Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 19 de septiembre de 2020

NO HAY NADA QUE BUSCAR

 

Y un día llegarás a mí…

Así... sin haberte nombrado,

Sin echar las cartas que te he escrito,

Sin quebrarme los ojos con las lágrimas que dediqué a otros.

Y llegarás para quedarte siempre,

Sin pedir nada, sin cambiar nada, sin tener que silenciarte ni acallarme porque no hará falta, porque nos miraremos a los ojos y todo estará dicho.

 


 

Y llegarás porque te habré encontrado, a fuerza de soñarte; porque se habrá disuelto el pasado y habré empaquetado los ecos de una amargura que ya no es mía.

Te encontraré sereno en tus ansias inmensas de poseerme.

Estarás sentado sobre tus suspiros al verme; recorrerás mi alma sin tocarme y sabrás que soy tuya como tu mío desde lo inmemorial de los tiempos.

Y todo lo anterior se habrá borrado de la memoria porque solamente fue un puente para encontrarnos.

Posiblemente, nos equivocamos mucho antes de intuirnos, pero no fue en vano porque fuimos pruebas para otras gentes, resortes en los que sus almas tuvieron que responder y con ello aprendimos todos.

Y tú…enredado en otro mundo sabiendo que no es el tuyo, me esperas como yo a ti.

Te acercarás sigiloso  como una suave brisa de primavera con aromas de tomillo y salvia.

 Acariciarás mi hombro con tu beso impávido sin apenas rozarlo. Y volveré mi cara y te descubriré en el infinito espacio sideral como lo que siempre busqué sin buscar.

No hay nada por lo que luchar. Nada por lo que empeñar la voluntad o el esfuerzo.

No hará falta.

Serás tú.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

KINTSUKUROI

Occidente siempre ha sido proclive a lo nuevo y si se trata de piezas antiguas pretende conservarlas lo mejor posible para que no lo parezcan tanto a pesar del tiempo que tengan.

Oriente tiene otra filosofía diferente que se muestra en esta técnica de reparación de la cerámica llamada “ Kintsukuroi”. Dicha técnica, de origen japonés, consiste en unir las piezas de cerámica rota con laca dorada (ocasionalmente plateada), de forma que la pieza adquiere una nueva apariencia que le confiere aún mayor valor.

La pieza cerámica no esconde sus heridas, sino que las resalta adquiriendo una peculiar belleza y una singular valía.

 


 

Podemos conferir este pensamiento subyacente a las propias heridas y cicatrices emocionales. Realmente, tendemos a esconderlas. Hay una especie de vergüenza implícita en el sufrimiento.

 Es como si lo sufriésemos por un merecimiento debido a algo real o invisible que nos condena. Sin embargo, el carácter de la persona que sufre, se fortalece y alcanza un valor añadido: el de resistir las embestidas de la vida o de las personas que dañan, con o sin conciencia de ello.

Las cicatrices hablan de la historia del objeto cerámico; también hablan de nuestra propia historia y de cómo asumimos nuestra mejoría. Esta filosofía se completa con otro concepto “Wabi-sabi  que se basa en la belleza de la imperfección.

Todos somos guerreros, todos hemos pasado por muchos avatares y sobre todo en el amor. Cicatrices que hemos de mostrar con el orgullo de sentir que hemos pasado por ello, que lo hemos resistido y que somos más resilientes y sabios a partir de cada trocito restaurado.

Me gusta esta sabiduría japonesa milenaria.

Nada de lo que nos pasa se evapora. Todo deja huella o cicatrices e incluso heridas profundas que quiero y decido, en mi misma, que me cambien para un mejor ser.

No hace falta ocultarlo. Nos aporta un valor añadido como el saber perdonar, el comprender o el ser más compasivos.

KintsuKuroi… Wabi_sabi…

No lo olvides.

 

 

domingo, 13 de septiembre de 2020

LO DIFÍCIL DE RECONOCERNOS

       Somos muy capaces de analizar a los demás, de ver la mota en el ojo ajeno, de la ley del embudo, de opinar rápidamente y dar consejos, de meternos dónde no nos llaman, de solucionar las casas de otros, de tener la razón en todo, de arreglar el país, de saber lo pasado, lo presente y lo futuro del vecino…todo menos de poder reconocer lo que somos y lo que hacemos.

Nosotros nunca somos culpables de nada. Los demás de  todo.

Me fascina la capacidad de ocultación, auto perdón y salvación que tenemos para con nosotros mismos. La falta de visión global de lo que somos o lo que hacemos y el absoluto ensimismamiento al mirarnos al ombligo y creer que allí comienza y termina el mundo.

Os dejo un breve cuento referente a este tema.


 

 

“Cavando, para montar un cerco que separara mi terreno del de mi vecino, me encontré enterrado en mi jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.

A mí no me interesó por la riqueza, me interesó por lo extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales, pero igual desenterré el cofre.

Saqué las monedas y las lustré. Estaban tan sucias las pobres...

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui contando...

Constituían en sí mismas una verdadera fortuna. Solo por pasar el tiempo, empecé a imaginar todas las cosas que se podrían comprar con ellas.

Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro. Por suerte, por suerte...no era mi caso...

Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener en un miserable que las monedas las había enterrado su abuelo, y que por lo tanto le pertenecían a él.

Me dio tanto fastidio que lo maté...

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas, se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me importa son las cosas que se compran con dinero, eso sí, no soporto la gente codiciosa...