Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 6 de agosto de 2011

DESTINO Y SUERTE

En muchas ocasiones, nos parece que cualquiera tiene más suerte que nosotros. Muchas veces rechazamos iniciar largo nuevo por temor al fracaso que parece ir pegado a nuestra sombra. Elegir un camino implica rechazar otros pero no necesariamente equivale a iniciar algo en lo que nos va a ir peor. Lo que se muestra como una desgracia, en ocasiones, no es más que el anuncio de algo favorable para nuestro bienestar y lo contrario. El valor de lo que nos sucede lo da el tiempo en el cual descubrimos el sentido verdadero de aquello que juzgamos bueno o malo en un momento puntual. De cualquier forma, siempre supone un aprendizaje que debemos integrar a nuestra vida si queremos evitar la repetición de los fracasos, errores y sin sabores. Y sobre todo, tener en cuenta que la vida es lo suficientemente soberana para determinar qué es lo bueno y lo peor, a lo largo del tiempo.
Veamos este breve relato:



Un agricultor pacífico y tranquilo que vivía con su hijo vio un día que su único caballo
se había escapado del establo. Los vecinos no dudaron en acercarse a su casa y condolerse por su mala suerte.
- Pobre amigo, qué mala fortuna. Has perdido tu herramienta de trabajo. ¿Quién te ayudará ahora con las penosas tareas del campo?  Tú solo no podrás, y te espera el hambre y la ruina.
Pero el hombre únicamente contestó:
-Así es la vida.
Pero dos días después su caballo regresó acompañado de otro joven y magnífico ejemplar. Los vecinos esta vez se apresuraron a felicitarlo.
-¡Qué buena suerte, ahora tienes dos caballos.
Has doblado tu fortuna sin hacer nada! El hombre sólo musitó:
-Así es la vida.
Pero a los pocos días el padre y su hijo salieron juntos a cabalgar. En un tramo del camino, el joven caballo se asustó y tiró de la montura al muchacho, que se partió una pierna en la caída. Nuevamente los vecinos se acercaron a su casa.
-Sí que es mala suerte; si no hubiese venido ese maldito caballo, tu hijo estaría sano como antes, y no con esa pierna rota que Dios sabe si sanará.
El agricultor volvió a repetir:
-Así es la vida.
Pero ocurrió que en aquel reino se declaró la guerra y los militares se acercaron a aquella perdida aldea a reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio de armas. Todos marcharon al frente menos el hijo del agricultor, que fue rechazado por su imposibilidad de caminar. Los vecinos fueron otra vez a casa del agricultor, en esta ocasión con lágrimas en los ojos.
-¡Qué desgracia la nuestra, no sabemos si volveremos a ver a nuestros hijos; tú en cambio tienes en casa al tuyo con una pequeña dolencia!
El hombre, una vez más, dijo:
-Así es la vida.


