Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 3 de mayo de 2013

MI CREDO



No creo en conseguir una persona que “nos llene la vida”.
Creo en una vida llena para poder compartir con otra persona.
No creo en que el amor lo genera alguien,
Creo en que el amor está en nosotros y que de pronto se dispara por personas que comparten pensamientos y sentimientos idénticos o semejantes.
No creo en la exclusividad del dar y estar.
Creo en la actitud frente a la vida integral, con diferentes expresiones pero sin condiciones.
No creo en “creer” en alguien en muy poco tiempo.
Creo en hablar el mismo idioma, en el feeling, en la comodidad de estar cerca, en conexiones de energía, como ríos que se unen en un mismo curso.
No creo en el amor de hoy prometido rápidamente para toda la vida.
Creo en el respeto y la sinceridad. En el amor maduro que nos deja espacio para crecer juntos en la libertad de quererlo así…
Creo en el amor que dos deciden, en el amor que nos da la gana de compartir…sin presiones…ni exigencias…
No creo en esfuerzos unilaterales “por llegar” a ser lo que el otro quiere de nosotros.
Creo en la naturaleza del fluir y coincidir. El estar centrados para escuchar hasta dónde podemos llegar para equilibrar sin sufrir.
No creo en amar sufriendo.
Creo e amar en armonía. En que el amor es más y nunca menos, en el “te quiero” sin porqué…
Creo en las relaciones que nos apoyan en los malos momentos, que leen la mirada…que sonríen con el alma…que están!
No creo en callarse por no dañar…
Creo en la comunicación como la mejor vía para construir, coincidir y decidir.
Creo en la absoluta sinceridad al decir “ te amo” y también al decir “me voy”…
Creo en que la vida la construimos nosotros.
Creo en la frase que dice…la vida es 10% lo que nos sucede y 90% como reaccionamos ante ello, y lo único que nos puede asegurar que así sea es tener la valentía de enfrentarla sin miedos en el presente.
Creo completa y ciegamente en el amor puro, íntegro e incondicionalmente cálido, el que en esencia no  diferencia el maternal, el fraternal y el de la pareja.
Creo que al final de todo, todos nos pertenecemos de algún modo, nos influimos y nos construimos apoyando paredes mutuas.
Creo …en que en las distancias íntimas… el mejor lenguaje es el de la piel del corazón y creo que en él puede resumirse el código de la emoción que nos atrapará para siempre cuando nos instalamos con sinceridad en el AMOR.

