Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 14 de agosto de 2021

EN EL CORAZÓN DE LAS PALABRAS

 

CORAZONES DE HIERRO


Si la palabra fuese el verbo,

Si moviese a la acción corriendo,

Si no solamente fuese viento,

A merced de los corazones de hierro.

Si cada latido tuviese nombre concreto,

Si el sentir pudiese verse por dentro,

Si cada pulso moviese montañas y cielos.

 

                                    


 

Si hiciésemos lo que decimos,

Y lo que decimos fuera cierto.

Si la corriente del río no se desviase

Por rodear algún otro contento.

Si pudiésemos atrapar instantes eternos,

Si la memoria fuese maga

y resucitara lo muerto,

Si acaso pudiésemos perderlo

Y resucitar como ave fénix del averno.

Si alcanzase mi mano  tocar

Tu falsa coraza de lamentos,

Si no fuesen, si no las lágrimas

La que la dejan caer al suelo.

Si todo fuese bonito y bello,

Que quedaría para la batalla

De este teatro en un mundo incierto.

Lo suave, lo dulce, lo tierno…

No pueden apreciarse,

Sin sus contarios eternos.

Si la existencia fuera un sueño,

De otra persona…

 en otro tiempo…!

miércoles, 11 de agosto de 2021

¿CREES EN LAS SEÑALES?

No me gusta referirme a cualquier creencia en algo superior, como “Dios”. Creo que este término tiene unas connotaciones muy peculiares que no abraza todo el mundo, ni aún creyente. Por ello, prefiero aludir al “ser supremo”, a la “energía universal”, a la “fuerza cósmica” o a cualquier otra expresión que toque la espiritualidad más que la religión.                                                                          

No obstante, el relato que os dejo aquí alude a Dios. Entendámoslo como la energía emergente emanadora de lo mejor nuestro. 

¿Crees en las señales?¿Algo intuyes cuando ves determinados objetos, nombres, números o situaciones?... 

Veamos…


 

“…Un hombre muy devoto vivía en una casa algo alejada de una aldea. Llegada la época de las lluvias, éstas aparecieron con una fuerza desacostumbrada. Al cabo de una semana de llover sin parar, vio cómo algunos aldeanos con sus pertenencias se alejaban del lugar pasando frente a su puerta.

-Vecino -le dijeron-, dicen que todavía lloverá mucho más, y esta es una zona que puede inundarse fácilmente. Sube a nuestro carro y nosotros te ayudaremos a cargar tus cosas.

-Gracias amigos -contestó el hombre devoto-, pero no estoy preocupado. Dios me ayudará si llega el caso. Y como acostumbraba, esa noche rezó, pidiendo a Dios que lo mantuviera fuera de peligro. 

Pero continuó lloviendo dos semanas más. El agua ya había penetrado en su casa y le llegaba hasta las rodillas. Los últimos habitantes de la aldea le gritaron desde sus barcas al tiempo que remaban apresuradamente:

-Vecino, no te demores ni un instante en venir con nosotros, no pierdas tiempo en recoger nada.

Las aguas amenazan con subir aún más.

-Gracias, pero no os preocupéis por mí. Marchad tranquilos, que Dios no me dejará desamparado, seguro que mañana deja de llover -contestó desde el armario donde estaba subido. Y esa noche la pasó rezando y pidiendo a Dios que no lo abandonara en aquella situación, sin duda ya angustiosa.

Durante la semana siguiente las aguas fueron subiendo indefectiblemente, de tal modo que nuestro hombre terminó encaramado en el punto más alto del tejado. Aun así, no dejó de rezar ni un instante solicitando la ayuda de Dios, confiando ciegamente en la divina providencia. Estando en esta situación se acercó por allí un equipo de salvación perfectamente pertrechado.

-Prepárese, que vamos a salvarlo. Ha tenido suerte que pasásemos por aquí, las lluvias no amainan y la situación es cada vez peor; pero no se preocupe, aquí estamos nosotros para salvarle la vida -le gritó el jefe del equipo.

-Se equivoca, buen hombre -contestó el devoto-, mi vida sólo está en manos de Dios y él no permitirá que muera, seguro que mañana mismo deja de llover y, en unos días, todo vuelve a la normalidad. Esto es una prueba que Dios me manda para probar mi fe, pero yo confío en su infinita sabiduría. 

Oído esto, aquellos hombres decidieron dar media vuelta, pensando que no merecía la pena esforzarse en ayudar a un loco que no quería salvarse.

Como continuó lloviendo, el hombre devoto murió ahogado al día siguiente y su alma llegó ante la presencia de Dios.

-Señor, estoy frustrado, defraudado y desconcertado. ¿Por qué te negaste a socorrerme? Sabes que recé sin parar pidiéndote que no me abandonaras. ¿Por qué lo hiciste? -preguntaba aquel alma entre desconsolados sollozos. -Mi confianza en tu ayuda era absoluta.

La voz de Dios sonó como un trueno.

-¿Cómo que me negué a ayudarte? Nadie tiene la culpa de que seas un completo idiota.

¿Quién crees que te envió a los vecinos del carro, a los de las barcas y al equipo de salvamento?”…

 

Observemos a nuestro alrededor. Hay muchos mensajes que ya te ayudan. No esperes algo más. Ya están ahí.