Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 22 de junio de 2024

CUANDO LA VIDA SE COMPONE DE " POCOS"

 Apreciar y estimar lo que tenemos alrededor depende de nuestra biografía. De lo que gozamos o sufrimos de niñ@s, de cómo fuimos gestionando el dolor, la frustración, las pérdidas, las despedidas, los desencuentros y hasta la felicidad.

 

         Crecer es un proceso, cuando menos, difícil. Asomamos al mundo con la inocencia de gozar de él, de poder cambiar lo injusto, de abrazarnos a la bondad, de creer que el de enfrente es igual que nosotr@s y sobre todo, de pensar que si algo tiene que suceder será bueno.




 

         Poco a poco vamos aprendiendo lo que significa el dolor del que tanto nos arropaban nuestros padres o amig@s, la aceptación de las traiciones, el desamor, los fracasos y hasta el fin de las alegrías que nos sorprenden tantas veces. Por eso y porque llegan épocas complejas, en las que todo parece salir mal, es por lo que un@ va aprendiendo a apreciar lo sencillo, lo nimio… aquello que apenas parece valorable, pero que en determinadas ocasiones es un mundo.

 

         Lo ideal sería saber gestionar las situaciones reales adversas que no podemos cambiar. No intensificar ni lo que parece peor ni lo que creemos lo mejor. Todo es relativo. Todo trae intrínseco la semilla de lo contrario. En todo hay una factura que pagar. Cualquier elección deja algo bueno de lado.

 

         Debemos aprender a “desaprender” conductas que nos perjudican. Defendernos de nosotros mismos siendo ingenuos, estando encantados con las fantasías o ignorantes de un mundo irreal que cada vez se convierte en un humo más espeso y más denso.

 

         Contentarnos con los “pocos”, de lo que sea, es aprender a madurar del todo. Por nuestra tranquilidad, para nuestro bienestar porque la vida se compone de ellos y querer cambiarla siempre lleva al fracaso.

 

         Abraza el éxito de beberte, sorbo a sorbo, ese instante único que no volverá.

 

         

domingo, 16 de junio de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE

 

-¡Aquí está!.-Sostenía en una mano, un frasco pequeño con una solución de color amarillenta; en la otra, una jeringuilla que presagiaba lo que debíamos de hacer con rapidez.

 

-¡No sé hacerlo!, grité asustada.

-No hay tiempo…lo haré yo misma…

 

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Se apresuró a llegar ante su cuerpo casi sin aliento, inmediatamente buscó su brazo para inocular en vena aquella solución que aún no sabía que efecto tendría. A los pocos instantes su cabeza cayó hacia un lado.

 



-Vamos.- Dijo Noreta.- ayúdame a ocultarlo. –

Obedecí arrastrando sus pies mientras ella sostenía su cabeza. Era un hombre menudo, apenas sin carnes; aún así nos costó un gran esfuerzo ocultarlo en un viejo arcón de la habitación contigua. No entendí por qué habíamos de meterlo allí.

         -No me gusta dejarlo aquí. Debimos llevarle a la habitación del fondo.- Sin ningún escrúpulo me respondió con el silencio.

 

El timbre de la puerta no dejaba de sonar. Llegó el personal sanitario para ayudar a los que creían enfermos.

 

         Apenas llegar, certificaron la muerte de mi padre y estuvieron, por largo rato, tratando de reanimar a mi hermano, ya inconsciente. 

 

         Tuvimos que esperar mucho tiempo, hasta que alguien de los que acompañaban al médico sugirió la presencia de la policía.

 

         -¿Policía?, para qué necesitamos a la policía aquí. Está claro que a mi padre le ha dado un infarto o algo similar y mi hermano ya estaba muy débil por su larga enfermedad mental.- Era la primera vez que Noreta hablaba así. Yo no tenía constancia de que mi hermano sufriese una enfermedad de ese tipo. Su nerviosismo no me gustó.

 

         - Señorita no hay otro remedio. Su hermano tiene ese maldito símbolo que  levanta todas nuestras sospechas de que aquí sucede algo extraño y el cargo que ostentó su padre nos obliga a esclarecer lo que aquí ha pasado.

 

 Noreta cada vez estaba más nerviosa y sudorosa, hasta el punto de quitarse el jersey que llevaba. No me di cuenta, en un principio, pero cuando se intentó recoger el pelo con una goma, en lo alto de su nuca, vi, con absoluto asombro y desconcierto, que tenía el mismo emblema que mi hermano. Ella estaba al tanto de todo. Ella lo había manejado todo. Ella era la respuesta.

 

 

         La policía llegó para comenzar los interrogatorios y revolver la casa. 

 

Nos separaron en habitaciones diferentes. Apenas pude decir nada, porque nada sabía de la vida de mi padre, ni de la existencia de aquella muchacha pelirroja de ojos enigmáticos. Pronto se dieron cuenta de que yo no portaba la insignia y de que nada sabía. De repente, un policía alertó de la presencia de otro cadáver. 

 

-¡Compañeros, aquí, en el arcón!.- Noreta había matado a Ernesto. No supe más. Perdí la consciencia por completo.

 

Abrí mis ojos en lo que parecía un hospital. Miré hacia un lado y encontré sentado en un sillón a un hombre desconocido. Intenté hablar, pero no pude articular palabra. Se levantó al instante y me cogió de la mano.

 

-Señorita, no se preocupe, soy en doctor de psiquiatría Eduardo Soler. Todo está resuelto y pronto estará fuera de este hospital.

 

-¿Qué había sucedido?.- Mi memoria no respondía al reclamo de mis recuerdos. Era una nebulosa blanca sin nada dentro. Aquel hombre alertó de mi consciencia a dos enfermeros que llevaron mi cama a otro lugar más lúgubre. Comprobé que estaba atada. Uno de las cintas que aprisionaban mi brazo dejaba al descubierto un tatuaje reciente con el mismo símbolo que mis familiares. No sabía que estaba pasando, pero todo indicaba que era muy grave.

Uno de los enfermeros se dirigió a mí.

-¡Noreta!, vamos, estarás bien. Te vamos a cuidar mucho.-¡Dios mío!, no podía ser. Aquella chica pelirroja había cambiado su identidad por la mía y me había encerrado en aquel psiquiátrico para siempre. Solamente podía gritar. Pronto acudieron tres hombres y una mujer de batas blancas en las que pude percibir el dibujo maldito de mi brazo.

Un pinchazo profundo y doloroso terminó con toda una vida de inocente amargura de la que sólo fui una víctima.

 

FIN