Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 28 de marzo de 2020

EJERCICIO PARA SENTIRTE BIEN



Ahora toca imaginar, visualizar, idear y soñar. No podemos hacer muchas cosas de las que hacíamos fuera, pero podemos comenzar por fantasear con lo que nos gustaría hacer y que algún día haremos, posiblemente.

Colócate en un lugar tranquilo. Cierra los ojos o no los cierres. Centra tu atención en un punto. 




Si tienes los ojos cerrados, enfócate en el medio de tu frente como si en ella existiese una estrella luminosa, o en el centro del pecho, como si el corazón se hubiese convertido en un algodón lleno de destellos que irradian luz al resto del cuerpo.

Si tienes los ojos abiertos enciende una vela pequeña o coloca una figura frente a ti que te traiga buenos recuerdos o te acerque a la tranquilidad. Todo destinado a focalizar tu atención y la visualización que vas a realizar.

Comienza respirando en los tiempos a los que aludió nuestra gran psicóloga Alejandra Vallejo-Nájera: 4-7-8; es decir, inspira contando 4, retén el aire contando 7 y expúlsalo contando 8 en profundidad. Mientras tanto céntrate en la imagen, figura u objeto que hayas elegido para crear tus sueños y déjate ir…

 ¿Dónde te ves?¿Qué estás haciendo?¿Hay alguien contigo? ¿En qué lugar estás?¿Qué aroma te envuelve?¿Y los colores del ambiente?¿Hay música de fondo o cercana?¿Es una ciudad, una playa o una montaña?¿Te sientes bien?¿Respiras aire puro?¿ves aquello que te gusta?¿saboreas alguna comida? ¿te acarician o dan la mano?¿eres tú quién deslizas tus mimos sobre alguien?...

¿Te ves siendo feliz?. 

Hazlo, crea  tu buena suerte ahora mismo. El universo trabajará para ti en lo que has pedido en forma de ensoñación. 
Sucederá o no, pero el tiempo que dediques al día en este ejercicio te hará “vivir” en el ahora lo que parece solamente un deseo.

Dedica a esta forma de estar contigo 10 minutos al día. Después te sentirás genial.

Objetivo cumplido.

miércoles, 25 de marzo de 2020

DESDE LA OTRA ORILLA



Siempre estamos en la orilla que más bulle. En las risas de la vida, en lo bonitos del despertar, en la prisa con ganas, en las comidas rápidas pero con aliciente, en los sueños hechos realidad con los muchos pocos que podemos, en el aire fresco que envuelve nuestras tristezas, en lo bueno y lo malo del día a día de cada día.
Ahora, desde el lado contrario de la orilla miramos todo eso con añoranza; todo cobra otro color y los deseos se posicionan, simplemente, en volver a lo mismo. 






Es curioso como antes, lo que no apreciábamos en absoluto se convierte ahora en lo mejor que anhelamos.

La vida siempre tiene la última palabra. Uno se empeña en apegarse a todo. Relaciones, casas, coches, ropas, formas de vida…y nos parece que sin ello no podemos continuar. 

Nos llevamos todo por delante a nuestro paso frenético y díscolo. Elevamos a categoría de excepcional lo que es prescindible y padecemos hasta el infinito por aquello de lo que hacemos un problema, en realidad inexistente. Pero llega la justa balanza de la vida y equilibra sus platillos.

Aquello sin lo que no podías pasar, descubres que no tenía importancia. Lo que era para ti necesario se hace excusable. La persona más querida se pierde en la lejanía aunque no en el corazón. Todo se convierte en nada con una sola decisión de la naturaleza.

Aplaquemos nuestro orgullo, las ansias de poder y la estúpida frialdad con la que miramos y rechazamos lo diferente. La ambición innecesaria. La prepotencia siempre injustificada y esa forma de darnos la vuelta ante los problemas de los más débiles porque la vida, en un segundo, es capaz de demostrarnos nuestra propia nimiedad.  

Volveremos a la normalidad, pero todo esto tiene que servir de algo, tiene que mejorarnos de alguna forma…de otro modo estaremos condenados a repetirlo.