viernes, 5 de agosto de 2011

EDUCACIÓN, CULTURA Y ERUDICIÓN

Los tres conceptos parecen sinónimos y por ello se utilizan, frecuentemente, como tales. Sin embargo, una breve reflexión sobre cada uno nos ayudará a entender que quienes los emplean indistintamente, se confunden.
            Si en algún momento tildamos a alguien como falto de “educación”, en nuestra mente, la referencia inmediata que realizamos coincide con la cortesía, las normas de comportamiento y esas maneras y modos peculiares de seguir una conducta delante de los demás. La verdad es que el término educación, engloba aspectos mucho más amplios y variados pero tendemos a identificarlo con la corrección social y el trato correcto hacia el resto de las personas con las que convivimos. Esta reduccionista forma de entender la educación nos priva del verdadero sentido que deberíamos conceder al vocablo, ya que tener educación coincide con haber adoptado frente al mundo una postura sabia, con haber aprendido de la experiencia, con aplicar ese aprendizaje a la vida diaria y que verdaderamente sirva para mejorarla.
            Por “cultura” entendemos el a cúmulo de conocimientos que existen en la memoria de cualquiera que lo demuestre y hacemos referencia explícita a los contenidos, términos, datos y cuantificaciones que conllevan anexos. Parece que la persona que tiene cultura, posee algo que puede cuantificarse, que tiene peso, que puede intercambiarse, que se puede medir. Verdaderamente, todo eso puede coexistir con la cultura pero no es ello, ni se puede reducir a lo estrictamente revisable. En este sentido, se produce un equívoco con el término “erudición”. La cultura es la asimilación de lo que uno integra a partir del conocimiento. Cómo cada cual lo sabe aplicar a sus circunstancias, la forma en la que nos movemos en el mundo que nos ha tocado vivir una vez que hemos aprendido. Es la vida humana en estado puro a lo largo de su proceder que hace historia, que crea modos de ser y de estar en ella y que da lugar a los cambios de conducta trayendo nuevas eras y diferentes rumbos.
            Realmente, tener cultura no implica haber cursado una carrera. No es necesario. Como tampoco la universidad da a todos acceso a la cultura. Porque la cultura no es algo de lo que se pueda llenar un bolso, ni pueda repartirse por igual, ni medirse con una nota. Lo que se cuantifica son los contenidos, los datos, las referencias. La cultura depende de cada uno. De cómo hagamos vida con lo que asimilamos y aprendemos... y va más allá; se encamina a hacer historia con la suma de los cambios particularmente mejorados que cada cual aporta.
            Personalmente, siempre he admirado a la persona que hay dentro de cada uno. Sus valores, su manera particular de querer, su empatía, su compasión, cómo se acerca  a los demás, cómo sufre y cómo ama. Si tiene dinero, si cuenta con un enorme currículo, si se viste con marcas, si su auto es más grande, si su banco le rinde homenajes…no me importa. Nada vale como lo que uno consigue por sí dentro de él. No adquiere valor por lo que tiene, sino por lo que ha llegado a ser una vez que se ha trabajado a sí mismo, y sobre todo por lo que de su interior ofrece a los demás como el regalo más espontáneo y altruista que pueda dar. Eso y solamente eso, es lo que vale.

miércoles, 3 de agosto de 2011

PEDAGOGÍA DEL ELOGIO

Hay muchos estilos educativos que determinan diversas respuestas a ellos. Cada uno de nosotros habrá visto y experimentado diferentes formas de ser tratado en el ámbito escolar. No hace demasiado tiempo, aún se imponía un estilo autoritario, dictatorial y dominante por parte del profesor y la institución educativa que sometía cualquier intento de creatividad en el alumno. Por otra parte, tal vez, mantenía con su disciplina un orden en las relaciones donde todo estaba claro. Y sobre todo, donde las normas, eso sí, impuestas, se respetaban. Nada está absolutamente equivocado y ese sistema tenía sus ventajas. Por una parte tener claro dónde estaba la autoridad y a qué debíamos atenernos ante cualquier comportamiento que fuese ajeno a la norma existente. Ello, evitaba, la mayoría de las veces, los desmanes a los que ahora debemos someternos la sociedad. Sin embargo, privaba de la libertad creativa, del impulso motivador y de las espontáneas ganas de aprender por el placer de hacerlo. No era el elogio lo que promovía la superación de las propias limitaciones. Tampoco el respeto, lo que impedía la expresión de los sentimientos de cada uno. Posiblemente el miedo guiaba el silencio y la quietud. Estados en los que difícilmente se aprendía si no era con la memorización absoluta o el trabajo impuesto frente a las ganas de huir. No obstante, este método rechazado ahora, tenía sus resultados. Los muchachos crecían bajo el temor de la bofetada del maestro o del padre y en base a ello, aprendían lo que repetían sin aportar nada nuevo, consiguiendo un puesto en la sociedad. Condenados a repetir el esquema, la rueda giraba siempre en el mismo sentido.
Hoy en día la situación es radicalmente contraria. Tanto es así, que el miedo se ha transformado en desfachatez y el silencio en griterío chillón capaz de ensordecer al más paciente. Tampoco esto genera buenos resultados. Posiblemente sea peor aún que la situación de antes. Es necesario rescatar a estos niños que comienzan en un medio demasiado permisivo, donde es el profesor el que teme a los alumnos y los padres a sus hijos, del caos que se genera cuando los límites no están definidos.
No he dejado de creer en la capacidad regenerativa del otro y en sus posibilidades. Posiblemente, por ahí deberíamos comenzar. Por confiar primero en nosotros mismos y establecer la norma que favorezca el estímulo de aprender a ser mejores. Más tarde aprenderemos a creer en quienes tenemos a nuestro cargo comenzando por la pedagogía del elogio antes las dificultades y los fracasos ajenos. No hay otro modo de dar confianza, seguridad y fuerza al que está lejos de sí mismo.

