Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Hacer lo correcto o hacer lo conveniente?


Actuar correctamente no significa hacer lo que nos conviene. Estamos presionados por las reglas sociales, las normas internas con las que hemos funcionado desde la infancia y los criterios morales que han presidido nuestra vida desde siempre. Nos cuesta mucho entrar en ellos. Nuestra infancia es un camino tortuoso entre la normativa que la sociedad nos reclama y el deseo de libertad y espontaneidad con el que nacemos. Y si parece que los primeros años de escolarización logran aminorar estas actitudes, la adolescencia se vuelve a presentar como un período indómito en el que de nuevo queremos afirmarnos contra el resto. Pero la entrada en las pautas, reglamentaciones, modos y maneras del grupo al que pertenecemos es imparable. Todo ello nos lleva a mantener una idea de “corrección” que, a veces, supera lo que a nosotros mismos nos interesa o nos conviene. Incluso también es cierto que lo que una época, grupo o estamento establece como norma solamente es válido en un momento histórico concreto porque estamos cansados de ver cómo todo cambia y lo que hoy es punible y criticable, mañana es absolutamente valioso y aceptado.
Lo que nos conviene, aquello que sentimos en el interior que es el camino de nuestra “corrección”, la norma que sale del corazón…es la que hay que seguir. La sabiduría es un estado de conciencia al que se llega a fuerza de amar el esfuerzo de vivir en coherencia con nosotros mismos. Hay que aplicar lo que uno aprende a través del dolor, fundamentalmente, porque se aprende mucho más con los errores y fracasos que con las alegrías y el bienestar. Hay que ser inteligentes para gestionar la vida propia. Hay que poner el corazón para poder vivirla con plenitud. Y a partir de ahí…poco importan las normas, de poco valen las críticas y de menos aún, los prejuicios. Si uno está bien consigo mismo, está seguro de no hacer daño intencionado a nadie y cree en aquello por lo que lucha podemos asegurar que no habrá barreras que no puedan superarse, ni caminos que no sean transitables, ni impedimentos que no se conviertan en objetivos conquistables. A partir de ahí, estaremos con el mejor defensor de nosotros mismos pero sobre todo, con la persona que más nos cuida y nos protege, la que tiene al final de su brazo, la mejor ayuda.

 

viernes, 23 de septiembre de 2011

A NUESTRO FAVOR...

En nuestra vida, la mayor parte de nuestras conductas, son cuestión de hábitos. Vamos instalando en los comportamientos, rutinas que toman cuerpo propio y se vuelven autónomas cuando se hacen permanentes. No hay nada mejor que aferrarse a la repetición de un comportamiento, nos guste o no en un principio, para poder cambiar la conducta. Para nuestro bien, vemos con satisfacción que dejar un vicio es algo posible aunque esté muy arraigado en nuestra mente. Porque la necesidad y la dependencia de cualquier persona o cosa, también es cuestión de rutinas. Nos acostumbramos a todo. Incluso a lo que no nos gusta, tanto porque repetir una y otra vez algo que nos aleje del placer o del dolor, termina acampando en nuestra mente para decirnos que lo que nos subyugaba no tiene cabida, ni es útil, ni falta que nos hace ya. Por eso, hay esperanza siempre. A veces, nos desesperamos con aquello que parece que cae fuera de nuestro control pero basta pararnos un día, aunque previamente lo hayamos pensado mucho y no hayamos aún pasado a la acción; pararnos y tomar una decisión. La que necesitemos. Y al instante siguiente comenzar la nueva rutina que nos llevará a abandonar para siempre aquello que nos daña. Solamente hay que avanzar en el intento, minuto a minuto, hora a hora, día a día. No sirve ponernos metas imposibles en largos tiempo. Es suficiente poder con el instante en el que te encuentras y no pensar más allá. De este modo, el futuro es siempre presente inmediato que ejecutamos a nuestro favor. El éxito está asegurado para recuperar el control sobre nosotros mismos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

