Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 25 de febrero de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE:

 

       ..."  Retrocedí sobre mis pasos preocupada por la inmovilidad de mi hermano y por el temor de que aquella misteriosa mujer estuviese acompañada para borrar las huellas de lo que parecía un crimen…"

 

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         Permanecí inmóvil, conteniendo el aliento y el orín que comenzaba a molestarme seguramente por los nervios. No sabía hacia dónde dirigirme para ocultarme sin hacer ruido. Crucé con rapidez el vestíbulo de la casa y me acomodé en un rincón tras una mesita adornada con un jarrón de flores. De pronto, un estruendo, proveniente de la cocina, heló mi sangre.





 

Unas voces contenidas me indicaron que, al menos, eran dos personas las que estaban allí. Quise entender que discutían por una disolución de ácido que preparaban, sin ninguna duda, para borrar el rostro o las huellas de mi hermano y que acababa de estamparse contra el suelo. La mujer gritaba por el dolor intenso de la quemadura que le propinaban algunas gotas que le habían alcanzado la pierna y le pedía irse de inmediato para poder curarlas.

 

.-Te dije que no saldría bien.- sollozaba entre gritos estrangulados por la quemazón de las heridas.

.- ¡Calla!, no podemos irnos ahora. Solamente está drogado. Perderemos la oportunidad de encontrar la llave.

.-¡Maldita llave!, maldito tú y tus ansias de encontrar lo que solamente le pertenece a ella.

.-No sabes lo que dices. Eres una estúpida cobarde que nunca conseguirá nada.- Y diciendo esto, la arrastró hasta la puerta de la calle dejándola tirada en el rellano. 

 

Desde el rincón en el que me había acomodado, pude ver que el sujeto malhumorado y agresivo era cojo. En realidad, estaba muy cerca de mí, hasta tal punto, que podía oler aquella disolución fallida que estaban preparando. Me asusté tanto que el orín comenzó a desplazarse rápidamente por mis piernas flexionadas, dibujando una sinuosa marca húmeda que llegó casi hasta sus pies. 

 

Se giró bruscamente olisqueando, tal vez, el trazo acuoso del suelo, disimulado, no obstante, por el poderoso olor de la disolución que manejaban. Una alfombra detuvo el rastro de mi incontenido miedo impidiendo que tocase definitivamente su pie cubierto, únicamente, por un calcetín. Posiblemente, se hubiesen quitado los zapatos para evitar dejar las menores huellas posibles.

 

Miro a su alrededor. Introdujo su cabeza por el dintel de las distintas habitaciones y pareciéndole que no había nadie, volvió a la cocina para recoger todos los cachivaches que tenían desplegados por allí.


Parecía un hombre de un país del este. Rubio, de enorme complexión y de carácter recio. Sin embargo, hablaba mi idioma perfectamente. La mujer esperaba , entre sollozos, que se reuniese con ella. Mientras tanto y antes de salir, se paró frente a mi hermano, absolutamente inmóvil, y le habló con dureza.

 

.-¡ Volveré. Te encontraré allí donde estés. No te quedarás con ello.!.- y diciendo esto, tomó bruscamente el brazo a la mujer desplomada en el rellano y desaparecieron escaleras abajo…