Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 16 de febrero de 2013

CON POCO DE MUY POCO



Cada vez creo que necesito menos, o menos de lo que necesitaba antes. No necesitar nos instala en la tranquilidad de no angustiarnos ante la carencia. Evitar el desasosiego de poseer y sustituirlo por la plenitud de la conformidad y la aceptación.
San Francisco de Asís vino a decir: “…necesito poco…y de ese poco…muy poco.”
En la actualidad esta frase parece una utopía. ¡! Todos necesitamos tanto!! Y lo precisamos desesperadamente a cada instante e incluso, renovamos las necesidades porque nos aburren las mismas. Estamos navegando en un mar de expectativas donde siempre esperamos que se nos resuelvan. De un modo u otro, cada vez precisamos más para sentirnos, también, más ansiosos por lo nuevo que se puede desear.
En realidad uno puede vivir con muy poco e incluso prescindir de todo lo que sentimos como imprescindible para continuar nuestra vida y que no lo es. Nos hemos llenado de materia. Hemos construido, viajado, gozado y sentido como nunca. Estamos en la era del hedonismo sin límites. No hay valores que no tengan precio pero lo peor es que no hay precio para el vacío que genera tener solamente cosas.
Con lo único que de verdad no se puede vivir es sin amor. La falta de amor nos lleva a padecer enfermedades e incluso a la larga, a la locura.
Nadie puede pasar por la vida sin afectos que le acompañen porque, sean éstos del tipo que sean, son los que ayudan a sobrevivir.
Por eso, esta es la época también de las grandes búsquedas afectivas. Nuestras redes sociales cumplen la misión permanente de cubrir, de algún modo, las ausencias y los vacios de cariño. Son lugares donde siempre hay o gente que te escucha o gente que te contesta. Esa misión es tan importante que en realidad las ha convertido en un mundo interactivo donde nadie parece estar solo.
Huimos de la soledad impuesta, de la que se siente aún con gente y de la que se sufre como castigo. No cabe duda que la mejor puerta para encontrar a alguien es acudir al mundo virtual donde, de algún modo, hay alguien siempre, acaba de pasar por allí o va a entrar.
Las necesidades más urgentes son las del alma, a esas son a las que hay que atender…las otras, con muy poco de lo poco, se nutren solas.


viernes, 15 de febrero de 2013

EL NECESARIO FILTRO DE LA MENTE



         Todo lo que pasa por la mente llega al corazón, de forma directa, sin intención consciente, ni argumentos que lo avalen. Por eso quizás debemos tener cuidado con lo que pensamos porque de ahí nacen, rápidamente, los sentimientos y las emociones más inverosímiles.
         Hace tiempo que pienso que necesitamos un filtro en la mente. Un tamiz que haga más fino nuestro criterio, que nos ayude a adelgazar lo que entendemos como problema y con el  que podamos dejar pasar lo más sutil que los demás depositen en nuestro cedazo.
         Hay que cribar lo que entra en la mente pero mucho más lo que pasa hacia el corazón porque en el corazón reposa, se ensancha y termina por fermentar.
         No podemos admitir todo lo que nos llega como saludable, ni siquiera como verdadero porque la salud de la verdad está en la necesidad de quién lo recibe y así vamos acomodando lo que entra sin pasar antes por la taquilla.
         Todo tiene un precio que a veces pagamos de muchas formas. El valor de no someter a revisión lo que vivimos, la experiencia que tenemos, los odios o los afectos de los que somos objeto, puede llevarnos a grandes desastres. Porque el mundo se estrecha cuando no vemos más allá de medio metro de nuestra persona y entonces cualquier cosa queda fuera de los límites admisibles y terminamos engulléndonos a nosotros mismos.
         Lo primero que debemos hacer, ante algo que nos asuste, nos someta a malestar o nos duela es quedarnos parados ante ello y buscar el mensaje que transmite con respecto a nuestra forma de ser y sentir.
Tal vez concluyamos que nuestro ángulo de visión es muy corto debido a las orejeras inmensas que nos impiden avanzar la vista, o posiblemente advirtamos la necesidad de abrir puertas a lo diferente por la necesidad imperiosa de que lo que dejemos asentarse en el corazón nunca le destruya.
         La mejor criba es la de Aristóteles cuando nos dice que sometamos a revisión todo lo que llega de acuerdo a tres criterios: si es verdad, si es necesario y si es algo que nos mejore. Si no pasa este examen…mejor dejémoslo correr.