CERRANDO ETAPAS

Uno no siempre sabe cuando una etapa se termina, incluso, la mayoría de las veces, no quiere saberlo. Acabar un periodo significa terminar con lo que se vivió en él, sea bueno o malo. Indiscutiblemente, estamos  demasiado apegados hasta a aquello que nos perjudica. Muchas veces, aunque las etapas se hayan terminado nos empeñamos en seguir prolongándolas para sentir que nada cambia y lograr, de algún modo, esa especie de espacio seguro donde se conoce el camino. Nos quedamos atrapados en el pasado como si cualquier tiempo anterior fuese mejor. Revivimos viejas historias, relaciones imposibles, sueños perdidos y abrimos ese baúl lleno de esperanzas rotas que siempre nos espera. Sabemos que no es un buen lugar para refugiarnos pero preferimos quedarnos quietos en lo que sucedió, antes de arriesgarnos a ser felices.
Cerrar etapas cuesta. Y cuesta tanto porque en realidad siempre estamos dispuestos a sentir una mano que mece los sueños que quedaron dormidos en el ayer. Comenzar cosas nuevas siempre es arriesgado. Pero el riesgo también incluye la posibilidad de mejorar, esa que muchas veces parece que se ha ido de nuestra mente a fuerza de temer lo nuevo.
Decir SI siempre es mucho más comprometido que enunciar el NO. Cuando uno acepta, se expone. Se sitúa en un lugar preferente donde debe protagonizar la acción. No vale esperar a que nos lo den hecho. Y si llega el fracaso, más tarde, tendremos que asumirlo como lo haremos gustosos si lo que viene es el triunfo. Cuando uno se niega a aceptar responsabilidades se aparta de las vibraciones positivas que colaboran para que todo nos salga bien. Es como decirle al universo que preferimos esperar en la otra orilla por mucho que esto signifique no participar del festín. Nos paralizamos y en ese inmovilismo nos recubrimos con un sólido escudo que no deja penetrar la luz. Es curioso como precisamente desde la oscuridad del agujero negro que nos cobija ansiamos el resplandor que atisbamos en el exterior. Pero nunca abrimos las ventanas para que penetre hasta el fondo.
Cuando algo termina lo hace irremediablemente. Saber cerrar la página de ese trocito de historia significará saber abrir el corazón a lo que venga después. Nada pasa sin razón. No recordamos por qué debe dar un giro nuestra vida. Aquel plan inicial de nuestro proyecto biográfico ha quedado desdibujado en la memoria, sin embargo no en el corazón porque cuando uno debe cambiar, tomar otro rumbo o simplemente actuar de otro modo, lo sabe, lo intuye y lo necesita. Esa es la mejor prueba de que no ocurre por obligación, sino por conveniencia. Estemos tranquilos y si es necesario… comencemos el primer día de nuestra nueva etapa.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

HAY DÍAS DE ESOS...

Hay días de esos en los que el azul del cielo te parece agónico gris marengo…
Hay días de esos en los que sientes que la pasión te abandona y que las sombras quieren poblar tu lecho…
Hay días de esos en los que no querrías tener nombre, ni lágrimas, ni lamentos…
Hay días de esos en los que saldrías a la batalla sin armas, ni escudo, ni cueros…para encontrar la muerte al descubierto.
Hay días de esos en los que borrarías las promesas y dejarías tiempo al tiempo…
Hay días de esos en los que dormirías sin soñar para no despertar la ira de quien tanto vigila despierto…
Hay días de esos en los que serías aire, libre, ligero, dulce y tierno…
Hay días de esos en los que amar significa solo…sufrimiento.
Hay días de esos en los que te quedarías a un lado, quieto, sin pronunciar palabras, sin respirar…esperando solo un aliento.
Y porque hay días de esos…hoy me permito jugar con la tristeza al esconderite ciego…para que me rescate un príncipe sin nombre, un desconocido a mis ojos, atento.

