Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 30 de septiembre de 2011

SABER LO QUE UNO QUIERE

Saber lo que uno quiere es realmente importante porque si lo sabemos nuestra vida tiene un sentido, una dirección, una meta por la que luchar y un objetivo que alcanzar. También es verdad que a veces, uno lo tiene muy claro y se empeña en llevar adelante sus anhelos con éxito. Otras veces, sin embargo, parece que la vida nos metiese en un paréntesis en el que nada está despejado. Una especie de parón momentáneo en el cual no nos sentimos capaces de avanzar. Incluso, en muchas ocasiones, nos suceden tiempos vacíos en los que ni siquiera nos reconocemos como nos recordamos. Entonces, aunque uno no sepa lo que quiere, es imprescindible saber lo que NO quiere y evitar así que los errores se sucedan, unos tras otros, en una infinita cadena que nos entregue en manos del fracaso.
Puede ser una tarea fácil descubrir lo que nos gusta o no cuando se trata de algo material. Sin embargo, en los afectos solemos resbalar con mucha más frecuencia. Hay lobos que se visten de corderos para ser acariciados y luego mordernos la mano. Hay águilas que parecen palomas cuando despliegan su vuelo y nos despistan en su trayectoria. Hay peligros que no vemos… y otros que no siéndolo les convertimos en riesgos innecesarios que nos hacen gastar las energías inútilmente. Es sencillo confundirse. Es comprensible  caer en la trampa de la palabra fácil, el gesto amable o la grata sensación de la palmada en la espalda. Lo complicado es ver más allá para saber lo que se esconde tras el grácil velo de la apariencia. Saber que no aceptaríamos nunca por ir en contra de lo que sentimos como propio y valorable. Determinar aquello que no traicionaríamos jamás por ser parte de nuestras raíces más entrañables. Decidir que baluartes son pilares maestros en los cimientos de nuestra vida y que nadie logrará cambiar. Atender a lo que siempre hemos sido fieles, a lo que supone el cordón umbilical con nuestro pasado y nuestro futuro. Al tesoro que nos constituye únicos y diferentes al resto.
Saber lo que no queremos…es a veces, suficiente para rescatarnos a nosotros mismos. El resto debe darnos igual.

jueves, 29 de septiembre de 2011

UNA CITA ESPECIAL

Si supiésemos que teniendo una cita con un especialista sin nombre podríamos ser felices de una vez, seguro que nos empeñaríamos en tenerla cuanto antes. Si de verdad existiese una pastilla para el cansancio del espíritu, la tristeza, el desasosiego o las consecuencias del fracaso, rápidamente procuraríamos llevar nuestra cajita en el bolso para las ocasiones más agudas. Si tuviésemos claro que realmente, la tranquilidad y el equilibrio lo vendiesen empaquetado en porciones de regalo, nos faltaría tiempo para ir a comprar unas cuantas. Para nosotros, para los que amamos, para los que odiamos…porque de este modo estaríamos seguros de tener el poder a mano, de conseguir cuando quisiésemos lo que tanto ansiamos y sobre todo de poder dosificar a nuestro gusto las emociones.
No hay pastillas, ni doctores, ni tiendas que nos vendan felicidad. Tampoco hacen falta. Solamente debes quedar. Tener una cita especial. Preparar cuidadosamente un encuentro. Pensar en que vas a llevar puesto, cómo vas a presentarte. Vigilar cada detalle. Idear qué decir, que gestos emplear, que mirada regalar…que modulación de la voz usar y luego… sentir  la zozobra interior por conocer a quién nos hará de verdad plenamente dichosos. Prepáralo detenidamente y vete sin miedo. Elige el lugar donde vas a quedar, siéntete a gusto, cómodo y venturoso. Cuando llegue el tiempo vete lentamente hacia el templo que os acogerá por primera vez de esa forma. No tengas prisa, llevas muchos años huyendo. Hoy vas a quedarte definitivamente con el amor incondicional de tu vida y eso requiere tiempo. Busca un lugar donde sentarte. Acomódate. Siéntete tranquilo y deseoso de encontrarlo. Cierra los ojos y comienza la conversación con el ser que te ama dentro. Imagínalo fuera de ti. Siéntalo a tu lado. Obsérvalo sonriéndote amable, entrelazando los dedos en tus cabellos, rozando tu mejilla con sus dedos. Míralo a los ojos y sonríele. Entonces comienza a hablarle. Cuéntale tus miedos y déjalos ir. Háblale de aquello que te duele muy adentro, de los que te ofendieron, de cómo tú también has hecho daño, de lo que anhelabas y no pudo ser, de lo que terminó sin concluir, de lo que te llegó sin ser llamado, de la fuerza que necesitas, de la alegría que te falta o la desgana que te invade. Dile lo que confías en que siempre esté contigo, de lo que agradeces que te quiera tanto, de la seguridad que te da haberle llamado para hacerle presente. Dile que sabiendo que está contigo su sonrisa contagiosa no te abandonará nunca. Y dile, tomando su mano, que desde ese momento, todos los días volverás a verle. Piérdete en el infinito y divino calor que comenzará a envolverte para seguir siempre a tu lado. Cuando te levantes… ya estará dentro nuevamente.
No olvides repetir la cita…día a día…todos los días.

