Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 10 de diciembre de 2015

COMPRAR TIEMPO



En una conversación en grupo, hablábamos de qué nos gustaría comprar. Todo el mundo aludía a pequeños y grandes caprichos de esos que tienen precio. Sin embargo, una persona dijo: “…yo compraría tiempo”.

Me dejó pensativa. Es cierto, me dije, efectivamente si no tenemos tiempo de nada vale tener cosas para no poder gozarlas.
 Es algo semejante a la salud. Pocas veces nos acordamos de ella cuando la tenemos y en realidad es la premisa básica para cualquier deseo, cualquier meta o cualquier logro.

Hay que valorar el tiempo. Si no lo valoramos, ahora mismo, es que de alguna forma nos sobra. 

Quien no lo tiene lo aprecia enormemente.

¡Regalar tiempo!, eso es algo inmenso. Cuando tú le das tu tiempo a otra persona, le regalas lo mejor que posees. Solo tenemos de verdad nuestro tiempo. El que vivimos, el que nos queda.

Cada segundo que vivas con otras personas, cada minuto que les dediques, cada rato que les regales…es un verdadero privilegio porque ese bien tan preciado pasa por ti para no volver.

Pocas veces pensamos en lograr tiempo. Nuestra lista de deseos se dirige a cosas contables, la mayoría de las veces. Y nos parece que la salud y el tiempo lo tenemos regalado ya de base. Pero no es así.

Por eso, cada vez que alguien hable contigo, comparta un café, debata en una conversación, pasee o simplemente llame a tu teléfono valóralo como un auténtico regalo.  Es lo verdaderamente suyo. Lo que se le escapa y no regresará jamás. Lo que forma parte de su historia y constituye el tejido de ella.

Tal vez debamos pedir, junto a los placeres que deban llenarlo, un poco más de tiempo para gozar de lo que tanto anhelamos.
Si valoramos el tiempo, también sabremos cómo pasarlo y con quién del mejor modo.

¿Podemos pedir mayor dádiva?

miércoles, 9 de diciembre de 2015

A CADA PASO, SOMOS OTROS



Mi hijo, que por primera vez está fuera de España, me decía el otro día que al volver él sentía que sería otro.


Me pareció muy buena reflexión. Efectivamente vamos siendo otros a cada instante y más cuando en realidad pasamos por situaciones muy diferentes a lo que vivimos rutinariamente.

Cambiamos y mucho. Estamos con nosotros mismos;  no nos damos cuenta, pero así es. Por eso hay que renovar la conciencia de los sentimientos.


¿Somos los mismos?¿Sentimos igual?¿Ha variado algo y obviamos que así es?¿Los que nos conocen notan nuestros cambios?¿Notamos los suyos?.


De vez en cuando hay que darse una cita con uno mismo. Preguntarnos por si realmente sentimos igual. Esto suele darnos bastante miedo por si descubrimos que hemos cambiado tanto que no tenemos nada que ver con el de hace un tiempo y reconocerlo implica reaccionar.


Renovar los sentimientos débiles, examinar los que tienen tanta solidez que nada les mueve, reinventar los que nos dejan con mal sabor de boca y suprimir los que se hayan esfumado y solamente hayan dejado un rastro amargo.


Somos otros. A cada paso, somos otros.


Hay que revisar el corazón. Hacer limpieza y dejar solamente lo que sirve para ser feliz.


Comparto este breve texto alusivo al tema.




“…El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.


Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.


Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.


Muy sorprendido, Devadatta preguntó:


--¿No estás enfadado, señor?


--No, claro que no.


Sin salir de su asombro, inquirió:


--¿Por qué?


Y el Buda dijo:


--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada. 


* Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.*


lunes, 7 de diciembre de 2015

AMPLIAR LA ZONA DE CONFORT, NO SALIR DE ELLA



Pequeños retos, propósitos diminutos, pasitos breves, avances lentos… pero al fin y al cabo, movimiento.

Lo peor que nos puede pasar es quedar atrapados en la indefinición. 

“Lo sé…pero…”, “Nunca lo hubiese creído de mi…sin embargo…”, “Si pudiese salir de aquí…mas no sé…”

 Éstas y otras muchas frases recorren la mente de quienes están estancados. En medio de la nada y con nada en las manos. En el borde de un abismo y sin paracaídas. En el filo de un una daga y sin protección.

El miedo es el gran amigo de la angustia y la depresión. Las creencias limitantes que  parten del miedo nos revierten una imagen de nosotros mismos pobre e insegura. “No podré”, “nunca podría logarlo”,” me siento incapaz de salir”… y contra esto solamente hay que poner en marcha un plan de salvamento emocional.

No me gusta hablar de la zona de confort como un lugar de donde hay que salir. Y no me gusta porque si ahí estamos a gusto lo que vamos a pisar fuera es molesto seguro. Basándose en el procesamiento de esas molestias, la psicología más vanguardista opina que podremos crecer. Sin embargo, me niego a creer que tengamos que dejar el espacio en el que nos sentimos cómodos y tengamos que pisar el barro para salir del lodo.

Después de valorarlo mucho creo que prefiero “ampliar la zona de confort” en vez de salir de ella a un territorio que en principio es pantanoso y aciago.

¿Cómo podemos ampliarla? ¿De qué forma abrir campo en vez de salir de él?. Sin duda mediante pasitos pequeños, retos diminutos y brevísimos guiños diferentes.