jueves, 2 de mayo de 2013

LAS GRANDES PALABRAS



         Usamos demasiado las grandes palabras cuando en realidad, éstas deberían estar destinadas a momentos muy especiales donde el sentimiento fuese pura verdad a flor de piel.
Podemos engañarnos fácilmente con ellas. Amor, verdad, libertad, amistad…todo, siempre, nunca…imponderables que son incapaces de ser medidos, ni palpados, ni apresados entre las paredes de los vocablos que los encarcelan.
Podemos pensar que amamos intensa y profundamente y que éste sentimiento es infinito y eterno. Y puede que sea así y de hecho lo es. La eternidad está en el instante divino en que se producen, en el mismo en el que el corazón las atrapa sin remedio para siempre. Un siempre que puede durar tan poco como se sea capaz de soportar los contratiempos pero que no deja de ser, por eso, un infinito en stand by suspendido en la posibilidad de ser retomado.
Deberíamos ser pacientes con nosotros mismos y no obligarnos a rendir culto a palabras que mejor deberíamos evitar. Cuando el tiempo te demuestra, con su gran maestría, que nada es eterno y que todo cambia en el mismo instante de producirse, entonces, si tu inteligencia es práctica y analítica sabrá responder al reto de lo perdurable.
Creo que hay que tener cuidado con incluir en nuestro cotidiano ir y venir por los sentimientos, términos como “te quiero”, “eres mi vida”, “sin ti me muero”…y otras expresiones semejantes que sin tener que evitarlas, necesariamente, debemos depurar muy bien su finalidad para no confundir al otro, pero sobre todo para no engañarnos a nosotros mismos.
En el afán de demostrar cuán grande es nuestro amor estamos dispuestos a disparar con artillería pesada directa al corazón del que escucha. Posiblemente la intención, que al fin y al cabo es lo que cuenta, sea noble pero la realidad nos indica que después de la criba a la que nos somete cada estación, poco queda de la euforia de lo dicho.
No está mal, sin embargo que juguemos a lograr  instantes eternos, esos que se justifican una vida solamente por haberse producido y saber que en ellos y sólo en ellos son posibles las grandes palabras.
El resto del día, de las semanas, de los meses y de los años, sepamos rescindir nuestro afán de ser los más intensos, los mejores, los que más damos por menos porque a veces esas palabras solamente tienen el vestido que las arropa y en su interior hay un hueco tan vacío que se desploman con un simple soplo.
NUEVA ENCUESTA
Empezamos una nueva encuesta. Esta vez vamos a revisar la confianza en nosotros mismos. La seguridad en nuestro criterio, en el poder y en la fuerza interior.
La timidez y el retraimiento nos destierran al ostracismo. Nos empequeñecen y anulan. Aparcan nuestra valía.
Es difícil hablar en público, sostener una idea, defender una hipótesis o decir “no” a tiempo. Pero realmente, lo peor es la falta de fe en lo que valemos porque solamente ella nos da alas para crecer, para mejorar lo que somos y para conquistar lo que podemos llegar a ser.
Como siempre, hemos de hacer una reflexión profunda sobre nuestras actitudes con respecto a nosotros mismos. Hemos de ser amigos nuestros, padres y hermanos nuestros…amantes nuestros… y entonces, en ese punto habremos logrado  la comunión con el poder que nos constituye. No habrá nada mejor. Ningún miedo, ningún temor, ningún quizás, ningún tal vez, ningún no puedo, ningún…nunca.
         ¡Gracias por participar!

miércoles, 1 de mayo de 2013

ANÁLISIS DE LA ENCUESTA SOBRE LAS RELACIONES EN LA INFANCIA



Comenzamos el análisis de nuestra breve encuesta con la observación de que, como en ocasiones anteriores, la participación ha sido equilibrada. Casi idéntico porcentaje de hombres que de mujeres en una banda de edad de 30 a 60 años. La edad central de la vida, que se compensa con la visita de nuestro rincón de gente joven y de personas que superan los 60 años, en menor medida.
         A la pregunta ¿Pueden ser los padres amigos de los hijos y deben intentarlo?, la mayoría de los participantes han opinado que defectivamente creen en la amistad con sus hijos y lo intentan. Un 81 % frente a un 18% que no creen que sea posible o muy difícil.
         Siempre me he cuestionado este tema. ¿Amigos y padres?...resultan antagónicos ambos conceptos?. A veces una estricta idea de la autoridad que debe revestir la imagen paterna o materna nos sitúa fuera de la amistad, pero la autoridad nada tiene que ver con aceptación de ella. Para que sea eficaz ha de ser reconocida desde la admiración y no desde el  miedo. Sin embargo hay que saber caminar al lado sin invadir, esperar a ser necesitados, estar cerca pero sin anticiparnos, cuidar sin sobreproteger…difícil equilibrio al que se llega con mucha paciencia y pensando que efectivamente, hay que marcar límites, pocos pero innegociables. Que sepan por dónde deben caminar pero que el camino es suyo. Y que en él…siempre seremos su sombra. Sin estorbar sus pasos pero siempre acompañándoles.
         La mitad de las opiniones, un 45%, se decanta por el amor y la tolerancia en la familia como cimientos sólidos sobre los que ésta debe funcionar. Sobre ser la sede de las normas o que cada uno ocupe su lugar con la función que los roles les asignan, son escasas las apuestas por ello. En total un 5%. Hay una clara evolución del modelo familiar. De alguna forma creemos en el valor de la flexibilidad, el amor y la complicidad.
         Acerca de la niñez propia se valora el amor recibido, un 33%, que se acompaña con un 20% que valora las manifestaciones afectivas abiertas y otro 20% que estima los valores que le inculcaron. En total un 90% estimando como válidas todas las cualidades de ternura, afecto y estima que debe recibirse cuando uno está comenzando la vida. Solamente 1% reconoce que lo más válido son las normas que recibió.
         No quiere decir esto que no haya que poner normas, fijar límites o recolocar lo posible y lo imposible, pero “poner” nunca debe transformarse en “imponer” porque entre otras razones, casi nadie abraza las órdenes si no es frente a la posibilidad de un castigo y la reacción frecuente es ir en contra de ellas nada más que hay una ocasión. El placer de transgredir suele confundirles.  Y se sienten mayores al incumplir lo que se les ordena. Si la orden se convierte en acuerdo, si tienen que participar en resolver el compromiso al que han llegado libremente, entonces es posible su cumplimiento.
         Todos tenemos una infancia no elegida, sea buena o mala, pero hay que aprender en ella a hacernos adultos y en este papel sí que vamos a estar muchos años. Lo mejor es que la memoria es muy compasiva y siempre que volvemos los ojos atrás, sea como sea el camino recorrido, suele parecernos bonito.



