Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 12 de febrero de 2013

DENTRO DE UNO MISMO



Comenzamos hoy con una reflexión sobre la riqueza que mora dentro de uno mismo. Un tesoro inmenso que apenas hemos descubierto o incluso ni siquiera sabemos que existe. Es más, si algo creemos con seguridad es que estos tesoros siempre nos son ajenos y pertenecen a otros.
         No nos creemos merecedores de tal riqueza ni pensamos que nuestro sagrado templo interior esté revestido de esta fortuna inmensa.
La clave para que este cofre se abra está en la creencia en nosotros mismos, en la seguridad de que nada nos puede dañar si no lo permitimos, en la serenidad de ser los únicos dueños de nuestra capacidad de elección porque al final todo se reduce en elegir sufrir o gozar. En decidirnos por el amor o por el odio, en dejarnos deslizar por el sufrimiento o por la positividad de ver en cada error una oportunidad de cambio y aprendizaje.
Todo es más sencillo de lo que parece. Comienza por dejar que tu mente busque siempre ese lado amable que está diseñado para ti…aún en la aparente desgracia.
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Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. "¿Tienes algunas monedas?", murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. "No tengo nada que darte", respondió el extraño. Y luego preguntó, "¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?". "Nada", replicó el mendigo, "sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria". "¿Alguna vez has mirado en su interior?", preguntó el extraño. "No", respondió el mendigo, "¿Para qué? No hay nada adentro". "Echa una ojeada", insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
Yo soy ese extraño que no tiene nada para darte y que te dice que mires en tu interior. No dentro de alguna caja -como en la parábola- sino en un lugar aún más cercano: dentro de ti mismo.

"Pero no soy un mendigo", te puedo oír decir.

Aquellos que no han descubierto su verdadera riqueza -la brillante joya del Ser y la profunda e inalterable paz que se encuentra en ese lugar-, son mendigos, aún cuando tengan gran riqueza material. Buscan externamente desechos de placer o plenitud -para la validación, la seguridad o el amor-, mientras en su interior tienen un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente más grande que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.


Me gusta la sencilla manera en que el Buda define el estado de iluminación: "el fin del sufrimiento". ¿Hay acaso algo sobrehumano en esto? Por supuesto, como definición es incompleta. Sólo te dice lo que la iluminación no es sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que queda cuando ya no hay sufrimiento? El Buda guarda silencio al respecto, y su silencio implica que tendrás que descubrir eso por ti mismo. Utiliza una definición negativa, de modo que la mente no pueda transformarlo en algo en qué creer o en algún logro sobrehumano, en una meta que te sea imposible alcanzar.
Echart Tolle

http://www.youtube.com/user/eckhartencastellano

2 comentarios:

  1. Hoy me he sentido en sincronía con tus palabras. Mi experiencia con otra persona ha sido tal como describe el cuento. Somos mendigos hasta el final, si no nos rendimos a la entrega y cuando ésta sucede, se abre un nuevo camino lleno de maravillosa vitalidad.
    Un beso y muchas gracias por seguir deleitándonos y alumbrando este, tu ricón y el nuestro.

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  2. Xara...gracias por seguir aqui!. Todos vosotros sois la verdadera luz que ilumina este rincón.
    Un beso

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