Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 10 de enero de 2015

DE LAS CRÍTICAS Y LOS ATAQUES



“Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. 

Era famoso por utilizar la técnica de la provocación. Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. 

Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. 

Todos juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.

Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? 

El maestro les preguntó: -Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -A quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos. -Dijo el maestro, cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo”.


Esta narración es muy conocida pero su mensaje poco practicado.
Alude a las críticas, las murmuraciones, las ácidas valoraciones  y al pensamiento sobre lo ajeno no conocido. Parte de este comportamiento se fundamenta en la envidia, en el deseo de lo que otro goza, tiene o es y en una infinita carga de malestar propio vertida sobre el que está en frente con serenidad.
No hace falta que nadie crea en nosotros, si somos nosotros mismos quienes lo hacemos.
Nadie nos confiere valor, lo tenemos sin más, no por los demás.
Creer en uno mismo, saber que hacemos lo correcto de acuerdo a las posibilidades, traumas y frustraciones de nuestra vida; de acuerdo a la propia historia llena de fantasmas y temores  manteniendo en armonía pensamiento y acción, ya es bastante.
Los juicios de los demás son suyos. No aceptemos un regalo así.

viernes, 9 de enero de 2015

PARA SIEMPRE



Hoy hemos debatido en clase sobre el amor. El amor presente, el ausente, el eterno, el esporádico, el arrebatador, el pasional, el lujurioso, el tierno, el misterioso… calificativos y más calificativos que se suceden en cascada en los cuales se escapa la esencia verdadera de este estado mental y espiritual que lo invade todo.

Nos cuestionábamos si se debe buscar una persona “ que llene tu vida”, si la llave de la felicidad debemos ponerla en otras manos, si el amor controla y posee o si simplemente puede desarrollarse en libertad.

Reflexionamos sobre encontrar una fórmula ajustada a la felicidad de la pareja. Si realmente el contrato del matrimonio es la tumba del amor y si en realidad puede existir un amor para toda la vida.

Dábamos otros nombres muy diferentes a los lazos que se establecen en una relación. Diferenciábamos, si es que es posible, entre “querer”  y “amar” e incluso se habló de las etapas del enamoramiento.

El texto que debatimos aludía a la importancia de poder decir tanto “te amo”,  como “me voy” y a la igualdad que estas dos acciones deberían de poner en la balanza del afecto. 

Alguien habló de “duelo” en relación a las separaciones y a la realidad evidente de que en una relación amorosa, uno siempre quiere más que otro. Es muy complicado sentir lo mismo y mucho más saber que es así y expresarlo de igual modo.

Nada ni nadie nos produce el mismo efecto afectivo. Ni siquiera los hijos se igualan en ello. 

Por último, alguien preguntó: ¿Acaso es más verdadero el amor bajo contrato que el amor libre?  Y ¿el amor gozado que el amor soñado?. ¿Hay una medida que pueda aplicarse?¿Es el amor un solitario avocado a la unidad por siempre? ¿ Podemos saber si el otro nos ama en su interior como lo hacemos nosotros?.

Posiblemente ni siquiera importen estas cuestiones. Uno está acompañado por mucha gente. Poca se puede colar hasta dentro y ninguna vivir por nosotros lo que experimentamos en cada momento. Por eso de nada valen los consejos, las críticas, las valoraciones o las murmuraciones. 

Nadie va a saber lo que sentimos y cómo lo sentimos nunca. Ni siquiera la otra parte de la relación. Pero esta soledad siempre se compensa con el torrente de espontaneidad con el cual, quien nos ama, nos hace el mejor regalo a cada instante. Y si no es así…tal vez no nos amen…posiblemente, nos quieran; que no es poco.


jueves, 8 de enero de 2015

DEL AMOR Y LA LOCA PASIÓN



          Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que pudiera perder.


  Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:

-No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como regala, crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la paz y el placer, no es este el momento de casarte.

-Pero, padre, ¡sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado. Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.

Entonces el rey reflexionó y se dijo:

-Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: “Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos”.

De modo que al fin le dijo a su hija:

-Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches. Si al final sigues queriéndote casar es que estás preparada y entonces tendrás mi consentimiento.

La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó perfectamente los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento.

Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido y así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante.
A las tres semanas estaba tan harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer.

Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:

-Padre, háblame del matrimonio.