TRES PALABRAS



Ayer, en un acto solemne de graduación, alguien dijo que las tres palabras más importantes en la vida que había que aprender a decir son: Hola_Gracias_Adios.
         Ciertamente este pensamiento se quedó dando vueltas en mí. Son, sin duda, las palabras clave para poder abrazar la vida en plenitud y a los que lleguen hasta nosotros.
         Necesitamos un HOLA. Un saludo abierto capaz de acoger lo que nos llega. Una bienvenida esperanzada ante todas las cualidades que vamos a gozar del otro y un abrazo sincero por todo lo bueno que vayamos a vivir con él.
         Un Hola que diga Sí a las situaciones que debamos enfrentar y que permita huir al miedo para encaramarnos a la confianza. Un Hola valiente, sincero, entregado y expectante. Un Hola que abra nuestras puertas de par en par para que suceda lo previsto en nuestra vida. Pero también ha de ser un Hola capaz de replegarse, de dejar paso, de soltar amarras  para la despedida cuando suceda.
         Entre el chispazo de la llegada y la nostalgia de la ida, debemos instalar un GRACIAS inmenso por todo lo que nos llega, por lo que vivimos cada día, por lo que nos quede por vivir.
         Un Gracias sentido desde el corazón, latiendo con él y palpitando a flor de piel siempre. No hay otra manera de crecer que agradeciendo, ni tampoco otra forma de hacer las paces con la vida y con las personas que nos relacionamos en ella. En ese Gracias va incluido un perdón hacia los demás y para nosotros mismos. Un lo siento desde lo más profundo y un espero y creo en las bondades de lo que juntos vivamos.
         Debemos estar preparados también para el cambio, para el término, para los finales. Unas veces merecidos, otras, deseados y muchas temidos. Pero nada permanece inmóvil. Nada igual a sí mismo, ninguna situación idéntica a otra o ella en otro tiempo. Por eso, es muy importante saber decir ADIOS. Un Adiós claro y limpio. Un saludo que se hace más necesario aún que el de llegada. Un dejar ir sin rencores, sin ataduras en el alma aunque permanezcan los vínculos en el afecto, indelebles.
         Hay que aprender a despedirnos sin pensar que estamos ante un reto definitivo porque aunque fuese la misma muerte la que nos obliga a ello, nos queda la esperanza de reencontrarnos de alguna forma.
         HOLA_GRACIAS_ADIOS deberían constituir una asignatura del colegio, un valor para enseñar en el hogar, una oración a la que recurrir cuando no sabemos actuar.
         Me gustaría ser la lección que mejor tuviese aprendida, la que presidiese mi vida, la que me ayudase a despedir a lo que se va de mí y a abrazar a lo que llegue.
         Me gustaría quedarme un largo rato colgada del GRACIAS y en él, poder disfrutar de todo lo bueno que me ha dado la vida y las personas que he tenido el placer de conocer en ella.
Un Gracias que hoy, más que nunca, os dejo para vosotros con todo mi afecto.