martes, 20 de septiembre de 2011

VIVIR: Un asunto urgente

Se nos olvida vivir. Lo hacemos de forma inconsciente sin entregarnos a lo que de verdad supone estar aquí. Oriente y Occidente han mantenido vías de desarrollo y pensamiento diferentes. Mientras al oeste del mundo nos hemos concentrado en el “viaje” hacia fuera, donde todo pasa por el análisis, lo obvio y lo razonable; en el este han comprendido que el “viaje” debe ser hacia dentro en donde todo está conectado y sobre todo, donde las leyes cambiantes indican que más que el análisis lógico la vida, el mundo y sus problemas requieren de una observación silenciosa e interior.
El Dr. Mario Alonso Puig nos desvela, en el libro cuyo título encabeza esta reflexión, el hilo finísimo entre la muerte y la vida. Lo imbricado de ambas y la necesidad de entender que el día en que nacemos, todos adquirimos de alguna manera “una enfermedad terminal” que aunque dure varias décadas nos revela que el balance más triste no es morirse…sino, no saber vivir. No existen momentos ordinarios; cada uno de los que vivimos es mágico si tenemos la visión de poder contemplarlo así. La naturaleza no es muda, sino que somos nosotros los que estamos sordos. La vida es un milagro continuo pero estamos tan ciegos, enredados en hacer de cada acto un problema, que no nos damos cuenta de ello.
El descubrimiento personal más interesante y útil para ampliar los horizontes sobre nuestra realidad es volver la mirada a nuestros actos para revestirlos de humildad y honestidad. “Estamos empeñados en “convencer” cuando lo importante de verdad es comprender”. De alguna forma cuando queremos convencer hay un deseo subliminal de dominar al otro, mientras que cuando podemos comprenderlo se produce de inmediato una sutil conexión que nos da paso a la clarividencia sobre lo que es, lo que hace y por qué. Podemos evitar la rabia, el enojo, la ira y la culpa si logramos conectar, transformando el dolor en amor incondicional desde la clarividencia del corazón.
Lo que creemos se convierte en lo que creamos pero para ello es imprescindible el dominio de nuestra conversación interior. Ante los desafíos de la vida, concentrémonos en lo que queremos, no en lo que tenemos. Juguemos con ventaja y demos la oportunidad al universo de ayudarnos. Cuando simplemente reaccionamos ante las circunstancias nos convertimos en esclavos de ellas. Cuando en lugar de reaccionar, respondemos, nos convertimos en generadores de nuestras propias circunstancias.
COMPRENDER para CONECTAR, no CONVENCER para DOMINAR. Sólo de esta forma la emoción de estar en la misma sintonía nos impulsará hacia la acción transformadora y entonces, todo estará a nuestro favor.

lunes, 19 de septiembre de 2011

UN COLE DIFERENTE

Debería haber un colegio que enseñase a ser feliz. Un centro que educase para ver lo que llevamos dentro, para mirar más allá de lo aparente, para conseguir empeñarnos en nuestra mejora continua; donde entendiésemos que ayudar a los demás es ganar tramo en nuestra carrera particular y sobre todo que nos dejase claro que lo que nadie ve es lo más importante. Nos afanamos por tener un cuerpo 10 y una cara de niña, eternamente. Nos preocupamos por cómo vestir, que marcas usar, que moda seguir y de qué forma nos presentaremos a este u otro evento. No queremos que nadie nos vea mal. Tampoco nos gusta mirarnos al espejo y que nos devuelva una imagen que no se ajuste a nuestros cánones de belleza. Pero todo eso que hace agradable la imagen, no es lo importante. Precisamente el tesoro está debajo y detrás de la pantalla que disponemos para que los demás nos califiquen. A veces, nosotros mismos confundimos el vestido con lo que se viste y a base de creer que somos lo que externalizamos, nos convertimos en marionetas manejables por los estereotipos del momento.
Está bien cuidar nuestro aspecto. Es agradable la belleza, aunque se nos olvida, frecuentemente, que está más en los ojos del que mira que en el objeto admirado. No se nos olvide tampoco que incluso estar bien con nosotros mismos puede servir para gustarnos más y estar mejor. Pero de nada vale todo esto si realmente no cuidamos lo verdaderamente imperecedero. Si no estamos atentos a las arrugas del alma, a la falta de color del entusiasmo y a la ausencia de rizos en la alegría. No hay mejor maquillaje que el que emana del interior, ni brillos más espectaculares que los que llegan de la armonía de estar bien por dentro. Lo que no se ve, aquello que está oculto a la primera impresión, al estilo o a la moda, lo que importa, lo descuidamos demasiado. Es realmente extraño cómo el hábito de tomar un baño a diario, peinar nuestro cabello, remarcar nuestros rasgos expresivos, atender a las ropas y complementos o simplemente mirarnos al espejo para comprobar que todo está bien, lo hacemos sin olvidarnos ni un solo día. ¿Pero cuándo refrescamos el alma?. ¿De qué forma revisamos el esplendor de los pensamientos?¿Cómo reconocemos y transformamos la ira?¿Cuándo usamos el silencio en vez de la palabra no conveniente?...¿Repasamos las lecciones del corazón?¿Ejercitamos el algebra de la emoción?. Debería haber un cole que nos enseñase las herramientas primarias para saber vivir, para sentir con el corazón, para manejar las emociones a nuestro favor, para encontrar el equilibrio interior, para saber convivir con la tristeza, para superarla, para enredarnos en el empeño de la felicidad, para saber leer la mirada, para activar el entusiasmo, para reconectar con la energía original…Un cole en el que las lecciones fuesen vida, donde nosotros fuésemos profesores y alumnos al mismo tiempo, donde las notas siempre fuesen resultados superables y no fracasos, donde curso a curso tuviésemos la satisfacción de estar aprendiendo a vivir en esta realidad con la esencia que nos constituye. Y que todo ello nos llevara a sólo un paso de entender que no lo hacemos mal, que todo es correcto y que lo que nos sucede es lo que debe sucedernos. De esta forma habríamos ganado la batalla a la angustia, al miedo y a la tristeza porque no cabrían ya en nuestros nuevos corazones el temor a no sabernos la lección.

