¿Has pensado alguna vez la cantidad de
gente que te mira?, ¿cuánta te observa?¿Cuánta sigue tu ejemplo?¿cuánta revisa
tu persona, tus modos, tu forma de sonreír o tu manera de estar?.
Todos somos ejemplo de todo y para todos.
No quiere decir esto que actuemos de manera forzada, ni que los demás
condicionen nuestra forma de vida.
Me detengo a pensar en las “instantáneas”
de Instagram. Vidas que parecen idílicas. Posturas estudiadas. Sonrisas
impresionantes, melenas que llevan el ritmo del viento en cada imagen
congelada. Personas que siempre parecen felices. Y nosotros, entonces, somos
los ojos que las miran.
El mundo solamente existe en nuestro
interior y de ello hacemos todo un volcado afuera en el que actuamos. No debe
importarnos quien nos mire, ni cómo lo haga. Nada mejor que estar en coherencia
con nosotros mismos y cualquiera de las actuaciones que abordemos debe basarse
en esta decisión de apostar por todo lo que nos haga sentir bien con
independencia del resto.
Los que miran proyectan sus miedos, sus
anhelos, sus deseos o sus carencias en nuestra persona. Nos juzgan a través de
ellos y elaboran su opinión de acuerdo a su propia forma de necesitar lo que
ven.
Los ojos que nos miran pueden ser unos ojos
compasivos, o tal vez deseosos de alcanzar lo que parece que somos, o
inquisitivos y retadores. Sean como sean, la mirada siempre contiene una bondad
de fondo que existe aún sin saberlo quién la posee. Por eso es bonito que nos
miren y si en esa pupila no asomase la ternura que debería, cerremos los
nuestros y enviémosles una lluvia de estrellas energéticas llenas de buenas
vibraciones.
Después sigamos con nuestra peculiar forma
de caminar.
Sigamos mirando como solemos hacerlo.
Seguirán mirándonos pero ya no lo veremos
igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario