Sin dudarlo, el mundo está el presente. Siempre es presente. Instalarnos en
lugares que no existen solamente nos producirán vacío y desolación. Por lo que
pasó o por lo que no llega.
Inauguramos la semana con esta reflexión que nos presenta el relato.
¡Seamos felices, pero aquí…en el presente!
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Pedro era un niño muy vivaracho. Todos
le querían: su familia, sus amigos y sus maestros. Pero tenía una debilidad. -
¿Cual?
Era incapaz de vivir el momento.
No había aprendido a disfrutar el proceso de la vida. Cuando estaba en
el colegio, soñaba con estar jugando fuera. Cuando estaba jugando soñaba con
las vacaciones de verano. Pedro estaba todo el día soñando, sin tomarse
el tiempo de saborear los momentos especiales de su vida cotidiana.
Una mañana, Pedro estaba caminando por
un bosque cercano a su casa. Al rato, decidió sentarse a descansar en un trecho
de hierba y al final se quedó dormido. Tras unos minutos de sueño profundo, oyó
a alguien gritar su nombre con voz aguda.
Al abrir los ojos, se sorprendió de ver
una mujer de pie a su lado. Debía de tener unos cien años y sus cabellos
blancos como la nieve caían sobre su espalda como una apelmazada manta de lana.
En la arrugada mano de la mujer había una pequeña pelota mágica con un agujero
en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de oro.
La anciana le dijo: "Pedro, este
es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una hora pasará en cuestión de
segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán meses o incluso años en
cuestión de días" Pedro estaba muy excitado por este descubrimiento.
"¿Podría quedarme la pelota?", preguntó. La anciana se la entregó.
Al día siguiente, en clase, Pedro se
sentía inquieto y aburrido. De pronto recordó su nuevo juguete. Al tirar un
poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el jardín. Consciente
del poder del hilo mágico, se cansó enseguida de ser un colegial y quiso ser
adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podía traer
consigo. Así que tiró una vez más del hilo dorado.
De pronto, ya era un adolescente y tenía
una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro no estaba contento. No había
aprendido a disfrutar el presente y a explorar las maravillas de cada etapa de
su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y muchos años pasaron
en un solo instante. Ahora se vio transformado en un hombre adulto. Elisa era
su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en otra cosa. Su
pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecer. Y su madre, a la
que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil. Pero el seguía sin poder
vivir el momento. De modo que una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que
se produjeran cambios.
Pedro comprobó que ahora tenía 90 años.
Su mata de pelo negro se había vuelto blanca y su bella esposa, vieja también,
había muerto unos años atrás. Sus hijos se habían hecho mayores y habían
iniciado sus propias vidas lejos de casa. Por primera vez en su vida, Pedro
comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de la vida. Había
pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que había en
el camino.
Pedro se puso muy triste y decidió ir al
bosque donde solía pasear de muchacho para aclarar sus ideas y templar su
espíritu. Al adentrarse en el bosque, advirtió que los arbolitos de su niñez se
habían convertido en robles imponentes. El bosque mismo era ahora un paraíso
natural. Se tumbó en un trecho de hierba y se durmió profundamente.
Al cabo de un minuto, oyó una voz que le
llamaba. Alzó los ojos y vio que se trataba nada menos que de la anciana qu
muchos años atrás le había regalado el hilo mágico. "¿Has disfrutado de
mi regalo?", preguntó ella. Pedro no vaciló al responder: "Al
principio fue divertido pero ahora odio esa pelota. La vida me ha pasado sin
que me enterase, sin poder disfrutarla. Claro que habría habido momentos
tristes y momentos estupendos, pero no he tenido oportunidad de experimentar
ninguno de los dos. Me siento vacío por dentro. Me he perdido el don de la
vida. "Eres un desagradecido, pero igualmente te concederé un último
deseo", dijo la anciana. Pedro pensó unos instantes y luego respondió: "Quisiera
volver a ser un niño y vivir otra vez la vida". Dicho esto se quedó
otra vez dormido.
Pedro volvió a oír una voz que le
llamaba y abrió los ojos. ¿Quien podrá ser ahora?, se preguntó. Cual no sería
su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía un aspecto juvenil,
saludable y radiante. Pedro comprendió que la extraña mujer del bosque le había
concedido el deseo de volver a su niñez.
Ni que decir tiene que Pedro saltó de la
cama al momento y empezó a vivir la vida tal como había esperado. Conoció
muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos, pero todo empezó
cuando tomó la decisión de no sacrificar el presente por el futuro y empezar
a vivir en el ahora.
- Fragmento tomado de "El monje que vendió su Ferrari" Robin S.
Sharma-