martes, 27 de septiembre de 2011

NUNCA ES TARDE

Lo más fácil es dejarnos caer. Deslizarnos por la desgana de seguir luchando, cayendo por un tobogán sin final al abismo de la desventura, el descontrol y la angustia. Es fácil decir que no cuando nos piden compromiso; es fácil quedarnos inmóviles cuando la vida nos pide ponernos en pie; es fácil mirar hacia arriba y volver a taparnos bajo las sábanas para seguir durmiendo; es fácil mirar desde lejos para no participar y mucho más fácil, arroparnos con la pena de sentirnos víctimas para seguir pensando que es el mundo el que nos asola con su maldad y nosotros, pobres indefensos, solamente podemos sufrir en silencio como prueba de nuestro sacrificio.
Lo fácil, lo que no cuesta, lo sencillo, lo que discurre por la orilla de los problemas, lo que no nos obliga, aquello que nos deja a un lado y nos evita responsabilidades…es la causa a su vez de nuestro mayor problema: nosotros mismos y nuestro victimismo.
No creemos, desde la razón aparente, ser la causa de nuestros problemas…pero si los analizamos bien, en algún punto de ellos hemos intervenido aceptando lo que no queríamos, callando lo que no debíamos, permitiendo lo que no imaginamos, asintiendo lo que nunca aceptamos…y esa actitud nos ha llevado a donde nos encontramos ahora. Por eso, directa o indirectamente hemos decidido que las situaciones lleguen al punto en el que se encuentran, que las relaciones que no nos gustan sean como son, que las circunstancias que rechazamos hayan acampado a sus anchas sobre nuestro debilitado corazón.
Pero si han llegado a ser, a estar, a permanecer…con nuestro consentimiento, igualmente pueden cambiar de rumbo con girar el volante de nuestras intenciones hacia el otro lado. Nunca es tarde para comenzar…a nada. Todo es posible si lo queremos de verdad. Todo podemos transformarlo si realmente estamos convencidos en lo más profundo de nuestro corazón de que así debe ser. Y entonces…, en ese momento… comenzará todo un universo distinto en nuestro interior donde seremos verdaderamente fuertes, absolutamente poderosos y decididamente partícipes de nuestros más íntimos y profundos deseos hechos realidad.
Nunca es tarde. Nunca.

lunes, 26 de septiembre de 2011

CONOCER ANTES DE JUZGAR

 La reflexión de hoy debemos hacerla con esmero porque esta circunstancia es muy frecuente en nuestra vida. Solemos conceder más criterio de realidad a nuestras precipitadas conclusiones que al propio conocimiento de cómo son las cosas. No damos tiempo, muchas veces, a indagar sobre lo que debemos juzgar para actuar y en ese adelanto nos jugamos cualquier posibilidad de vencer las dificultades.
Necesariamente hay que conocer, comprender bien lo que sucede y revisar todos y cada uno de los factores que intervienen. No dejemos que nuestra imaginación rellene el conocimiento que solamente debe tenerse desde la experiencia.
Seamos investigadores antes que jueces y superaremos cualquier prueba por dura que parezca.


Cuentan que, en un país lejano, los discípulos de una orden mística eran sometidos a pruebas muy duras. Un día, un maestro reunió a varios de ellos y les dijo:
-Ayer, unos aspirantes a la maestría fueron sometidos a un examen, quiero que vosotros me deis vuestra opinión sobre quién ha sido el triunfador de la prueba, y así podré conocer vuestra capacidad de comprensión. Acompañadme y os explicaré los detalles.
Caminaron juntos un trecho hasta que llegaron a un lugar donde se abrían unos pozos. El maestro continuó hablando:
-La prueba era muy sencilla. En cada uno de esos cinco pozos repletos de serpientes venenosas, se encerró a los candidatos con el objetivo de que pasaran la noche allí. Acerquémonos y veamos el resultado.
Así, cuando se asomaron al primer pozo, observaron que sólo estaban las serpientes. En el segundo pozo, vieron muerto al candidato rodeado de serpientes. En el tercer pozo, observaron al candidato tranquilamente sentado en medio de todas las serpientes muertas. En el siguiente pozo contemplaron cómo el cuarto hombre dormía a pierna suelta al lado de una pequeña hoguera sin que hubiera ninguna serpiente a su alrededor. Por último, en el quinto pozo, vieron cómo el candidato se encontraba en postura de meditación y con el rostro lleno de serenidad mientras las serpientes recorrían plácidamente su cuerpo.
-Bien -dijo el maestro-, quiero que ahora me digáis quién es el candidato que ha triunfado en la prueba, argumentándome vuestras conclusiones.
Después de una pequeña deliberación en la que constataron que todos estaban de acuerdo, un portavoz se dirigió al maestro:
-Creemos que el ganador es el hombre que está meditando en el quinto pozo. En el primero, parece evidente que el hombre huyó. El segundo murió envenenado por las serpientes. El tercero hizo un acto de valor matándolas, pero sólo se desembarazó del problema. El cuarto candidato dio muestras de inteligencia al utilizar el fuego para que
las serpientes huyeran. En cambio, el último hombre consiguió tal control sobre sí mismo, y alcanzó tal grado de paz interior que hasta esos peligrosos animales han demostrado mansedumbre ante él.
-Vuestras conclusiones son producto de las apariencias y no de la realidad, mucho más simple -dijo el maestro-. Y todo porque el punto de partida es falso: la verdad es que las serpientes no son venenosas. Ciertamente, el primer candidato huyó creyéndose en peligro, el segundo murió presa de su propio miedo a morir, el tercero mató a unos pobres animales inofensivos, el quinto realizó un esfuerzo de concentración y control innecesarios en una situación que no lo requería. Sólo el cuarto candidato tenía un conocimiento real: él sabía que aquellos animales no eran en absoluto peligrosos,
por eso se tumbó tranquilamente a dormir, aunque antes prefirió encender una hoguera para calentarse y sacar del pozo a las serpientes para estar más cómodo.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Un veneno que lo invade todo: LA IRA

