Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 14 de noviembre de 2020

¿CÓMO SON TUS PROBLEMAS?

Todos tenemos problemas o preocupaciones, sin embargo hemos de calibrar bien la cualidad y la magnitud de ellos porque de otro modo corremos el riesgo de  confundir el sentimiento que nos generan.

No podemos elevar a categoría de problema lo que solamente es un contratiempo. Muchas veces, involucramos afectos, alianzas y lealtades en lo que solamente merecería ser bien valorado para ser disipado. 

Tendemos a dar más importancia de la debida a aquello que nos “han hecho”, a lo que nos ha costado sufrimiento en el pensamiento o angustia en el alma. Es necesario parar y preguntarnos si en verdad, sin en ello nos va la vida o si lo que perdemos no es peor, en realidad, de lo que ganamos. 

          Veamos este breve relato que puede aclararnos dónde radica la verdadera magnitud de los problemas.

 


 

“…Un monje le dijo una mañana a su maestro que tenía un problema que deseaba comentar con él, y éste le contestó que esperase hasta la noche.

Llegada la hora de dormir, el maestro se dirigió a todos los discípulos preguntando:

-¿Dónde está el monje que tenía un problema? ¡Que salga aquí ahora!

El joven, lleno de vergüenza, dio un paso al frente.

-Aquí hay un monje que ha aguantado un problema desde la mañana hasta la noche y no se ha preocupado en resolverlo. Si tu problema hubiese consistido en que tenías la cabeza debajo del agua, no habrías aguantado más de un minuto con él.

¿Qué clase de problema es ese que eres capaz de soportarlo durante horas? -preguntó el maestro.”

 

 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA PUERTA DEL CIELO

 

Para todos hay una puerta del cielo. Todos podemos pasar a través de ella y mirar y gozar de los tesoros que hay dentro.

Posiblemente esta alegoría venga ligada, en nuestra mente, a las enseñanzas bíblicas que nos enseñaron en la infancia. Quizás, imaginemos un cielo arriba, un azul penetrante, una luminosidad inmensa y una puerta custodiada por un ángel, santo o profeta que nos pedirá cuentas antes de poder pasar al otro lado.

 


 

Nada de eso es así. Se trata del cielo que es para nosotros ya mismo. Aquí y ahora. En lo cotidiano y en lo extraordinario. En el día y en la noche. En nuestro estar fuera o nuestro sentir dentro.

Aquí está todo ya. El cielo y el infierno. De cada uno depende enredarse en acciones y comportamientos que nos den felicidad o lo contrario. Que nos hagan cargar con un peso aplastante o nos serenen en los sentimientos y pensamientos puros.

Se trata de la paz. Va de amor. Incide en la alegría serena del alma. En una disposición inmediata para sentir la plenitud de estar bien con uno mismo. Se trata de no necesitar; de no poner las expectativas en “otro”, de no tratar de llenarnos siempre de fuentes externas cuyas aguas del placer sean pasajeras.

La puerta del cielo tiene una llave; una que solamente nosotros podemos troquelar. Será a nuestra medida. Con las muescas que convengan al corazón; las que sean de su talla, las que no esperen recompensas, ni quejas, ni peticiones, ni solicitudes. Porque no es necesario ningún requerimiento, ni pregunta, ni siquiera asomo de duda. Porque lo que es verdadero permanece siempre y todo lo da.

La puerta del cielo está en tus manos.

Solo hay que cerrar los ojos un instante y poner en nuestra mente un pensamiento: todo está bien. Estoy en mi cielo particular. No necesito nada.

Todo está ya dentro de mí.

domingo, 8 de noviembre de 2020

RECONOCE AL MAESTRO/A

Valorar a la gente que te encuentras en tu  vida puede ser clave para saber lo que aprender de ellos. De cualquier persona se aprende algo; de otras, mucho. Por ello es importante darse cuenta desde el principio o podemos perder muchas oportunidades que no volverán.

 

Sé consciente de qué personas son importantes en tu vida y por qué lo son. Aprende, agradece el encuentro con ellas y podrás seguir el camino que sin duda es mejor para ti.

Veamos este breve cuento.

 

…”Dos viajeros, uno que venía del norte y otro que venía del sur, se encontraron casualmente en un punto del sendero y decidieron continuar juntos para hacer más llevadero el camino. Uno de ellos preguntó al otro:

-¿Hacia dónde te diriges?

-Voy a donde pueda encontrar un maestro, un auténtico maestro, llevo años de búsqueda incansable viajando por el mundo -contestó el hombre que venía del sur -pero no desespero, sé que encontrar un auténtico maestro es muy difícil, su aparición en el mundo es muy rara y por tanto la posibilidad de encontrarlo es también muy escasa.

-¿Y qué harás cuando lo encuentres? -volvió a preguntar al compañero.

-¡Oh, qué gran momento será ese! Me postraré a sus pies, mi corazón se estremecerá y mis ojos seguramente derramarán lágrimas. Dios quiera que algún día pueda vivir ese momento -contestó.

Pasaron las jornadas y ambos compartieron diversas vivencias cotidianas además de la comida de cada día y el fuego por las noches.

Una mañana, el hombre que venía del norte, dijo:

-Ha llegado el momento de separarnos, tú sigue tu camino, que yo seguiré el mío.

-¿Adónde irás? -preguntó su compañero.

-Continuaré mi búsqueda.

-¿Qué búsqueda?

-La de un auténtico discípulo. Encontrar una persona así en el mundo es algo extraordinariamente raro. Es verdaderamente raro que alguien sea capaz por sí mismo primero de reconocer a un auténtico maestro, y después de mostrar el comportamiento y la actitud correctas que le permitan aprender.

Instantes después, el hombre que venía del sur, pudo ver como el Maestro de su época se alejaba por el camino.”