martes, 2 de agosto de 2011

DIFERENCIAS ENTRE SEXOS

L a vida diferente que el verano marca en nuestras rutinas pone de manifiesto, con demasiada frecuencia, las diferencias que hombres y mujeres tenemos. La posibilidad de estar más tiempo juntos, de encontrarnos algo más que en las entradas y salidas del hogar y sobre todo, de aumentar las situaciones donde debemos decidir en común, pone en peligro la aparente calma que durante el invierno se instala en la vida de cada uno. No hemos aprendido aún a entendernos.
La absurda idea, mal planteada, que generalizó la petición de igualdad entre hombres y mujeres en base a su identidad, solamente produjo malestar y malos entendidos entre quienes defendían esta equivalencia. Cuando suponemos algo igual a nosotros hay una predisposición a pensar que esa persona debe actuar, pensar y sentir de la misma forma. Y cuando pretendemos que eso sea así, se producen todas las incomprensiones que conocemos y experimentamos a diario, pues en realidad nadie actúa igual que otro y menos una persona de sexo diferente. Somos absolutamente distintos. Aunque debemos aclarar que igualdad no es lo mismo que equidad. Tenemos derechos que nos igualan y, por lo mismo, debiéramos acceder a las mismas oportunidades.
El interesante estudio de la psicóloga chilena Pilar Sordo, sobre las diferencias que nos complementan, hace un recorrido de profundo calado en los patrones de comportamiento de ambos sexos. Posiblemente, la cronología de las parejas también cuenta. No es lo mismo el planteamiento que el hombre y la mujer tienen en la actualidad para llevar la casa y los hijos adelante, que el que se estipulaba y aceptaba como normal en las parejas de los años 60. Sin embargo, y a pesar de los cambios notorios que comparativamente existen entre los tipos de convivencia y el reparto de responsabilidades en ella, en ambas épocas, hay una serie de pautas conductuales que ambos sexos mantenemos por estar incluso imbricadas en la genética de cada cual.
La primera diferencia significativa es que las mujeres cuando hablamos de nosotras siempre lo hacemos centrando la conversación en otras personas clave en nuestra felicidad o infelicidad. Estos nos lleva a quejarnos más que los hombres o al menos, a poner un pero a las vivencias que manifieste que no fueron todo lo ideales que hubiésemos querido. Nos empeñamos en hacer la mayoría de las cosas en base a la idea de que nadie lo hará mejor y sin embargo, transmitimos la idea a nuestros hijos e hijas de que ser mujer conlleva mucho trabajo y pocas satisfacciones.
La segunda, se centra en la distinta capacidad que la mujer y el hombre tienen con respecto a lo que retienen o lo que ceden y sueltan. Mientras la mujer tiende a retenerlo todo, guardamos alimentos para mañana, papeles, ropas, tiquets, entradas, flores disecadas e incluso retenemos líquidos y acusamos estreñimiento; el hombre es capaz de soltar, de resolver conflictos y olvidarlos, de no incorporar a su repertorio conductual angustias enquistadas a base de perpetuarlas en el recuerdo. De ahí que nosotras no olvidemos nunca y ellos parezca que no recuerdan jamás. Centrados en los objetivos y no tanto en los procesos, solucionar problemas, para ellos, es el equivalente a desprenderse de ansiedades y desasosiegos demoledores para una sana y equilibrada sensación de bienestar. Son capaces de pasar de un objetivo a otro con mucha rapidez y avanzar en el camino. Tal vez por ello, sean más rápidos en iniciar otras relaciones afectivas cerrando página.
En tercer lugar, lo femenino estaría determinado porque en la base de sus acciones predomina sentirse necesitado. De esta forma, la identidad y la autoestima están más determinadas por lo que hacemos que por lo que somos y, sobre todo, por la respuesta que obtengamos ante ello. Si hacemos todo lo que creemos que nos corresponde en esa hiperactividad de roles que desempeñamos como hijas, madres, esposas o profesionales esperamos una compensación afectiva similar a nuestro esfuerzo. Es una necesidad real la de sentirnos -˜necesitadas-™ para concebirnos merecedoras del cariño que recibimos. Todo en nosotras gira sobre la vida afectiva y nuestra función principal consiste en tratar de mantener las relaciones de los nuestros en buen estado. En cambio, lo masculino estaría gobernado, mayoritariamente, por la necesidad de admiración. Para ello, los hombres cambian continuamente de objetivos, se empeñan en llegar a las metas y avanzan hacia otras nuevas una vez alcanzadas. De este modo, las mujeres valoramos más los procesos, mientras que los hombres lo hacen con los fines. No es extraño que en el supermercado, nosotras hagamos paradas en cada pasillo para observar, comparar o conocer productos que no llevamos en la lista, en tanto que ellos de tener la lista en una mano y el carro en la otra, buscarán, casi con exclusividad lo que llevan anotado. Idéntico proceso sucede en los viajes o los paseos. Mientras nosotras disfrutamos con el paisaje, con cada parada, cada escaparate o cada vitrina, ellos se encaminan decididamente al lugar del final del trayecto sin entender el motivo reiterado de los parones intermitentes a los que les sometemos.
Un cuarto aspecto lo constituye la importante diferencia entre la capacidad de separar de los hombres y la de reunir de las mujeres. Basta revisar nuestro bolso para encontrar desde un medicamento hasta un útil escolar de nuestros hijos. Los compartimentos que utilizan los hombres les ayudan a ordenar sus pertenencias. Un bolsillo para el móvil, otro para el billetero, otro para las llaves. Ellos funcionan mejor separando en cajones mentales las distintas áreas emocionales, lo que se refleja muy bien en el área comunicacional en la pareja. Un hombre puede hacer una crítica a su mujer como madre y con ella está dirigiéndose a la madre, no a su esposa. Por ello, minutos más tarde le sería posible mantener relaciones sexuales con ella. Eso que las mujeres entendemos tan mal después de una discusión, en la que seguramente nosotras terminamos en tristeza lo que ellos concluyen como rabia. La situación daría, sin duda, para un análisis más detenido. En cualquier caso, nuestras diferencias nos complementan por lo que en ambos debe estar el objetivo de reforzar lo que el otro aporta y a nosotros nos falta. Habremos iniciado, de esta forma, un excelente camino para llegar a entendernos