La ira jamás carece de motivo, pero raramente tiene un buen motivo”.Benjamín Franklin

Con esta frase iniciamos la reflexión de hoy sobre un tema
Tan importante como el de la emoción negativa más demoledora que podemos sentir y proyectar. En ocasiones constituye una reacción sobre las personas más cercanas al iracundo que nada tiene que ver con el motivo que la originó y que casi siempre se muestra desmedida e injusta. A veces, la ira convertida en agresividad intensa se expresa sobre el/la más débil para no enfrentarse con la verdadera causa que la origina. Hay una especie de cobardía implícita en ello. Algo se pierde en la mente y en la conciencia del iracundo; es como si el sentido del equilibrio se desajustase en ellos y en esa desorientación, convierten una reacción natural de lucha dispuesta para acometer un peligro, en una amenaza continua cuando éste no aparece. Lo peor de todos es que alguien sufre las consecuencias, además de uno mismo. Que nunca la ira es gratuita y que siempre tiene nefastas consecuencias porque sobre todo genera a su alrededor un pánico incontenible que invalida a quienes la sufren. Cuando la ira es observada además de sufrida tiende a hacerse modelo de comportamiento y a ser, inevitablemente, imitada. Los niños que se comportan con ira, generalmente han sido testigos y víctimas de ella. Es una reacción insana que se produce cuando en el interior se agotan los recursos del razonamiento lógico y el dictado bondadoso del corazón. Es una revolución caótica de sentimientos de represión, impotencia e ineficacia que explota sin medida arrojando veneno en todas las direcciones.
También la ira puede hacerse parte de la conducta y estallar sin causa aparente para conseguir el temor en los demás. El iracundo empieza a disfrutar con el miedo de los otros y a sentir una sensación agradable cuando el resto le temen. Ese es el punto peligroso donde hay que intervenir.
La reacción que tengamos ante la persona llena de ira es fundamental para que estos depongan su actitud. Esto podemos aplicarlo a los comportamientos de imitación de un niño, igualmente.
·       Lo primero es aparentar NO sentir miedo, sino firmeza y claridad mental ante lo que está sucediendo.
·       Contestar con serenidad al problema que ha generado la ira, no al iracundo. Es decir, no perder de vista qué ha sucedido para tratar de resolverlo en vez de reaccionar a la expresión de la ira.
·       Manifestar no entrar en el juego de la agresividad, ya que muchas veces la ira se alimenta de la respuesta del que la sufre, para posponer la discusión hasta que la persona sea capaz de razonar; con ira nunca se puede.
·       Comenzar por entender al iracundo, por hacerle saber que se le comprende pero que no es el camino adecuado para resolver los problemas, que en último término es lo que importa.
·       No aceptar apoyos argumentales que se basen en sucesos del pasado. Centrarnos en el presente, en el aquí y el ahora, porque ese es el tiempo en el que hay que resolver lo que suceda.
·       Mostrar afecto hasta en la natural sensación de rabia y desprecio por el iracundo, porque en el fondo es lo que están reclamando a gritos desde su desesperación agónica y descontrolada.
·       Nunca reaccionar entregando la misma moneda. El mal devuelto por mal siempre termina destruyendo cualquier posibilidad de salvar las relaciones.


En el fondo sentir, proyectar y vivir con ira es digno de lástima porque nadie puede ser feliz dentro del veneno que daña, en primer lugar a quien lo siente y que poco a poco va destruyendo lo que de humano quede en él. Ayudar, en este caso, es un acto de profundo amor.