domingo, 18 de septiembre de 2011

NO ESTAMOS SOLOS

Nada en la vida es definitivo, ni siquiera ella misma. Nada está concluido, todo se transforma e indefectiblemente y nos arrastra en su continua modificación. En ocasiones hay que empezar de nuevo. Levantarse y vestirse diferente para comenzar distinto. La vida está llena de sorpresas. Uno prefiere la seguridad del inmovilismo. El día de hoy igual que ayer, la pasividad monótona que asegura que nada cambia. Pero queramos o no, los cambios llegan y lo que amamos u odiamos, también se acaba.
No es fácil volver a empezar cuando se caen los pilares de tu vida. No es sencillo caminar en solitario por donde antes paseabas en compañía. Ni tampoco es cómodo situarnos en posiciones en las que jamás pensamos estar. Pero todo sirve al plan de evolución y mejora que cada cual tenemos trazado y sin duda, nos pone a prueba en todo aquello que hasta el momento significaba seguridad en nosotros mismos. La fortaleza, la capacidad de decisión, el valor ante el riesgo, la prudencia, la constancia y esa peculiar forma de sonreír a lo diferente nos demostrará si realmente el sendero estaba trazado o si queda aún mucho trabajo por hacer. Sin embargo, no tengamos miedo. Nunca estamos solos. Nuestros guías, los ángeles que nos protegen, aquellos que se han ido y nos amaban, los que estando aún se mantienen unidos a nuestro corazón…todos y cada uno están en nuestro interior. Basta un momento de calma. Una profunda respiración con los ojos cerrados y podremos disponer la piel del alma para sentir cómo siguen ahí, cómo nos hablan sin palabras, cómo nos miran con ternura. Hay que saber reconocer las señales que nos envían.
Mira a tu alrededor después de invocar su presencia con ese pensamiento profundo en tus adentros, cuando sea difícil continuar, cuando parezca todo perdido, cuando nos asfixie la angustia o nos queme el dolor. Mira y descubrirás que te hablan de muchas formas. Una palabra en un anuncio, un letrero luminoso con mensaje, un libro que llega a tus manos, una nueva persona que aparece en tu camino…algo te demostrará que te han escuchado y que están contigo.
Volver a empezar es así mucho más sencillo. No estás solo. No caminas a ciegas, ellos son tu luz. No encontrarás dificultad que no puedas enfrentar con éxito, porque la fortaleza que te falta será suplida con la inmensa fuerza de su estado de amor hacia ti. No temas. No te agites. No pierdas la esperanza. Ellos están en ti y contigo. No hay miedo que sufrir. Nada puede hacerte daño…y si aún no lo sientes…repite el ejercicio…con un inmenso sentimiento agradecimiento hacia los que te han impregnado de amor tantas veces. Ese amor no se consume nunca. Saldrá a tu encuentro.