Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 23 de abril de 2016

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Parte anterior

Pudo distinguir distintas voces. Dos hombres y una mujer hablaban en un idioma del este. No se movió. Atento  a cada sonido que escuchaba, le sorprendió el tacto de una mano femenina sobre su pelo.

.-Uhmmm! Uhmmmm!... -solamente salían sonidos roncos de su garganta.

.- No temas Owen. No te pasará nada. Te necesitamos.-Aquel tono de voz no le era desconocido. Owen adelantaba su cara solicitando compasión. La mujer le acariciaba el pelo mientras tanto.

Uno de los hombres tiró fuertemente de su brazo mientras la increpaban por aquel acercamiento. Seguían hablando en otra lengua. No les había gustado aquel gesto de la mujer por lo cual la empujaron contra el coche y forcejearon con ella.

De repente comenzaron a hablar en español. Buscaban a Swa y a la mujer del coche. Uno le ordenaba al otro que se acercase al coche. No había nadie más allí.

.- ¡Vamos! Se escapa! Ha salido del coche, vete a por ella.
Ante estas palabras a Owen se le heló la sangre…

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Domingo 24-04-16

Swa llevaba consigo el móvil de Owen que parecía milagrosamente salvado de aquella truculenta  historia en la que había pasado por tantas manos.

No sabía muy bien donde estaba. Su único pensamiento era escapar de aquellos perseguidores anónimos que retenían a Owen.
Algo la empujaba a esconderse. Por otra parte un fuerte sentimiento hacia aquel hombre le urgía a ir en su busca. ¿Qué podía hacer ella?¿Cómo librar a Owen de aquel secuestro?.

Mientras tanto los dos hombres se dispusieron a iniciar la búsqueda de la mujer china. Owen permanecía inmóvil al cuidado de la misteriosa mujer que le acariciaba el pelo. Sintió cómo se acercaba de nuevo a él y sigilosamente comenzó a restregar sus labios por toda su cara.

.-Si colaboras…todo será fácil.- Lo decía en un tono de voz casi imperceptible, susurrante semejante a un ronroneo que se deslizaba juguetón entre el miedo de Owen.

.-Uhmmm…uhmmmm.- gemía pidiendo clemencia para que le quitase al menos lo que le impedía hablar.

.-No, no voy a quitarte nada. Me haces falta así. Atado e inmóvil.-Owen comenzó a sudar. Por un momento se hizo un silencio tenso. A los pocos instantes comenzó a oír cómo aquella mujer revolvía en un bolso buscando algo.

De pronto un repetido chasquido de tijeras se le acercaba peligrosamente. 

Comenzó a revolverse dentro de las cuerdas que le ataban.
.-Shuuuuuuu!!!, no te resistas Owen. Voy hacerlo de igual forma.- No sabía a qué se refería pero ningún pensamiento le calmaba.

El frío filo de una de las hojas de la enorme tijera que había sacado aquella mujer, se desplazaba ahora por su mejilla lentamente.

.- Siempre quise hacer esto.- Dijo la voz de la misteriosa mujer e inmediatamente puso su mano en la cintura del pantalón del indefenso doctor.

Swa corría desesperadamente campo a través. Sabía que la seguían. Los pasos rápidos de un hombre, al menos, se acercaban peligrosamente. Divisó una especie de nave casi derruida pero en aquellos momentos, válida para esconderse.

Casi no podía respirar. Había caminado deprisa durante un largo rato. Uno de sus zapatos había quedado en el coche atrapado entre los hierros y su pie izquierdo estaba destrozado.

Llegó a aquella especie de paredes informes en las que creyó estar segura.

Se apretó contra la pared y comenzó a llorar en silencio conteniendo la respiración para evitar ser oída.

De pronto…alguien tapó su boca por detrás…
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jueves, 21 de abril de 2016

AGUA SALADA; LÁGRIMAS DULCES



Cuando hay que llorar se debe llorar. Mucha gente quiero ocultar las lágrimas o que ni salgan. Tenemos vergüenza o nos sentimos mal. Posiblemente nos lo han enseñado así. Nos han dicho que hay que ser fuertes, que no se debe llorar, que es de débiles o de niñas. Todos sinónimos ilógicos e inadecuados.

Llorar despeja el alma y deja salir la angustia. Es un excelente ejercicio para  abrir ventanas y airear la casa que llevamos puesta. Nunca es motivo para sentirse mal, más bien al contrario. Cuando lloramos dejamos salir la pena, empujamos la desazón al exterior y permitimos que ruede la angustia que nos ahoga dentro.

Las lágrimas también pueden ser dulces. He llorado de emoción muchas veces. Son lágrimas de agradecimiento a la vida o al instante que se vive en ese momento. 

Siempre son la expresión de un sentimiento poderoso, leal y sincero. Cuando se llora se está siendo justo con lo que se siente. Se está atendiendo a una necesidad imperiosa de atendernos a nosotros mismos. Demasiadas veces atendemos a todos los demás mientras nosotros somos invisibles ante nuestros ojos.

Es, en definitiva, una llamada de atención que nos sacude y empuja desde dentro; que nos señala lo mucho que nos hemos dejado de lado durante un tiempo y lo que nos falta por amarnos.
Llora y cálmate. Después, relájate, quiérete y mímate.

No sería tan sereno el momento de después de las lágrimas si no existiesen éstas. 

