Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 7 de septiembre de 2019

LA IRA NO ES TUYA, SUÉLTALA



En muchas ocasiones la ira nos invade. Las situaciones parecen estar en nuestra contra o los acontecimientos nos duelen tanto que parece que el corazón fuese a estallar. Ahí se producen diferentes sentimientos. Uno de ellos puede ser la ira. Un enfado envenenado que solamente nos consume. Pero la ira que nos invade no es nuestra; no está pegada a nuestra piel y podemos soltarla.

Veamos este breve cuento.




“Cuentan que un hombre sufría con gran frecuencia ataques de ira y cólera, así que decidió un día abordar esta situación. Para ello se fue al encuentro de un viejo sabio con fama de conocer la naturaleza humana. Cuando llegó a su presencia, habló de este modo:

-Señor, quiero solicitar tu ayuda, ya que tengo fuertes arranques de ira que están haciendo mi vida muy desgraciada. Yo sé que soy así, pero también sé que puedo cambiar si usted me aconseja.

Lo que me cuentas es muy interesante -dijo el anciano-. De todas maneras, para poder tratar bien tu problema es necesario que me muestres tu ira y así pueda saber de qué naturaleza es.

-Pero ahora no tengo ira -argumentó el hombre.

-Bien -contestó en anciano-, lo que tendrás que hacer en este caso es que la próxima vez que la ira te invada, has de venir lo más deprisa posible a enseñármela.

El hombre iracundo se mostró de acuerdo y regresó a su casa. Pero pocos días después se encontró de nuevo con otro ataque de cólera y marchó rápidamente a ver al anciano. Sin embargo, ocurría que el viejo habitaba en lo más alto de una colina muy alejada, así que cuando por fin alcanzó la cima y se presentó al sabio...

-Señor, estoy aquí de nuevo como me dijiste. 

-Estupendo, muéstrame tu ira.

Pero al pobre hombre se le había pasado la ira durante la subida.

-Es posible que no hayas venido lo suficientemente rápido -dijo el anciano-. 

La próxima vez corre mucho más deprisa y así llegarás todavía con ira.
Pasados unos días, al hombre le asaltó otro fuerte ataque de cólera y recordando la recomendación del sabio, comenzó a correr cuesta arriba todo lo rápido que pudo. Cuando media hora después llegó completamente agotado a casa del viejo, éste le reprendió severamente:

-Esto no puede continuar así, otra vez llegas sin ira. Creo que debes esforzarte aún más y tratar de subir las cuestas mucho más deprisa. De otro modo no voy a poder ayudarte.

El hombre marchó entristecido, jurándose a sí mismo que la próxima ocasión correría con todas sus fuerzas para llegar a tiempo de mostrar su ira.
Pero no ocurrió así. Una y otra vez subía la cuesta, ya cada ocasión llegaba más y más fatigado y desde luego sin un asomo de ira.

Un día que llegó especialmente extenuado, el maestro, por fin, le dijo:
-Creo que me has engañado. Si la ira formara parte de ti, podrías enseñármela. Has subido a mi casa veinte veces y nunca has sido capaz de mostrarla. Esa ira no te pertenece. No es tuya. Te atrapa en cualquier lugar y con cualquier motivo y luego te abandona. Por tanto, la solución es fácil: la próxima vez que quiera llegar a ti, no la recojas.

jueves, 5 de septiembre de 2019

ENTRE TU OLVIDO Y EL MÍO



Entre tu olvido y el mío 

Está lo que no ha sido,

El futuro sin causa

El pasado dolorido.




Entre tu olvido y el mío

Haremos causa de partido

Para no volver nunca

A tener lo que hemos tenido.

Entre tu olvido y el mío

Hay un espacio cortito

Que nos lleva lejos

Hacia un país perdido.

Entre tu olvido y el mío

Son más de dos olvidos,

Porque al  sumarse seguidos

Solo queda desde la nada 

hasta el más largo infinito. 

Entre tu olvido y el mío

Ambos nos hemos perdido

Lo que esperaba quieto

Y lo que murió dormido.

Entre tu olvido y el mío

se mece el silencio, la indiferencia

y el nunca ha sucedido.

Lo mejor lo tenemos ahora

Que ya somos polvo sin ruido.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

LA IMPORTANCIA DE LOS SENTIDOS



Los sentidos son un excelente canal de información. Hay que agudizarlos y después creerse aquello de lo cual nos informan.
A veces no queremos ver, aunque vemos; o no queremos oír, aunque escuchamos o los sabores que apreciamos nos parecen más dulces; aunque sepan amargos o lo que tocamos nos parece suave; aunque sea áspero y así iríamos enumerando uno por uno.
Funciona el autoengaño y mucho. Nos saboteamos a nosotros mismos y ejercemos el mayor poder de seducción para equivocar al cerebro sin saber que él siempre funciona a nuestro favor.



Hay que agudizarlos para poder completar el puzle. El lenguaje no verbal, que vemos; la intuición, que apreciamos sin que ningún ruido se interponga, lo que sentimos dentro y sabemos que es cierto…eso no falla.

Hay que estar alerta, de los demás y de nosotros mismos. Hay que prestar atención y no desviar la mirada, saber lo qué ocurre y aceptar la realidad. Después queda podrá pararnos. Porque no hay nada mejor que estar convencido de algo. Lo peor es la duda.

 Manejarnos en la indefinición, en la cuerda floja, en el sí pero no.

Una vez que uno escoge un camino, ese es el tuyo. Sin mirar hacia atrás, sin plantearnos la pena por lo que no fue, por lo que ya no va a ser nunca más o por cómo debería haber sido.

 Las cosas son como son. 

Engañarnos nos vale de poco y tiene siempre el mismo final.
En realidad, damos a todo más importancia de la que tiene. 

Hay muy pocas cosas que la tengan, lo demás lo elevamos nosotros a categoría de primera clase cuando en realidad solo tienen el valor que queramos concederles.

Así de simple.

domingo, 1 de septiembre de 2019

LA IMPORTANCIA DEL OLVIDO



Lo mejor, en muchas ocasiones, es olvidar, desaprender y vaciar.

Hay cosas, acontecimientos, recuerdos, emociones y sensaciones que han caducado y así debemos tratarlas. Lo que ya no sirve hay que sacarlo fuera del círculo de lo válido o nos hará daño. ¿Quién tendría en su frigorífico tres años una carne, un pescado o cualquier alimento?. 



Nosotros tenemos en la recámara de nuestra mente, problemas no resueltos, daños no sanados, equivocaciones que no olvidamos, tal vez, incluso mucho tiempo más. Evidentemente, solo pueden hacernos daño.

Debemos soltar, dejar espacio a lo nuevo o la nada, que también es sana en ocasiones.

Todo lo que no soltamos nos ata. Aquello que resiste, persiste. Lo que no se olvida se lleva siempre encima y sus consecuencias también.

Olvidemos antes de que se pudran los recuerdos y nos causen una intoxicación sistémica. Es la mejor opción; una memoria selectiva que guarde lo mejor de cada buen momento.

Leamos este pequeño relato.

“Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro:

-¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? 

-No, gracias a Dios ya lo olvidé todo -contestó-. ¿y tú?

-Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas -respondió el otro.
Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo: 

-Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.”