompañan, pero a todos nos gusta lo mismo básicamente. Que nos quieran, que nos cuiden, que seamos capaces de demostrar lo que valemos, que nos den o que sepamos ganar oportunidades y que la salud nos acompañe para disfrutar con aquello que nos hace felices.

Más  básico de lo que creemos, más simple, más sencillo. 

En realidad, nos diferenciamos en poco y estamos más cerca los unos de los otros de lo que creemos.

Por eso la envidia por los demás es estúpida. Cuántas veces he añorado para mi, situaciones de personas cercanas que me parecían envidiables y la vida me ha demostrado después que el camino es largo y todo puede variar en un momento. Que nadie es feliz siempre ni para siempre, que las personas cambiamos y que todo lo que comienza, termina.

No es ni malo ni bueno. Es una ley que se cumple inexorablemente. El cambio, la marcha, el declive, la felicidad en momentos congelados, la vida vibrando al unísono del tiempo que se escapa a cada instante.

Este es el momento, hoy, ahora. Lo vivido también sirve. 

Lo que vendrá, nos seguirá sirviendo. Estoy segura, hasta el último instante de vida.

martes, 31 de julio de 2018

EL DOLOR DE LO INJUSTO



Cuando somos víctimas de una injusticia nuestro dolor e impotencia nos invade. Nada peor que ver que no puedes demostrar lo que sabes que está equivocado en quien condena. La injusticia es lo que hace insoportable la vida.

El daño gratuito o la acusación infundada nos llevan, sin remedio, a utilizar la inteligencia. 



En realidad, la vida lo demuestra todo. La verdad está impresa en el aire y alguna vez se manifiesta a pesar de todo y de todos. Y lo puede hacer de muchas maneras, como en el cuento que veremos ahora. 

 La verdad se impone a la larga. El tiempo pone a cada uno en su lugar y por muy dura que sea la afrenta nos llegará de vuelta la recompensa, el equilibrio.


“…Cuenta una antigua leyenda, que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuró un “chivo expiatorio”, para encubrir al culpable.

El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas esperanzas de escapar al terrible veredicto: ¡La horca!
El juez, también comprado, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado: -“Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de El tu destino: Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras ‘culpable’ e ‘inocente’. Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino”.

Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: ‘CULPABLE’. Y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados.

Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca, lo engulló rápidamente.

Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. .. -“Pero..., ¿qué hizo...?, ¿y ahora...?, ¿cómo vamos a saber el veredicto... ?”. -“Es muy sencillo, respondió el hombre... es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué”. Con un gran coraje disimulado, tuvieron que liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.. .

Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. Muchas veces creemos que los problemas no tienen solución y nos resignamos a perder y no luchar, olvidando aquellas palabras de: “Lo que es imposible para el ser humano, es posible para Dios”.