Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 22 de enero de 2016

UNA CAÑA DE BAMBÚ PARA EL MÁS TONTO (Cuento corto)



“Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece.
No hay otro tesoro que el amor”.

Lo cierto es que no hay nada que poseamos salvo las experiencias que tengamos, las que gocemos o suframos. Las emociones que se desprenden de lo que vivimos es lo único que nos llevamos, por eso son el mejor tesoro.
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“Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
--Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
--Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
--¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
El yogui entregó la caña de bambú al rey.


miércoles, 20 de enero de 2016

CUANDO NADIE NOS VE



Lo que tiene valor es lo que hacemos cuando nadie nos ve. La vida social nos confunde o confunde lo que somos ante nuestros ojos. Muchas veces somos unos, en compañía y otros, en soledad.
Coordinar ambas imágenes de nosotros mismos es todo un arte, sobre todo si nos importa mucho lo social.

Las personas que viven por y para la galería nunca se encuentran consigo mismos. Se pasean de la mano de su otro yo y se acostumbran a creer que es la auténtica. Pero todos tenemos otra; una que nos reclama a solas la verdad de nuestros sentimientos y la razón de nuestro estar.

Posiblemente, uno no pueda ir por la calle a corazón abierto. La experiencia nos dice que son muchos los que están deseando abrir una zanja en él. Por eso, todos solemos guardar aquello en lo que nos encontramos más débiles, lo que nos importa o lo que nos duele. Pero también es cierto que a mí, al menos, me hace sentir mal la falta de trasparencia, la ausencia de claridad y el digo “Diego” donde dije digo.

Cuando avanza el tiempo y nos vamos encontrando con errores propios y ajenos, nos damos más cuenta cada vez de que la quietud y el silencio es el único remedio cuando no encontramos salida.

 Tiempo de estar a solas con uno mismo, de sentarnos al calor del hogar o crear uno propio dentro si no lo hay fuera. Tiempo de volver a los pilares de nuestra vida, de volver a la fuente de energía de la que podemos nutrirnos siempre.

Hay momentos en los que  a base de tolerar tanto nos rompemos por dentro. Nos hacemos añicos. Nos deshacemos como espuma sobre el agua. Y entonces hay que recoger velas hasta que los vientos sean propicios de nuevo.

Vigilarse a uno mismo. Estar atento a las tonterías que no nos gustan y dejar de hacerlas si no nos confortan.

Hay un punto de hedonismo en esta parte de mi vida. Creo que todo lo que no me haga sentir bien y pueda elegirlo, estoy obligada a hacerlo. 

Cuando nadie nos ve y nos quedamos a solas con nosotros mismos no cabe la mentira, ni el perdón gratuito, ni el bueno, sí pero no…Nos quedamos frente a un espejo desnudos. Con la conciencia hablándonos claro y a solas con la verdad.

Lo más importante sucede…cuando nadie nos ve.

Esos somos nosotros.

martes, 19 de enero de 2016

NO TE FIES DE TU FORTUNA



Estoy aprendiendo a no quejarme. De cualquier forma las cosas suceden sin marcha atrás. Por otra parte, no sabemos cómo los sucesos de ahora, los que tan buenos parecen o los que tan mal se presentan, pueden ser el trampolín para lo contrario.

Uno nunca deja de aprender. Lo mejor es quedarnos con la lección que nos pasa la vida como factura.

No ser demasiado entusiastas en las épocas de bonanza porque seguro, terminan; ni demasiado angustiados en las de desgracias porque, sin duda, también acaban.

La vida es una sucesión de eslabones que van cambiando de tonalidad y desde el más espléndido brillo van destiñendo hasta el herrumbre, más quejumbroso, sin apenas darnos cuenta. La buena noticia es que siempre retornan a lo contrario.

Veamos este antiguo cuento.
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Un humilde campesino vivía en el norte de China, en los confines de las estepas frecuentadas por las hordas nómadas. 

