Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 29 de junio de 2012

DAR Y RECIBIR

Todos nos damos a todos y todos recibimos recíprocamente, aunque varíe la proporción en la que nos regalamos mutuamente.
No seríamos nada sin dar porque al entregar aquello que el otro necesita estamos formando parte de él; de alguna manera hemos establecido un puente que nos liga a su alma y desde esa atalaya somos capaces se sentir lo que la otra persona siente y emocionarnos con ello cuando lo comprendemos.
Para dar no es necesario solamente ser generoso, es preciso estar atento a lo que el otro precisa, a lo que le urge sin palabras, a aquello que está pidiendo entre silencios y miradas. Hay que observar y reiterar lo observado. Nada puede perdérsenos. Todo sirve, todo es útil para encontrar el vacío que necesita ser llenado. Si descubrimos el hueco ya hemos puesto la señal donde verter lo que vamos a entregarle.
No podemos, sin embargo, dar solamente lo que nos sobra. Para que sea verdaderamente fértil lo que regalamos hay que tomar parte de lo necesario que nos es propio y repartirlo sin miedo. Se multiplicará espontáneamente y servirá de nueva semilla para ser entregado otra vez más por quien lo recibe. Este maravilloso tránsito completa el círculo. Uno comienza recibiendo la vida, atenciones, afecto, cuidados…y es un acto obligado pasar el testigo a los demás hasta el final de ésta.
Transmisores y receptores, una simbiosis inigualable que mantiene la magia del corazón para seguir latiendo sin fuerza motriz que lo impulse, a no ser la energía del amor en estado puro invadiéndolo todo.
Recibir, por otra parte, también requiere entrega. Ha de existir disposición receptiva, querer integrar lo nuevo, aceptar aquello que repone el alma y querer que permanezca.
Ambos procesos se retroalimentan siempre que sigan este orden. Hemos de dar primero si queremos que haya vuelta.
Recibiremos sin duda, por eso hay que dar sin temor. Una y otra vez…ahora y mañana…a ti y al otro.
La vida se encargará de llevarlo de regreso hasta nosotros y muchas veces cargado de aderezos que convierten en premio lo que hemos entregado desde el corazón.
Demos tiempo a lo que ha de venir de vuelta. No contemos los minutos ni las horas…dejemos que todo transcurra como debe y estemos atentos a lo que ha de llegarnos para alegrarnos infinitamente con su presencia.

TU MEJOR YO

Debemos aprender a rescatar de nuestro interior el mejor yo que tengamos disponible en cada instante.
Somos una multiplicidad de diferentes “yo” que se manifiestan alternativos según las circunstancias por las que atravesemos. Nos hemos acostumbrado a poner muchas caras distintas que adecuamos al fracaso, a la impotencia, a la desesperación o al desconcierto y olvidamos que hay otras que se corresponden con la alegría y la esperanza.
Integrar los diferentes egos supone una tarea complicada por cuanto que esto requiere, en primer lugar, que reconozcamos su existencia en las plantas subterráneas de nuestra personalidad.
Todos somos muchos. Hay que saber si tantas gentes pueden organizarse en un solo corazón y si el resultado de darles cobijo a todas nos pasará factura tarde o temprano.
Posiblemente creamos que esto sucede a otros  y nos percibamos como un solo ser capaz de reaccionar al unísono de nuestros sentimientos, pero comenzaremos a dudar cuando en situaciones límite cambiamos de comportamiento y nos sorprendemos siendo otros.
Sacar el mejor yo de todos equivale a elegirle como excelente, a potenciarle como idóneo y a depositarle como único para que integre al resto.
No podemos aspirar a conectar con nuestra chispa divina si no sabemos cuál de todos es el que lo hace. Dudemos de la univocidad de nuestras respuestas y sometamos a revisión a quien responde desde dentro ante las preguntas de la vida por si acaso hay más de uno, por si a pesar de percibirnos como una identidad, acuden varias al reclamo. Entonces estamos en la obligación de hacer una selección y quedarnos siempre con nuestro mejor “yo”.
Por último, si dudamos cuál es éste, solo tenemos que escuchar el susurro del viento que arrastre sus pasos cuando sea él quien acuda en ayuda del corazón apostando siempre por el amor.

miércoles, 27 de junio de 2012

TIEMPO LENTO

Hay veces que el tiempo se hace lento, pesado, casi insufrible. Se torna espeso y denso y nos atrapa en su jugo pegajoso sin permitirnos casi el movimiento.
A veces, algunas veces, es mejor quedarse quieto. Esperar que la tormenta pase, si es que pasa, o al menos emprender la espera para recuperarnos de los golpes del camino y poder seguir.
La percepción del tiempo siempre va ligada a lo que nos suceda. Mientras los acontecimientos felices le hacen volátil, efímero y resbaladizo, aquellos que nos duelen le convierten en pesado lastre que debemos llevar  arrastras aún sin quererlo.
Es el corazón el que contabiliza el tiempo y su paso. Es la emoción la que le otorga la dignidad de ser divino o la atribución de representar una condena.
El tiempo en soledad, cuando ésta no es querida, se dilata y se desliza despacito, como si no quisiese irse. Nos enreda en sus hilos resbaladizos para complicarnos la huída porque de no ser así, correríamos hacia ningún lugar en busca de cobijo. Emprenderíamos, tal vez, una marcha hacia atrás para rectificar lo errores pero evitaríamos también los gozos y deleites por los que pasamos mientras duraban las bondades de la vida.
No podemos entender el valor de cada instante hasta que pasa. En muy pocas ocasiones somos conscientes de la felicidad que nos embriaga hasta que ésta ha comenzado a marchar. Los dulces momentos que no vuelven, pasan apenas rozando nuestra consciencia cuando están sucediendo, sin embargo se dilatan y expanden cuando son recuerdo.
A veces, solo a veces, logramos atrapar lo mejor de cada tiempo y entonces es cuando realmente entendemos que merece la pena vivir, aún cuando la vida misma nos duela la mayor parte del tiempo.