Lo primero es saber lo que queremos. Tener claro un objetivo por descabellado que parezca, por insulso que se sienta. Una meta. Algo que nos impulse a dividirla en etapas y que nos lleve a marcar tiempos y a actuar de la forma que sea.

Cada día un mini reto. Algo diferente a todo lo que hiciste ayer. Un pequeño y diferente pasito que nos demuestre que podemos. Que solo hay que avanzar una pierna un poco y luego la otra. Ya está. El primer paso dado de una forma distinta de actuar.

Todo ello sazonado de paciencia. No valen los resultados inmediatos y draconianos. Esos duran poco y revolucionan mucho. No. Poco a poco. Suavemente te deslizarás por el inicio de un tiempo diferente donde camines con nuevos zapatos.

Tal vez aprieten en un principio. Hay que perseverar. Llegarán a ajustarse a nuestro pie. A nuestra alma.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Viaje a Ítaca (Relato del Domingo)



Viaje a Ítaca ( Domingo anterior)

.-¡Por favor! Owen. ¿Cómo puedes hablarme de seguridad cuando estoy dentro de todo ello sin saber  qué es lo que me acecha?.- Owen se quedó en silencio. Parecía que un nuevo arrebato de los que tanto desconcertaban a la mujer china, iba a producirse.

 Inmediatamente, la habilidad que la caracterizaba para dirigir el carácter del doctor hacia el equilibrio que necesitaba, hizo que cambiase de rumbo la conversación.- Te acaba de llamar un hombre, Owen. Creo que era alguien que no quería una consulta, sino hablar contigo.

.-Sería mi amigo Steve. ¡ mi gran amigo Steve!. ¡Me ha ayudado tanto!.- Swa palideció al escuchar un nombre que solo distaba del nombre de la persona que la había hecho tanto daño en una “n”. 

Y aquella voz…
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Relato del domingo (06_12_2015 )

Steven había resuelto tomar un avión de forma inmediata. Tenía que ver a Owen y saber qué estaba pasando. 

Se dirigió al aeropuerto dispuesto a esperar, si fuese necesario, el primer vuelo.  Mientras consumía el tiempo, no podía dejar de pensar en aquellos años que había compartido con Owen y en el secreto que les unía. Tampoco puedo evitar la imagen de Swa y aquel hijo que había abandonado apenas nacer.

Su vida se había convertido en un perpetuo y doloroso recuerdo al que no encontraba sentido. Le había asustado la responsabilidad que el niño suponía y una relación demasiado seria para lo que hacía él entonces. Pero ni un solo momento había dejado de pensar en ella.

Seguía enamorado y perdidamente enloquecido con la idea de encontrarles. No sabía nada de ellos. Seguramente, aquella bella mujer oriental habría encontrado otro hombre capaz de darle la seguridad que él no había podido ofrecerla. Era muy fácil amar a Swa. Dulce y sensual. Capaz de atender hasta el más mínimo reclamo de su pareja y sobre todo, delicadamente femenina y atractiva.

¿Cómo había podido ser tan estúpido? ¿De qué forma tan absurda la había perdido?.

En aquel momento la llamada de las aerolíneas le indicaban que su vuelo estaba próximo a salir. Pasó a la sala de embarque y en ese mismo instante tomó una importante decisión. El pasado volvía a llamar a su puerta. Esta vez estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias de todo lo que le atormentaba en su vida. 

Resolvería el tema de Owen. Llevaba la libreta consigo. Buscaría a Swa y a su hijo Liu. No regresaría hasta haber conseguido restablecer el daño que les había hecho. Ahora estaba en condiciones de ofrecerles lo que les había negado en aquellos momentos donde se encontraba enredado en todo lo reprochable.
Subió despacio las escalerillas de acceso al avión. Respiró profundo y sintió cómo una fuerte sensación de energía se apoderaba de él.

 Por primera vez, en mucho tiempo, estaba dispuesto a ser él mismo y a buscar su felicidad; esa que había tenido en sus manos y había dejado escapar hacía ya tanto tiempo.

Lo que no habría sospechado nunca es que ambos objetivos estuviesen tan cerca.

Owen, a miles de kilómetros, miraba a  Swa perplejo. Tenía la sensación de que, de alguna forma, Steve no era desconocido para su nueva compañera. No podía ser. ¿Por qué habría de conocerlo?. Un arrebato de celos le invadió inmediatamente  y descontroladamente comenzó a zarandear a Swa agarrándola del brazo.

.- ¿Le conoces?, dime…le conoces?.- Swa aterrada ante la mirada dislocada de Owen, quien no dejaba de repetir la pregunta, lo negó al instante.

.-Owen, ¿qué te sucede?. ¿Qué ocurre?.

.-Perdona mi querida perla oriental. No sé que me ha pasado. Lo siento, lo siento…- repetía una y otra vez mientras besaba la negra melena de la mujer china.

Swa se soltó lentamente de los brazos de Owen en donde se encontraba cada vez más asfixiada. Le dejó sobre un sillón y se dispuso a quitar las cortinas llenas de sangre en las que se había limpiado el Sr. Henry.

Desde la sala de espera, en al que había quedado Owen, comenzaron a oírse unos estrepitosos ruidos semejantes a los producidos por el arrastre de un mueble.

.-Owen , ¿qué sucede?.- Gritó la mujer oriental mientras metía las cortinas en una bolsa para desecharlas.

 Nadie contestó. (…)