Uno de los mejores logros que podríamos alcanzar es una
mente independiente. Un sistema de procesamiento de la realidad que nos permita
actuar desligados de los condicionamientos a los que estamos tan acostumbrados.
Posiblemente, fabriquemos una imagen para los demás y en
función de ella nos movemos en la vida. Esa idea de nosotros que ofrecemos al
resto, nos condiciona. Nos obliga a estar pendientes de ellos, a relacionar los
factores más favorables para nosotros en relación con los que nos observan pero
también a someternos a la esclavitud de lo que queremos que vean.
Una persona me hablaba hoy de su transparencia y de lo
fracasado que se sentía a través de ella. Reiteraba su escaso éxito en las
relaciones personales en base a su excesivo celo por demostrar sus
sentimientos. Aludía a su desorientación con respecto a los demás cuando él se
mostraba tal y como era sin funcionarle esta fórmula de expresión directa. Y se
desesperaba por pensar que dando lo mejor de sí mismo terminaba en lo peor del
proceso comunicativo.
El antídoto contra ese mal se llama mente independiente.
¿Hasta qué punto los demás deben condicionarme para actuar según lo que esperan
de mí? ¿Debo rendir culto a los deseos y expectativas del resto sometiendo lo
que soy y lo que me emociona?¿Cuál es el precio de la sinceridad?¿Es ésta
posible o la verdad es lo que se ajusta a lo que siento en mi interior?.
Conseguir una mente
independiente significa posicionarnos frente al resto. Ellos van a saber de nuestra
autonomía y se van a adaptar a ella. Saber que las críticas no pasan a través
de ti ni se quedan en tu mente rondándote la voluntad y minando tu autoestima,
desanima. Por eso conseguir que la gente no nos condicione es todo un arte y si
nuestra forma de rodar por el mundo va al contrario de la de los demás porque
no nos gustan las componendas, ni los digo…pero desdigo…, ni las dobles
intenciones, ni las caras de circunstancias…entonces nuestra batalla, la propia
está ganada.
Los demás deben aceptarnos como somos, al igual que ellos
piden que se respete su forma de ser y sentir.
Ser transparente solo facilita las cosas porque el que nos
vea llegar sabrá que siempre vamos de frente y quienes suelan atacar por la
espalda se encontrarán con que la nuestra estará bien defendida por la verdad
que no tiene doblez.
El resto es cosa de otros. Bastante tenemos con mantenernos
firmes en nuestras convicciones y serenos en nuestra forma de manifestarlas
pese a quien pese.