Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 20 de noviembre de 2018

HAY MUCHOS OJOS QUE TE MIRAN



¿Has pensado alguna vez la cantidad de gente que te mira?, ¿cuánta te observa?¿Cuánta sigue tu ejemplo?¿cuánta revisa tu persona, tus modos, tu forma de sonreír o tu manera de estar?.

Todos somos ejemplo de todo y para todos. No quiere decir esto que actuemos de manera forzada, ni que los demás condicionen nuestra forma de vida. 



Me detengo a pensar en las “instantáneas” de Instagram. Vidas que parecen idílicas. Posturas estudiadas. Sonrisas impresionantes, melenas que llevan el ritmo del viento en cada imagen congelada. Personas que siempre parecen felices. Y nosotros, entonces, somos los ojos que las miran.

El mundo solamente existe en nuestro interior y de ello hacemos todo un volcado afuera en el que actuamos. No debe importarnos quien nos mire, ni cómo lo haga. Nada mejor que estar en coherencia con nosotros mismos y cualquiera de las actuaciones que abordemos debe basarse en esta decisión de apostar por todo lo que nos haga sentir bien con independencia del resto.

Los que miran proyectan sus miedos, sus anhelos, sus deseos o sus carencias en nuestra persona. Nos juzgan a través de ellos y elaboran su opinión de acuerdo a su propia forma de necesitar lo que ven.

Los ojos que nos miran pueden ser unos ojos compasivos, o tal vez deseosos de alcanzar lo que parece que somos, o inquisitivos y retadores. Sean como sean, la mirada siempre contiene una bondad de fondo que existe aún sin saberlo quién la posee. Por eso es bonito que nos miren y si en esa pupila no asomase la ternura que debería, cerremos los nuestros y enviémosles una lluvia de estrellas energéticas llenas de buenas vibraciones.

Después sigamos con nuestra peculiar forma de caminar. 

Sigamos mirando como solemos hacerlo. 

Seguirán mirándonos pero ya no lo veremos igual.

domingo, 18 de noviembre de 2018

BIENVENIDOS A LA PAZ



Lo he pensado muchas veces. ¿Qué es más importante: estar entusiasmado/a o sentir paz?.

         Lo cierto es que no tiene por qué ser incompatible, pero también es verdad que efectivamente tanto las emociones muy elevadas en intensidad, por agrado, o las muy devastadoras, por lo contario, nos alejan del centro de equilibrio. Y en el equilibrio está la clave para sanar muchas dolencias emocionales.



         Mucha gente no busca la paz, pero tampoco quiere lo contrario. Sin embargo, estamos en una sociedad, y en una cultura, que nos empuja a la prisa,  a la ansiedad y al ruido.

 Todos damos muchas voces, a todos nos gusta que la nuestra se oiga por encima y con ello creemos estar en una proporción mayor de la razón. Cuando nos quedamos solos, cuando escuchamos el silencio, nos asustamos. 

         Salimos despavoridos en busca de ruido o ponemos la televisión para que algo nos acompañe. Todo menos quedarnos a solas con uno mismo porque entonces nuestros pensamientos son aún más habladores y altisonantes y nos devoran sin querer.

         No sabemos estar solos. No queremos. La soledad siempre está tildada peyorativamente. Es un sinónimo de rechazo, de no aceptación, de tener pocos amigos, de que la gente nos quiere poco. De estar condenados al ostracismo con nosotros mismos y a morir con los sonidos del interior.

         Efectivamente hemos de conquistar la paz. Es muy simple y complejo a la vez. Se necesita valentía y sobre todo una actitud compasiva para con la vida y nosotros mismos.

Tenemos que desaprender la importancia de ser la guinda en la tarta, de ser quien destaca aún sin motivo, de permanecer en el centro del bullicio como premio a una personalidad narcisista y competitiva aprendida en la jungla en la que se ha convertido la vida.

Hay que amigarnos con el silencio, con la observación, con ese pasar suave sobre las circunstancias; no dejar que nos arrastren, sino caminar junto a ellas sin miedo pero sin temeridad.

Conquistar la paz equivale a poner fin ante el temor de estar a solas con uno mismo y estar bien. Respirar profundo, sentir que todo está en orden; en el orden que establece la naturaleza de nuestro espíritu aún sin saberlo.



Probemos a respirar un poco de ella. Probemos a exhalar aquello que nos oprime, angustia o entristece. Probemos a sustituir el bullicio por silencio sonoro y las luces de neón por luz solar brillante y cálida sobre nuestra piel.