lunes, 1 de agosto de 2011

¿POR QUÉ ME SIENTO ASÍ?

A la derecha de esta entrada tenéis la nueva encuesta para responder a la pregunta sobre nuestro estado de ánimo en estos momentos. Espero que nos ayude a conocer lo que nos sucede y dónde puede estar su origen. Desde ese descubrimiento, vamos a iniciar un camino de superación en base a determinadas herramientas con las que, según el caso, debamos contar para mejorar nuestro sentir diario y adquirir todo el potencial, que seguro tenemos, para dirigir nurstros días con eficacia y satisfacción. Posteriormente, cuando la encuesta termine, comenzaremos a repasar las habilidades necesarias para conseguir una vida plena y feliz.
Gracias por participar. 

domingo, 31 de julio de 2011

ENCUESTA BLOG

Hoy termina la encuesta planteada en el blog para conocer el estado emocional de los visitantes y  qué situación mental tenían al conectar con los mensajes del mismo. Me ha sorprendido comprobar que casi la mitad de ellos se encuentra en un estado de felicidad. No es usual reconocernos felices, aunque tengamos motivos para ello. En  muchas ocasiones, tenemos una especie de ceguera dimensional cuando valoramos lo que poseemos y vivimos. Por eso es esperanzador ver asomarse al blog a la mitad de las personas reconociéndose felices.
La otra mitad se debaten entre el miedo, sentimiento de los más votados, la ira o la tristeza. Este último es el que afecta, a la mayoría de los visitantes, en cuanto a emociones negativas. Hay que saber por qué se sienten así. Sería estupendo poder contar con la colaboración de las personas que ya optaron en su día por una u otra situación y que pudiesen responder a la siguiente encuesta, que de alguna forma completa la anterior. Se trata de indagar en nuestro interior y ajustar el estado emocional que hemos reconocido en nosotros, a una posible causa de la que podamos ser conscientes. Será el primer paso para poder trabajar sobre ella y cambiar ese estado por otro mejor.

Os invito y animo a seguir con esta pequeña investigación interior con la encuesta que comenzará próximamente.

Gracias por participar. Quiero haceros llegar mi enorme agradecimiento por acompañarme en esta aventura personal en la que sobre todo quiero compartir y transmitir mi afecto.