Y su padre, el rey, le dijo:

-Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:

“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.
Y permaneced juntos, más no demasiados juntos,
pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”

miércoles, 7 de enero de 2015

COMENCEMOS SABIENDO PEDIR



“Al que pida se le dará, dice la palabra. No obstante, a veces nos pareciera que eso no fuera verdad, porque muchas veces pedimos sin tener la respuesta que necesitamos en el tiempo que estimamos. 

Uno de los inconvenientes para recibir lo que pedimos se encuentra en que lo hacemos de una manera dividida. Mientras una parte de nosotros desea cierta circunstancia, otra buena parte de nosotros se resiste a ello sin que nos demos cuenta de esa división. Cuando sucede esto, podemos comprender que esa resistencia a Ser o Tener esa cierta cosa, se encuentra originada en el subconsciente. 

La contradicción entre pedir algo y al mismo tiempo negarse a recibirlo, solo puede deberse a una división interior no consciente. Así, nos parece que el cielo no escucha nuestras solicitudes y no entendemos qué es lo que sucede. Cuando estamos alineados a recibir, las cosas llegan incluso antes de haberlas solicitado. 

Si no hiciéramos resistencia a recibir, el solo hecho de pensar, haría que lo pensado se manifestase rápidamente en nuestra realidad. 

Cuando has pedido sin haber recibido en un cierto periodo de tiempo, puedes pensar en esto. Si el cielo provee incluso antes de haber elevado una oración, el problema no debe corresponder al cielo, sino a tu adecuada alineación para recibir. 

¿Estás pidiendo mejoras de salud o de tu condición económica? Y ¿llevas mucho tiempo elevando tu solicitud? 

Imagina que el pedido está listo, embalado y puesto frente a tu casa, pero que no quieres abrir la puerta, porque tienes alguna razón que te lo impide. Quizás no creas que haya sido despachado tan rápidamente, quizás no crees que es para ti o tal vez temes que se trate de un mal entendido y que luego te desilusiones. Observa esas razones que se oponen a la recepción feliz de tan preciado regalo. 

Es suficiente con pedir una sola vez y el resto solo corresponde a tu alineación, a tu nivel de merecimiento, a tu apertura a recibir. El problema no se encuentra en el despacho de tan preciada mercancía, sino en el destinatario que se niega a recibir”.

Patricia González
www.evolucionespiritual.com

martes, 6 de enero de 2015

EL REGALO DE LA ILUSIÓN



            Cada vez estoy más segura de que el objetivo final de la vida es la ilusión, el entusiasmo y la pasión por lo que deseas, quieres o estimas.

         Acabamos de pasar la mítica Noche de Reyes. Una noche que parece tener significado solamente en los niños. La ilusión es la que, aun sabiendo que los Reyes Magos no existen, perdura más allá para hacer de los regalos, algo diferente.

Me gustaría saber qué se esconde tras los deseos de un regalo. A veces la necesidad de reconocer el afecto, de materializar el cariño o de empatizar con las ilusiones del otro. 

Cuando regalamos, al menos a mí, se me expande el corazón. Es como si el entusiasmo del otro al recibirlo inyectase una corriente de arrebato en mi misma. Su alegría conecta con la que siento y entonces, sea lo que sea el objeto de la entrega, me encuentro feliz.

Muchas personas opinan que no deben existir días marcados para los regalos. Es cierto que rompe la magia del momento. Pero también es verdad que los regalos tienen significado y seguro que ejercen una especie de  hechizo en ambas personas.

Hay regalos, los mejores, que no tienen precio. Y esos precisamente son los que nunca se olvidan, ni se pierden, ni se estropean, ni se disuelven.

No hace falta nada para regalar. Siempre se puede entregar algo simbólico que encierre el misterio de una amistad, de un gran amor, de una ayuda, de un débito…en definitiva de un inmenso agradecimiento por lo que el otro nos entrega o ha entregado en algún momento.

Esta Noche de Reyes que ha pasado seguro que nos ha dejado algún regalo de estos, a veces invisibles a los ojos por carecer de envoltorio y lazo, pero que hará falta poco para poder encontrar.

Miremos en nuestro pequeño microcosmos y veamos si hay algún regalo depositado en el hogar de la nuestra chimenea que mantiene el fuego del corazón. 

Busca, sigue buscando…seguro que lo encuentras.

(Os diré que el mejor regalo que me han hecho se resume en una cartulina muy pequeña enmarcada en un plástico. Su mensaje es de esos que tienen tanto valor que nunca tendrán precio)