Saber lo que uno quiere es realmente importante porque si lo sabemos nuestra vida tiene un sentido, una dirección, una meta por la que luchar y un objetivo que alcanzar. También es verdad que a veces, uno lo tiene muy claro y se empeña en llevar adelante sus anhelos con éxito. Otras veces, sin embargo, parece que la vida nos metiese en un paréntesis en el que nada está despejado. Una especie de parón momentáneo en el cual no nos sentimos capaces de avanzar. Incluso, en muchas ocasiones, nos suceden tiempos vacíos en los que ni siquiera nos reconocemos como nos recordamos. Entonces, aunque uno no sepa lo que quiere, es imprescindible saber lo que NO quiere y evitar así que los errores se sucedan, unos tras otros, en una infinita cadena que nos entregue en manos del fracaso.
Puede ser una tarea fácil descubrir lo que nos gusta o no cuando se trata de algo material. Sin embargo, en los afectos solemos resbalar con mucha más frecuencia. Hay lobos que se visten de corderos para ser acariciados y luego mordernos la mano. Hay águilas que parecen palomas cuando despliegan su vuelo y nos despistan en su trayectoria. Hay peligros que no vemos… y otros que no siéndolo les convertimos en riesgos innecesarios que nos hacen gastar las energías inútilmente. Es sencillo confundirse. Es comprensible caer en la trampa de la palabra fácil, el gesto amable o la grata sensación de la palmada en la espalda. Lo complicado es ver más allá para saber lo que se esconde tras el grácil velo de la apariencia. Saber que no aceptaríamos nunca por ir en contra de lo que sentimos como propio y valorable. Determinar aquello que no traicionaríamos jamás por ser parte de nuestras raíces más entrañables. Decidir que baluartes son pilares maestros en los cimientos de nuestra vida y que nadie logrará cambiar. Atender a lo que siempre hemos sido fieles, a lo que supone el cordón umbilical con nuestro pasado y nuestro futuro. Al tesoro que nos constituye únicos y diferentes al resto.
Saber lo que no queremos…es a veces, suficiente para rescatarnos a nosotros mismos. El resto debe darnos igual.