Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 30 de noviembre de 2013

¿ERES UN PERFECCIONISTA COMPULSIVO?



El perfeccionismo consiste en la creencia de que se puede y debe alcanzar la perfección. Muchos de nosotros queremos ser lo mejor en todo lo que nos implicamos o en aquello que dependa de nosotros. Hijos perfectos, padres perfectos, parejas perfectas, hermanos o amigos perfectos. Estas expectativas tan elevadas hacen que nos pongamos el traje de superhéroe y nos lancemos como supermanes al vacío.
         El perfeccionismo nos convierte en personas vulnerables y dependientes. Incluso llegará un momento que nos robe felicidad. La persona perfeccionista actúa impulsada por una motivación interna negativa de la que quiere huir. Trata de evitar la desaprobación, la crítica le destruye y el rechazo le obsesiona. Porque el perfeccionista es obsesivo, da vueltas al mismo error y vive rumiando el mismo pensamiento sobre su equivocación todo el tiempo.
El perfeccionista se concentra en los detalles perdiendo de vista el propósito. Deja de lado el poder que conlleva las equivocaciones como nuevas propuestas de remontar el error y aprender en el camino. Cierra la puesta a la excelencia del cambio y evita que por su vida pase, llena de frescura, la movilidad, la diferencia y la discrepancia. Motor, todo ello, de la creatividad espontánea.
¿Eres perfeccionista? Marca Sí o No, según te identifiques.

ACTITUDES A VALORAR
SI
NO
Cuando comienzo algo, me preocupa equivocarme


Tengo meta muy elevadas y difíciles de alcanzar


Cuando realizo una tarea, no puedo relajarme hasta que esté perfecta


Siento que, aun haciendo las cosas lo mejor posible, no es suficiente para los demás


Si cometo un error, siento que todo se arruina


Sé qué tipo de persona debería ser, pero siento que nunca lo logro


En mi infancia, aun cuando hacía las cosas bien, sentía que no llegaba a complacer a mis padres


Cuando consigo una meta, me siento insatisfecho


Me siento culpable o avergonzado si no hago las cosas perfectamente


Intento evitar a toda costa la desaprobación de los demás



Si en más de tres preguntas has tenido un SÍ como respuesta, entonces eres una persona perfeccionista o tendente a ello.
La autoexigencia no es exclusiva del perfeccionismo pero se encamina hacia él. Hay que mantener el control. Si a pesar de hacer las cosas con el mayor empeño nunca estamos satisfechos, si revisamos cada cosas muchas veces y tenemos la sensación de que siempre falta algo para llegar, si tenemos baja tolerancia con los errores propios y ajenos hay que tener cuidado.
         Lo peor es asociar la autoestima a los logros. Si logran algo se sienten bien, si no lo alcanzan algo se destruye en su interior por enlazar las conquistas de metas, con el valor personal.
Correr riesgos, asumir equivocaciones y digerir errores es una san dieta para el alma. De ella siempre se sale fortalecido.

viernes, 29 de noviembre de 2013

UNA CAÑA DE BAMBÚ



Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
--Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
--Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
--¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
El yogui entregó la caña de bambú al rey.

Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor

jueves, 28 de noviembre de 2013

APRENDIENDO A HABLAR

La palabra es una forma mágica de expresión. Es capaz de herir sin tocar y de hacer feliz sin tener que corresponder. Se puede invadir con ellas, atropellar y menospreciar o se puede engrandecer, valorar y amar.
         Es en realidad su uso y abuso lo que debe preocuparnos. Lo que decimos y cómo lo decimos. Lo que pedimos y cómo lo pedimos. Hay que saber hablar con inteligencia emocional.
Hay personas cuya negatividad sale por los poros de su piel, pero sobre todo por los vocablos de sus palabras. Hay quienes maldicen, insultan o descalifican continuamente. Otras, que hasta para pedir, en sus rogatorias, lo hacen desde el “no”…”Que no sufra enfermedades”…en vez de hacer una petición positiva…”que la salud invada mi vida”…
El universo no entiende el NO; es una partícula que invita a la no existencia, a la nada, a lo contrario, a lo imposible. Hemos de reafirmarnos en los aspectos de apertura en nuestra actitud. Estar dispuestos a que suceda lo bueno y a que eso mismo nos impulse a conseguirlo.
A veces sería deseable emplear lo que se denomina “el tiempo fuera”. Se trata de un momento en el que nos situemos fuera de una circunstancia que se esté presentando conflictiva. Tomar distancia, ser observador y guardar silencio. Esto evitará palabras inconvenientes de las que más tarde podemos arrepentirnos. También nos desviará de pensamientos enconados que solamente miren en una dirección. Podremos retomar la conversación desde otro ánimo, desde la empatía de entender al otro o desde la serenidad de comprendernos a nosotros mismos y ser capaces de redirigirnos, a fin de que las palabras nos salgan de forma controlada, en vez de hacerlo en forma de peligroso torrente.
En nuestros labios está la posibilidad de elegir crear un clima de armonía a nuestro alrededor, de mantenerlo y de proyectarlo. Quizás en este intento haya más magia de la que pensamos…y se operen milagros que ni siquiera soñamos.
Probar nos vendrá muy bien, seguro.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

INVENTANDO PRIMAVERAS



No me disgusta el invierno porque es una época en la que siempre se desea un refugio. Es un poco como lo que nos sucede cuando estamos necesitados de un abrazo. Uno, entonces, busca también un abrigo. Una forma de sentirse cobijado bajo los efectos térmicos de un estrujón cuando siente frío.
Lo peor es sentir el gélido vapor del aliento de quien debería acompañarte en la vida. Estar sólo en compañía. Sin la complicidad que exigiría llevar de la mano a un compañero. Sin la comunicación que hiciese cálida la estancia donde se habita.
Cuando  al hogar solamente le quedan las paredes de una casa, las palabras pierden el valor de ser contenido del corazón. Las miradas se rehúyen y la compañía se esfuma aún con la presencia cercana. En ese momento, hay que inventar primaveras. Muchas y llenas de color. Primaveras pequeñitas que nos quepan en los bolsos, que jugueteen con nosotros desde ellos y que nos reclamen la atención para no sentir el frío que se instala en la piel cuando no hay una mano que roce la nuestra.
Inventar primaveras nos eleva a la categoría de magos porque logramos reinventarnos con ellas en cada rayo de sol que soñamos o en cada flor que inventemos. Y si no somos capaces de fantasear con ello, salgamos a pedirlas prestadas. Hay muchas personas que se inventan las suyas y que no tendrán inconveniente en cedernos un pedacito.
         A veces no queda otro camino que la evasión para poder sobrevivir. En otras ocasiones es la propia evasión lo que nos mata. Hay que saber elegir hasta la huída. También, a veces , es una cuestión de dejar entrar la suerte en nuestra vida, porque ella juega un papel fundamental….como dice mi padre…hasta para morir hay que contar con ella.