Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 21 de noviembre de 2015

CUANDO DECIMOS BIEN Y NOS VA TAN MAL



En cuantas respuestas está la falacia. En cuántas queremos dar una imagen que no es real. Cuántas recogen el dolor que se encierra en un “bien” acompañado de una sonrisa.

Nos preguntan por cortesía y con interés cómo estamos. ¡Y qué vamos a decir!. Muchas veces tragándonos las lágrimas, mirando a otro lado cuando respondemos y evitando que a través de la mirada salga a borbotones la pena que nos mata dentro.

La gente pregunta con la intención perdida. Hay una especie de tendencia general a decir que todo nos va bien y que no pasa nada  y el que recoge el mensaje nos devuelve el mismo. Es como si el dolor nos hiciese culpables de algo y tuviésemos que ocultarlo.

 También es cierto que sentimos un cierto temor a sacar nuestros sentimientos al sol y encontrarnos de plano con la lluvia.
Me llama la atención esa respuesta que contiene tanto detrás; tanto por decir, tanto por expresar, tanto por pedir, tanto por entregar.

Cuando preguntes a una persona cómo está, mírala a los ojos. Puede que ni siquiera te encuentres con ellos lo que aún te indicará, en mayor medida, que debajo de ese “bien” hay un “me muero por un abrazo”. 

Lo que hagas después de sentir su malestar queda para el mandato de tu corazón.

He decidido no volver a decir “bien” si no es así. También es cierto que no se puede ir contando penas a cualquiera que pregunte por cortesía, pero me siento engañada por mi misma cuando lo digo y me siento mal cuando reconozco que quiero encubrir las penas bajo apariencias bondadosas.

Si no me encuentro bien, si me está matando la pena, si los problemas me ahogan…sustituiré el “bien” por un “Bueno ahí estoy en el día a día”…otra forma de evasión quizás, pero mucho más cercana a la realidad.

viernes, 20 de noviembre de 2015

EL SACO DE CARBÓN




Un día, Luis entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó y Jaimito lo siguió, diciendo en forma irritada:

- Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo!

Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo:

- Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela..

El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso:

- ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó.

El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como la tendedera estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa.

Cuando el padre regresó, le preguntó:

- Hijo, ¿qué tal te sientes?
- Cansado, pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:

- Ven conmigo quiero mostrarte algo.

Lo colocó frente a un espejo que le permitió ver todo su cuerpo... ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:

- Hijo, cómo pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre quedan en nosotros mismos.

Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras.Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones.Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos.Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter.Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.

jueves, 19 de noviembre de 2015

UN CURIOSO RITO CADA NOCHE



Fue una de mis alumnas, la más mayor de todas, la que me acercó un día unos pequeños libritos en cuyas páginas había frases muy cortas pero de gran calado para el alma.


Me dijo que ella seguía todas las noches una especie de rutina que le venía muy bien. Antes de acostarse cogía varios de éstos diminutos libros y abría al azar, con los ojos cerrados, una de sus páginas. Ese y sólo ese era el mensaje que la vida le ponía delante para el día siguiente. Con esta serenidad se iba a dormir.


Se trata de una colección que alude a muchos temas. He comprado tres, de momento, y estoy encantada con seguir el breve ritual de mi amiga y alumna Socorro que a sus 86 años vive jovencísima en un cuerpo también muy cuidado.


Mis libros llevan estos títulos: “Vivir en plenitud”, “Vivir sin prisas” y “Estar bien consigo mismo”. Os dejo una foto aquí de ellos.
Hay muchos más títulos y sería muy interesante ir adquiriendo todos ellos.


Las frases que me tocaron en suerte anoche fueron las siguientes:


·      De Estar bien consigo mismo; …” Cuando te sientas herido, coméntalo con la persona que causó el malestar. Guardarlo para sí hace que aumente el dolor.”


·      De Vivir en plenitud;…” Eres el protagonista de tu propia vida. Emplea toda tu energía en ser tú mismo. Nadie puede hacerlo tan bien como tú.”


·      De Vivir sin prisas: …” Permítete llegar tarde de vez en cuando. La vida es para vivirla, no para programarla.”


La mayoría de las veces, los mensajes que me llegan cada noche me afectan en algo que me sucede. Me da calma leerlos… aquí os lo dejo por si alguien quiere hacer lo mismo e ir completando la colección.

¡Espero que os sirva tanto como a mí.!

miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA EQUIVOCACIÓN DE SUPONER



“ Un campesino, que tenía madera para cortar, no lograba encontrar su hacha grande. Recorría su patio de un lado a otro, iba a echar un vistazo furibundo por el lado de los troncos, del cobertizo, de la granja. 

¡Nada que hacer, había desaparecido, sin duda robada! ¡Un hacha completamente nueva que había comprado con sus últimos ahorros! La cólera, esa breve locura, desbordaba su corazón y teñía su mente con una tinta tan negra como el hollín. Entonces vio a su vecino llegar por el camino. 

Su forma de caminar le pareció la de alguien que no tenía la conciencia tranquila. Su rostro dejaba traslucir una expresión de apuro propia del culpable frente a su víctima. Su saludo estaba impregnado de una malicia de ladrón de hachas. Y cuando el otro abrió la boca para contarle las trivialidades meteorológicas habituales entre vecinos, ¡su voz era sin lugar a dudas la de un ladrón que acababa de robar un hacha flamante!

Totalmente incapaz de contenerse durante más tiempo, nuestro campesino cruzó su porche a grandes zancadas con la intención de ir a decirle cuatro verdades a ese merodeador ¡que tenía la osadía de venir a burlarse de él! Pero sus pies se enredaron en una brazada de ramas muertas que yacía al borde del camino. 

Tropezó, atragantándose con la andanada de insultos que tenía destinada a su vecino, ¡y se cayó de manera que fue a dar con la nariz contra el mango de su hacha grande, que debía de haberse caído hacía poco de su carreta! … 

Un ladrón de hachas que sólo lo había creado él.”