jueves, 14 de febrero de 2013

LO ESPECIAL DEL DÍA



Lo especial del día no es que esté dedicado al amor, sino que como cualquier día…uno AME.
Instalarnos en el estado indefinido del amor significa ampliar su contenido y dejarlo sin límites. Siempre que aludimos al amor solemos pensar que deben implicarse dos personas, al menos, y que sin esos componentes, el amor es otra cosa.
No hay días especiales, al menos para mí. Si amo lo hago hoy como cualquier otro día y no necesito homenajes a lo que yo misma rindo mis respetos a diario. Tampoco necesito un día de la mujer, ni de los difuntos, ni de nada. Los días se elaboran en el alma, dentro de uno y en el silencio de estar inmersos en esos sentimientos.
El amor implica tanto que a veces no damos la talla. Siempre que se rompe una relación, del tipo que sea, uno debería cuestionarse la parte de responsabilidad que tiene en ello. Solemos ser muy capaces de echar balones, fuera, de señalar con el dedo y culpabilizar al que está enfrente. Eso nos deja satisfechos y libres de pecado; porque uno peca cuando no cumple compromisos, cuando dice amar sin hacerlo, cuando calla lo que debería decir y oculta lo que le gustaría gritar.
Amar es una capacidad con la que todos nacemos y por la que vivimos a lo largo de nuestra existencia y la de nuestra especie. De algún modo, todos necesitamos que nos amen, como también todos necesitamos depositar nuestras ganas de compartir afecto, ternura y emoción por lo que sea que amemos.
Sin embargo, el amor se hace humano en cada uno de nosotros y no puede dejar de librar las batallas del egoísmo, los celos, las dudas o las cadenas.
Sería extraordinario poder sentir amor en libertad sin la necesidad ni siquiera de lo que amamos como aliciente. Pero aún estamos demasiado pegados a lo contingente y de ello hacemos el objeto del amor cuando en realidad el amor nunca tiene un objeto, ni nunca lo tendrá.
Hoy no es mi día, porque en realidad…lo son todos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

LA INTELIGENCIA DEL CORAZÓN


Siempre he pensado que el corazón es autónomo, no sólo en su funcionamiento, sino en su pensamiento; porque el corazón es inteligente y tiene su propia lógica. Por eso, tal vez, me ha gustado tanto este texto que he entresacado del libro que se cita al final.
Espero que lo disfrutéis.

Los investigadores han puesto de manifiesto la existencia de cuatro clases de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro:
1. Neurológica, mediante la transmisión de impulsos nerviosos
2. Bioquímica, mediante hormonas y neurotransmisores
3. Biofísica, mediante ondas de presión
4. Energética, mediante interacciones electromagnéticas
Por la vía neurológica el cerebro del corazón puede influir en el cerebro de la cabeza, es decir, en nuestra manera de pensar y de ver las cosas, en nuestra percepción de la realidad y en nuestras reacciones, especialmente las emocionales. Empezamos a sospechar que cierto dominio emocional que vemos en ciertas personas excepcionales no procede del control que ejerce el intelecto; bien sabemos que ante las grabaciones del subconsciente, poco puede hacer el intelecto. Sabemos que tenemos que
manejar nuestro cuerpo emocional, pero saberlo no es manejarlo. Y queremos seguir lo que dicen nuestros guías, o los libros de los Maestros, pero el intelecto no nos ayuda.
Ahora los científicos nos hablan de otro cerebro, el del corazón. Otra forma de inteligencia que podríamos llamar la INTELIGENCIA DEL AMOR. Esa inteligencia que proviene del Maestro Interno, del Alma y que tiene su sede en el corazón. En relación a la comunicación bioquímica del corazón al cerebro, se demostró que el corazón es el que produce la hormona ANF, que asegura el equilibrio general o “homeostasis” y uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés, en especial el cortisol.

        Además el corazón segrega su propia adrenalina cuando la necesita. También produce la oxitocina, llamada la hormona del amor y la libera en grandes cantidades cuando nos encontramos en un estado afectuoso.
El amor del corazón no es una emoción, es un estado de conciencia inteligente que nos permite vivir desde el corazón, en unión con nuestra naturaleza divina en la profunda unidad con todo lo que existe. Observa como la fraternidad, la compasión, la bondad, el respeto, la creatividad y el genio creador, es decir, los pensamientos y sentimientos elevados son manifestaciones de la unidad en la que vivimos, mientras que las emociones negativas son manifestaciones de la separatividad.

