Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 7 de marzo de 2020

EL ODIO DEL AMOR



La rabia, el rencor, la decepción, la traición y un sinfín de sentimientos negativos que acompañan al final de un amor que no era AMOR, nos hace preguntarnos por qué esas grandes palabras que se emplearon tanto ahora no sólo están vacías, sino que queman la piel como fuego para marcarla.



Es imposible que si se ha amado, se odie. Por eso, cuando lo que queda raya a la grosería, la intransigencia, la amenaza y el destrozo, uno piensa que nunca hubo amor. Que era otra cosa, de cuyo nombre, como Don Quijote, no quiero acordarme.

De todas las formas, la mente de cada uno juega por libre. Lo que nos lleva hacia alguien puede no ser lo mismo; lo que se dice que se siente, tampoco. Es un engaño del corazón pensar que cuando alguien pronuncia una palabra amable lo está haciendo como el otro lo recibe. Qué decir de las millones que se dicen cuando uno está enamorado.

Al final, cada uno es como es. Cada uno se comporta con la delicadeza que le es propia, cada uno actúa con el grado de fiereza que le constituye por lo que en definitiva, nadie gana.

Mi amiga llora cada noche. Siente una amargura infinita…y yo le digo:…” No es por él por quien sufres, sino por todo lo que te entregaste a ese amor y que ahora parece perdido. Pero nunca lo es; o aprendiste tú o aprendió él o lo hicisteis ambos.”

Hay que aprender a soltar, lo que pasa es que a veces es el miedo al golpe lo que nos lleva a hacerlo muy despacito, tanto que parece que nunca nos desprendemos de ello. 

¿Qué golpe puede ser mayor que los que uno se lleva cuando algo no va bien?.

Lara me escucha con sus grandes ojos negros, pero sobre su mejilla resbala una lágrima que indica que sigue sintiendo dolor. Su dolor; el que solamente ella puede procesar.

No hay más que tiempo. Ese que todo lo pone en su sitio.

miércoles, 4 de marzo de 2020

LO QUE EXTRAÑO DE MI EN TI



Hemos debatido mucho sobre este tema. ¿Qué sucede cuando alguien se aleja de otra persona? O cuando la otra persona te aparta de su vida?...la respuesta está en el sufrimiento que sentimos. Pero hay que cuestionarse por qué sufrimos. ¿Es por la pérdida?¿Es por la ausencia?¿Es por no obtener la felicidad que creíamos que residía en la otra persona?...No.




          La principal razón por la que surge el dolor al separarnos de alguien es por cómo nos sentíamos nosotros con ella, no por lo que ella nos diese o nos limitase.

Así son las relaciones humanas. Uno siente el amor dentro reflejado en su propio espejo. Es, incluso más importante, “cómo me siento contigo que lo que tú me aportas”. A veces, no lo sabemos disociar y creemos que si la otra persona desaparece nos evaporaremos como el gas de un globo aerostático en caída libre.

Nos enamoramos del amor que construimos dentro de nosotros, cuyo referente, es cierto, recae en alguien. Pero es nuestra propia convicción de cómo “me siento” cuando estoy con esa persona la que condiciona el comportamiento.

Todos somos muchas personalidades a la vez y lo somos porque en realidad nos comportamos diferente dependiendo de con quién estemos. 

Cada sujeto ejerce una atracción o un rechazo sobre nosotros; cada uno nos provoca una forma de responder o reaccionar y en ese abanico de comportamientos nos mostramos diferentes.

          Hay personas que saben sacar lo mejor de nosotros. Nos generan bienestar, calma, paz. Otras, ejercen lo opuesto. Y delante de todas ellas nos creemos los mismos, sin embargo nos equivocamos. Dentro de las múltiples facetas de nuestra personalidad, unos activan lo mejor y otros nos hacen reaccionar con lo peor somos.

Lo que pones en los demás de ti es lo que después tendrás que rescatar porque en nadie puedes intervenir, a nadie puedes reconducir, en nada puedes actuar salvo en ti mismo/a.

Eso es lo que extrañamos. Nos echamos de menos a nosotros mismos siendo felices con nuestras propias convicciones y creencias.

No hay más que pueda hacerse. Si nos rescatamos será bastante.

domingo, 1 de marzo de 2020

EL RINCÓN DEL MIEDO



En nuestra mente siempre hay un rincón para el miedo. De su tamaño depende, en gran parte, nuestras conductas.

Hay miedos aprendidos, miedos imitados, miedos intuidos, miedos prestados, miedos inventados, miedos reales, miedo agresivos, miedos tenues, miedos compasivos, miedos tiránicos, miedos invasivos, miedos lunáticos, miedos fanáticos, miedos imbuidos por la ira, miedos llenos de terror, miedos imaginarios y miedos temerarios.



Los miedos nos paralizan, nos hacen buscar un lugar donde escondernos, nos impelen a la desconfianza, nos asolan y nos devalúan.

No siempre son nuestros. En muchas ocasiones los hemos visto en personas cercanas de valor para nosotros y nos los hemos apropiado. Otras, han sido provocados por lo que los demás han hecho con nuestros sentimientos, nuestra entrega y nuestra lealtad. 

Algunas veces, los hemos instalado en nuestra mente después de un hecho traumático que no logramos superar. Pero siempre son pegajosos y adherentes; difíciles de arrancar del corazón y el pensamiento.

En realidad, aunque haya personas que tienen por bandera decir que no tienen miedos; los tienen, como todos. Tal vez no los mismos. No ajenos a sí. Pero en muchas ocasiones, los tienen con respecto a las “perdidas”,  al “rechazo”, a la “burla”, al “desprecio”, a la “falta de atención”, a dejar de ser el centro de todo lo que toquen.

 Todos tenemos un rincón para el miedo en nuestra mente.
La única herramienta válida para mirarlo a los ojos y sentirnos con fuerza es hacernos amigos de él. Reconocerlo y asumirlo. Y después dejar que suceda lo que tenga que suceder. 

Ponernos en el peor de los casos y darnos cuenta que a pesar de verle de frente, no es más que otra  piedra en el camino que hay que saber bordear.

Lo peos es la resistencia, porque no olvidemos que lo” que resiste, persiste”.

No temas o teme mucho. En cualquier caso verás que pasa lo mismo.