No todos queremos igual, ni lo hacemos de idéntica forma con los que nos rodean. No siempre se quiere con la misma intensidad. No a todos regalamos el mismo cariño, ni siquiera en relaciones de igualdad.
Nadie quiere reconocer que, en cada caso, se ama distinto.
Ningún hijo, padre o madre, provoca en nosotros el mismo tipo de afecto. Hay matices que tienen que ver con afinidades inconscientes, con debilidades manifiestas o con rasgos del carácter o el comportamiento peculiares.
Si hablamos de relaciones externas y diferentes, el tema se complica más.
No se quiere igual a una pareja que a un hermano o un padre, a un amigo que a un compañero…esto, que es obvio, es el caldo de cultivo de los celos. La pregunta es: …¿Por qué ese afán de equiparar lo que se gesta y goza en distinta dimensión?.
El esmero que se pone en cada amor de tu vida es propio de lo amado y nada tienen que ver entre sí. De ahí lo ridículo de poner en una balanza “ amor de madre con amor de pareja”, por ej.
Nada quita nada a nadie dentro del corazón de cada uno. Nunca olvidemos que el amor cuánto más se amplía más se multiplica.
Ama. Siempre y mucho.
No hay nada mejor.