Algo se va con ellas, la pena…la tristeza…o ese nudo en el estómago que nos impide sonreír.

Puede que después de llorar el motivo de las lágrimas continúe con nosotros, pero la sensación de descarga nos ayudará a ver con más claridad lo que ni con luz se nos aclara.
  


martes, 19 de abril de 2016

ESTE NO ES MI VIAJE, ES EL TUYO



Excelente reflexión, no estamos todos en el mismo viaje, ni en el mismo tren. Cada cual tiene viaje particular, billete propio y destino único.

Me ha gustado mucho.

Os dejo parte de ella.
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¿Cómo soltar aquello en lo que pusimos tanto?
¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
Joan Garriga
Según un cuento Sufí, el Mulla Nasrudín, agotado y sediento tras un largo viaje, llegó a un mercado de la India. Al pasear entre sus puestos, quedó fascinado al ver en uno de ellos unos frutos rojos que parecían ser muy frescos y jugosos. Tan bueno era su aspecto que decidió comprar varios kilos. Sin más tiempo que perder, buscó una sombra donde empezar a devorarlos. Nada más dio el primer bocado, el Mulla comenzó a sudar y a ponerse colorado. Casi echaba fuego por la boca y, a pesar de ello, Nasrudín no dejaba de comerlos. Al verle en ese estado, un transeúnte no puedo evitar preguntarle:

– Pero, ¿qué haces comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?

– No estoy comiendo pimientos – respondió Nasrudín –, me estoy comiendo mi inversión.

El sentido de seguir comiendo pimientos picantes cuando por dentro estás muriendo es el mismo sentido que el de seguir al lado de una persona con quien hace tiempo no eres feliz: ninguno.

De una manera u otra, toda historia de amor es el resultado de la puntualidad entre dos personas que, fruto de una elección o una casualidad, coinciden a una misma hora en un mismo lugar. (Un mínimo retraso, así como una pequeña confusión en las coordenadas, es suficiente para cambiar el destino y desarrollo de dos vidas que, en las circunstancias adecuadas, podrían haberse encontrado). La puntualidad, no obstante, no es solo determinante para el momento de encuentro, sino también para el momento de partida: tan importante como saber cuándo llegar, es saber cuándo marcharse.

La puntualidad no es solo llegar a la hora, es también marcharse a tiempo”.

Con frecuencia, convertimos las decisiones de nuestro pasado en unas cadenas demasiado rígidas para nuestro presente, y olvidamos que ningún momento es inapropiado para cambiar de rumbo. Siempre es difícil dar por cerrada una partida y decir “hoy me voy a casa con los bolsillos vacíos cuando los traje llenos”, sin embargo, es mucho más productivo que negarse ante la evidencia de que lo que fue ya no es y nunca será.

La vida es cambio continuo y es nuestra misión cambiar con la vida. No hay nada indigno en reconocer que lo que ayer consideramos una buena opción hoy ha dejado de serlo, todo lo contrario. La valentía, muchas veces vestida de compromiso y perseverancia, en ocasiones debe ponerse el traje de rendición. Si vuestro amor – aunque sea convaleciente – aún está vivo, lucha; pero si, por el contrario, está muerto y ya no late, cierra, vete. Vale más un salto a tiempo que romperte con la ola.

La rendición es un valor elevado cuando viene precedido de entrega y lucha. Si tras haber peleado con todas tus fuerzas, haber explorado los límites de lo posible y haber puesto en juego tu parte más segura algo no puede llevarse a cabo, el único defecto que puede manifestarse no se llama “rendición”, se llama “cabezonería” (Sigue…)


domingo, 17 de abril de 2016

¿ DÓNDE ESTÁN LOS BUENOS PROPÓSITOS?



Supongo que todos nos proponemos buenos comienzos al inicio de año. ¿Te has preguntado cómo lo llevas?¿Has adelgazado?¿Has superado la adicción a lo que sea?¿Has iniciado nuevas rutinas?¿Has logrado dejar las pastillas que te ayudan a dormir?¿Has decidido resolver lo que tanto te inquieta?...
Las respuestas, seguramente, mayoritarias serían NO o, al menos, no del todo.

He estado pensando que tal vez nada de lo que nos proponemos deba ser un reto, una meta, un logro sin el cual tengamos la sensación de fracaso. Posiblemente, todo es más sencillo.

Quizás no debamos proponernos nada más que parar y detenernos. Dejar fluir, dejar pasar, observar y ni siquiera analizar. No juicios, no víctimas ni verdugos.

Estoy segura que el silencio y la mirada hacia el interior tiene mucho que decirnos aunque no adelgacemos, aunque tengamos que seguir teniendo muletas para dormir o no seamos capaces de iniciar nuevas rutinas de las que esperamos demasiado.

Cada vez valoro más dejarme llevar por el plan que ahora no recuerdo pero que planee en algún momento muy lejos de ahora, muy lejos del aquí…o tal vez demasiado cerca.

Por muchas piedras que estén colocadas en mi camino, por muchos escollos que tenga que salvar, por todas las equivocaciones en las que caigo y caeré, no estoy separada de lo que me tocaba vivir. Por eso, tal vez por eso quiero convertirme en una observadora sin juicios. En un ser paciente aún en la acción. 

Porque no pasa nada, nunca. Nada que no sea lo que deba ser.

Feliz tarde de domingo

(Espero poder reanudar la historia de Owen en breve, cuando mis circunstancias vuelvan a la normalidad).