martes, 26 de junio de 2012

NO AMAR DEMASIADO

         A veces uno se sorprende descubriendo que no ama lo suficiente y que tampoco le aman bastante.
         La vida nos pone a prueba en muchas ocasiones pero en algunas de ellas, de forma radical. Nos posiciona ante toma de decisiones en las que compruebas la fuerza de nuestros sentimientos y en las cuales, puedes valorar también cómo reaccionan los afectados ante ellas.
         Amamos mucho cuando solamente se trata de expresarlo con palabras. Creemos que este amor nos lleva a sentir al otro como parte inseparable de  nuestra vida y no podemos admitir que las dificultades reten la valía de lo que sentimos y terminen por acallarlo.
         Tomamos la posición del silencio aunque un volcán reviente dentro. Nos quedamos quietos esperando que sea el otro quien dé el primer paso. Tratamos de pasar como si no estuviésemos, en un intento de no ser vistos. Sin hacer ruido queremos que éste se produzca cuando no llega.
         Demasiadas palabras han sellado en falso las heridas. Compromisos no cumplidos reclaman sus clausulas a pesar de no haber sido expresadas y todo se vuelve gris ante la catástrofe de no sentir el corazón arropado de nuevo.
         Cuando uno ama debe tener cuidado con lo que dice, con lo que siente, con la coherencia de seguir al corazón por delante de la razón. Porque si llega el momento de medir las fuerzas entre ambos, al menos estaríamos preparados para el resultado de la batalla.  De otro modo, podemos vernos sorprendidos por una ola de raciocinio que nada tiene que ver con la emoción de seguir queriendo aunque estemos muriendo por dentro por la persona que se va.
         Estúpida forma de comportarnos si de verdad nos importa aquello que el destino se empeña en mostrarnos que no es para nosotros.
         No amar lo suficiente nos pasará factura desde el primer minuto de la despedida, aunque no incluya la palabra adiós. El hasta luego puede también ser un lapsus eterno sin retorno.

lunes, 25 de junio de 2012

EL CORAZÓN NO ENTIENDE...

El corazón no entiende de edades, ni de distancias, ni de tiempos. El corazón parece que sabe cuando no sabe y cree que conoce cuando desconoce.
Al corazón se le engaña fácil, se le convence con caricias, con lamentos, con dolores y tristezas.
El corazón no entiende de problemas, de soledades ni traiciones. El corazón se estremece con ternuras y sonrisas. No sabe de ciencias, ni de conocimientos cuantitativos. El corazón cualifica, adjetiva, valora…y se expande o se encoje con ello.
No sabe de mentiras, ni de palabras no dichas, ni de olvidos, ni de cobardías.
El corazón lo comprende todo sin los ruidos que acompañan a la vida, en silencio con su soledad como compañía.  Acoge y recompone los pedazos del alma que se rompe en las caídas.
El corazón perdona e ilumina con su consuelo en la soledad de la noche oscura. Llega y vence, arrasando como un tsunami sin elegir el color, ni el tamaño, ni la forma de los otros corazones a los que se lleva consigo.
No entiende de bellezas, ni de cortesías, ni de sutilezas vanas ni quiere entender más allá de la emoción, hecha amor, que parece poder con todo.
Al corazón ni siquiera le importa si es posible lo imposible.  Acampa sin pedir permiso y no se va aunque lo echen. Se queda ahí presente y mudo con el arrojo de seguir siendo lo que más importa dentro de la catástrofe.
Al corazón solo le interesa el beso tibio de otro latido que acompañe el suyo sin preguntas.
Nada existe fuera de los ritmos tempestuosos que ambos marquen para seguir; aunque solo sigue si junto a él, otro le impulsa su movimiento continuo.

domingo, 24 de junio de 2012

DOMINGOS LITERARIOS

Cuando nadie me ve...

Pudo transformarme en ángel sin alas,
que llega y te espía,
 rojo de pecado te ama y escapa...
Cuando nadie me ve...
destapo el murmullo de los pensamientos
que locos te rodean y
deseosos intentan tocarte.
En la luz gastada del amor lejano
reviso los versos que escribí un día
 en momentos que te tenía sin conocerte.
Cuando nadie me ve...
también lloro a puertas abiertas,
sintiéndome tuyo y un poco de nadie.
Libando el sudor de tu cuerpo embriagante.
Compartir soledades que son de todos,
pero que solo cargo...
preguntarte el por qué de este silencio...
dándote la vida…
Cuando nadie me ve.
Cuando nadie me ve....
extiendo mis penas al sol de tu vida,
 es que ya llevo tiempo perdido
en este lugar que conozco,
llorando debajo del agua.
para que salir corriendo
sin no se qué hacer cuando me pare.....
estoy cansado, es ya tiempo
que desafío al universo.
Cuando nadie me ve.....
hablo de ti a solas conmigo,
 y con mis ojos llorosos
que esquivan a la tristeza
porque mi risa es así.
Me alegro que estés en mi,
y las estrellas lo saben,
que estaré cuando me vaya,
vigilando sobre ti,
 porque te he amado siempre
....aun cuando nadie me ve.



Puñaditos de amor...
18/06/2012.- JL*