Un día regresó silbando de la feria con una magnífica potranca que había comprado a un precio razonable, gastando pese a ello lo que había ahorrado en cinco años de economías.
 Unos días más tarde, su único caballo, que constituía todo su capital, se escapó y desapareció hacia la frontera.

 El acontecimiento dio la vuelta al pueblo, y los vecinos acudieron uno tras otro para compadecer al granjero por su mala suerte. Éste se encogía de hombros y contestaba, imperturbable:

- Las nubes tapan el sol pero también traen la lluvia. Una desgracia trae a veces consigo un beneficio. Ya veremos.
Tres meses más tarde, la yegua reapareció con un magnífico semental salvaje caracoleando junto a ella. Estaba preñada. Los vecinos acudieron para felicitar al dichoso propietario:

- Tenías razón al ser optimista. ¡Pierdes un caballo y ganas tres!

- Las nubes traen la lluvia nutricia, y en ocasiones la tormenta devastadora. La desgracia se esconde en los pliegues de la felicidad. Esperemos.

             El hijo único del campesino domó al fogoso semental y se aficionó a montarlo. No tardó en caerse del caballo y poco le faltó para romperse el cuello. Salió del paso con una pierna rota.
A los vecinos que venían de nuevo para cantar sus penas, el filósofo campesino les respondió:
- Calamidad o bendición, ¿quién puede saberlo? Los cambios no tienen fin en este mundo que no permanece.

Unos días más tarde, se decretó la movilización general en el distrito para rechazar una invasión mongola. Todos los jóvenes válidos partieron al combate y muy pocos regresaron a sus hogares. Pero el hijo único del campesino, gracias a sus muletas, se libró de la masacre.

Lo que hoy vives, gózalo intensamente o súfrelo ligeramente porque cambiará seguro.


lunes, 18 de enero de 2016

RETIRADA, NO RENDICIÓN



A veces es mucho mejor retirarse. Si no nos gusta la situación, si no termina de convencernos, si a pesar de querer estar no estamos bien, si sí…pero no.


Una retirada a tiempo es una victoria, sobre todo si se trata de uno mismo. Podemos evitarnos muchos sufrimientos, muchos dolores, muchos disgustos. Porque si uno no está bien, tarde o temprano nuestro nivel de tolerancia interno va a quejarse; una y otra vez, desoyendo la persistente forma de quedarnos donde no nos conviene.


Todos hemos pasado situaciones difíciles en las que la mayor lucha la tenemos con nosotros mismos. Una lucha sorda y pertinaz. Una batalla hecha de guerrillas, de emboscadas y asaltos de los que siempre salimos dañados por no hacernos caso desde un principio.  


Somos incorregibles. Creemos y creemos y volvemos a creer que todo cambiará. Que está cerca el momento de volver a lo que tanto nos gustó. Que las circunstancias son las que tienen la culpa y que, por supuesto, estamos a punto de rozar el cielo que tanto anhelamos.


No queremos perdernos el premio después de tanta espera y lo único que hacemos es alargar la agonía.


Siempre es difícil tomar decisiones y sobre todo sin en ellas va implicada nuestra felicidad o lo que creemos que se acerca. Damos demasiadas oportunidades al mismo caos. Impedimos que el destino nos sorprenda con aires frescos que alivien el alma.

Rendirse es una forma de abrir puertas. Pareciese que las cerrásemos al hacerlo, pero no es así. Al contrario. Abrimos los canales de la intuición y conectamos con los millones de posibilidades que nos esperan.


Retírate si tienes dudas, aunque sea por un ratito, aunque sea por unos días, por unos meses o si lo ves mal, por toda la vida que reste.


Si nos retiramos, al menos, un momento, podremos conocer de verdad en que punto de satisfacción estamos con lo que nos aprieta. 


Es ya un buen paso para comenzar la retirada, que no la rendición.


¡Feliz Lunes!