      Cuando vivimos reconociendo que somos uno con todo lo que existe, que no es otra cosa que ver a Dios en todo, los dos osciladores del cuerpo que son el cerebro y el corazón, vibran en perfecta sincronicidad y como consecuencia envían a todo el cuerpo órdenes coherentes, eficaces, inteligentes y totalmente adecuadas a las necesidades del momento.
          El cerebro del corazón activa en el cerebro de la cabeza los centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas, este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad. Su inteligencia no separa sino que une, reconociendo en todo momento la gran red de vida en la que estamos todos. Es la conexión cósmica que la inteligencia divina nos ha legado para que podamos recuperar nuestro origen divino y nuestra sabiduría esencial. Es la forma de tener una mente iluminada, o como dicen
algunos, “resplandor en el cerebro”.

       Hay un camino hacia el Corazón que ha sido anunciado por todos los Maestros, haríamos bien en recordarlo: Cultiva el silencio, haz contacto con la Naturaleza , vive periodos de soledad, medita y contempla, busca la verdadera belleza, vive con sosiego y quietud, cuida tu entorno vibratorio, recupera el sentido de lo sagrado, recupera la inocencia al no juzgar, reconoce las sincronicidades en tu vida, trabaja en grupo, coopera, vive con sencillez, escucha.  

     Ten presente que tu Corazón tiene una inteligencia superior, escúchalo y pregúntale cuando no sepas que hacer.
Annie Marquier
De su libro: “El Maestro del Corazón”




martes, 12 de febrero de 2013

DENTRO DE UNO MISMO



Comenzamos hoy con una reflexión sobre la riqueza que mora dentro de uno mismo. Un tesoro inmenso que apenas hemos descubierto o incluso ni siquiera sabemos que existe. Es más, si algo creemos con seguridad es que estos tesoros siempre nos son ajenos y pertenecen a otros.
         No nos creemos merecedores de tal riqueza ni pensamos que nuestro sagrado templo interior esté revestido de esta fortuna inmensa.
La clave para que este cofre se abra está en la creencia en nosotros mismos, en la seguridad de que nada nos puede dañar si no lo permitimos, en la serenidad de ser los únicos dueños de nuestra capacidad de elección porque al final todo se reduce en elegir sufrir o gozar. En decidirnos por el amor o por el odio, en dejarnos deslizar por el sufrimiento o por la positividad de ver en cada error una oportunidad de cambio y aprendizaje.
Todo es más sencillo de lo que parece. Comienza por dejar que tu mente busque siempre ese lado amable que está diseñado para ti…aún en la aparente desgracia.
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Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. "¿Tienes algunas monedas?", murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. "No tengo nada que darte", respondió el extraño. Y luego preguntó, "¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?". "Nada", replicó el mendigo, "sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria". "¿Alguna vez has mirado en su interior?", preguntó el extraño. "No", respondió el mendigo, "¿Para qué? No hay nada adentro". "Echa una ojeada", insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
Yo soy ese extraño que no tiene nada para darte y que te dice que mires en tu interior. No dentro de alguna caja -como en la parábola- sino en un lugar aún más cercano: dentro de ti mismo.

"Pero no soy un mendigo", te puedo oír decir.

Aquellos que no han descubierto su verdadera riqueza -la brillante joya del Ser y la profunda e inalterable paz que se encuentra en ese lugar-, son mendigos, aún cuando tengan gran riqueza material. Buscan externamente desechos de placer o plenitud -para la validación, la seguridad o el amor-, mientras en su interior tienen un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente más grande que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.


Me gusta la sencilla manera en que el Buda define el estado de iluminación: "el fin del sufrimiento". ¿Hay acaso algo sobrehumano en esto? Por supuesto, como definición es incompleta. Sólo te dice lo que la iluminación no es sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que queda cuando ya no hay sufrimiento? El Buda guarda silencio al respecto, y su silencio implica que tendrás que descubrir eso por ti mismo. Utiliza una definición negativa, de modo que la mente no pueda transformarlo en algo en qué creer o en algún logro sobrehumano, en una meta que te sea imposible alcanzar.
Echart Tolle

http://www.youtube.com/user/eckhartencastellano