Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 31 de diciembre de 2011

UN RITO DE TRÁNSITO

Esta noche tiene una magia especial. El paso de un año a otro supone una puerta abierta que deja espacio para todo lo que se nos ocurra iniciar, otra cosa es que lo olvidemos al segundo día de haberlo comenzado.
         Imaginemos que somos capaces de transformar la realidad y que en nuestra varita mágica se encuentra la posibilidad de conseguir lo que deseemos. ¿Qué pediríamos?¿Cómo querríamos que sucediese?¿A quién implicaríamos en nuestra aventura?¿Hacia dónde dirigiríamos nuestras intenciones?¿Por cuánto tiempo lo deseamos?.
         Estás y muchas otras preguntas que os puedan surgir deben estar presentes en el rito de tránsito íntimo y personal que os propongo.
         Busquemos un espacio repleto de silencio para nosotros por unos minutos. Cerremos los ojos. Conectemos con nuestros deseos. Abramos nuestras intenciones. Visualicemos el año que está por pasar y en él, veámonos a nosotros en las situaciones que deseemos crear. Pero ante todo imaginemos que nos convertimos en la persona fuerte, capaz, entregada y amorosa que será protagonista de esos éxitos en el tiempo que llega. Veámonos tranquilos en nuestra suerte, serenos en la abundancia y templados en la expresión de aquello que por derecho corresponde que nos suceda.
         Ha llegado hasta mi una frase que me ha encantado y quiero compartir:…” Somos polvo de estrellas con un toque de luz del creador”…hagamos brillar nuestra luz para iluminar nuestro espacio, para compartirla con quien tiene su estrella apagada, para irradiarla lejos, tan lejos que no haya medida que abarque su cómputo. Clara y diáfana. Resplandeciente y poderosa. Una luz única. La nuestra, la del corazón que late en nuestro pecho lleno de AMOR.
         Que la felicidad no sea nunca una opción más en la vida de cada día, que sea una realidad que lo impregne todo.
 Que ese estado se instale permanente en nuestra alma y respondamos a los desafíos del futuro con la sabiduría interior que está en nosotros, desde siempre, esperando a ser descubierta.
Que las oportunidades de amar se multipliquen y seamos capaces de compartir ese amor con la generosidad inmensa a la que debe llevarnos la conquista de un ser nuevo que albergue al que ya fue.
                                      ¡!!   FELIZ   2012   ¡!!!

viernes, 30 de diciembre de 2011

EL APRENDIZAJE DEL " NO"

Una de mis asignaturas pendientes es saber decir NO y saberlo decir a tiempo. Cuando digo no siempre me siento culpable. Es como si mi negativa estuviese dañando al otro. Como si no fuese todo lo compasiva que debo, todo lo condescendiente o todo lo comprensiva que me siento. No quiero dañar al resto de ningún modo y me aferro a la idea de que si alguien tiene que sacrificarse en algo, en mucho o en todo…esa debo ser yo.
Creo firmemente que lo que para otros es un trabajo imposible, gravoso o molesto, para mí no será sino un tiempo de empeño bien empleado para ayudar a los demás. Mi condición de servicio me confunde y se olvida de mi cuando me piden algo. Lo peor de todo esto es que con el tiempo he aprendido a darme cuenta, en el momento, de que no tengo por qué ceder siempre e incluso de que aquello a lo que no sé decir No me va a dañar acto seguido. Es un extraño proceso en el cual ese daño potencial queda rebajado ante la posibilidad de que los otros se vean ofendidos.
 No tiene sentido cuando soy capaz de reflexionar “in situ” sobre cómo podría hacerlo bien y no lo hago. Es como si, en cierto modo, perdiese el afecto de quienes tengo en frente, aunque no los conozca. Tengo la sensación de que su momentáneo desagrado hacia mi caerá sobre mi cabeza como la espada de Damocles para partirme en dos. Y entre tanto me siento estúpida por ello y lucho por salir de este vicioso círculo del afecto ficticio sin demasiados resultados.
Me he comprado un libro con el que voy a comenzar el año para aprender a decir “no” cuando deba hacerlo y no sentir el peso de una culpa absurda arrebatándome la dignidad cada vez que me equivoco.
         Pienso, muchas veces, la impotencia que siento cuando siendo tan capaz de analizar muchas de las situaciones que me suceden a lo largo de la vida, sobre todo en relación con las personas que frecuento, no soy capaz regalarles mi verdad para no ofenderlos. Es un círculo vicioso donde cuanto más me doy cuenta de las situaciones erróneas menos me dispongo a terminarlas.
En el fondo tengo una sensación terrible de querer salvarlo todo. De estar metida en una cruzada continua en la que pongo todo de mi parte para que lo que está torcido se enderece y los que agoniza, no muera. Pero también me doy cuenta de que hay doncellas que no quieren ser salvadas, como decía nuestro amigo Fisher en su libro “El caballero de la armadura oxidada” y que por tanto debemos dejar donde están.
Aprenderé a decir “no” aunque me cueste el año entero. Tengo tiempo por delante y ganas de hacerlo. No será fácil, pero es necesario. ¿Hay algún maestro/a  dispuesto a ayudarme?.

jueves, 29 de diciembre de 2011

BUSCANDO NUESTRA SOMBRA

Estos días de compras, compromisos y reuniones nos diluimos en lo demás, en el exterior no cotidiano, en ese mundo de otros que  se apodera de las rutinas de siempre para cambiarlas. Es agradable que así sea, compartimos un tiempo distinto con gente diferente aunque sea cercana y conocida. Pero casi todos tenemos ciertas ganas de que esto pase. Es como si las fiestas navideñas durasen demasiado. Nos gustan las demostraciones de afecto, los regalos, los brillos, las burbujas y la calle. Pero añoramos la quietud de lo que hacemos siempre. Esos automatismos de los que se hacen los días de cualquier fecha en los que nos sentimos cómodos por lo conocido de su desarrollo. E incluso añoramos que este sentimiento de volver a lo de siempre se esparza en el ambiente y sea deseo de todos. Porque la vida diaria impone un orden pausado en el que uno encuentra su lugar. Esos ratos de lectura solitaria, la escucha de nuestra música favorita, los paseos por lugares amigos y hasta nuestros momentos de enfado e irritación parecen haberse alterado con las fiestas. Por eso queremos volver a ello. Queremos buscar nuestra sombra para encontrar lo que dejamos antes de comenzarlas. Pero tal vez, este tiempo distinto nos ayude a volver de otra forma si sabemos aprovecharlo.
El comienzo de un nuevo año marca siempre unas renovadas intenciones para con nosotros mismos que deberíamos aprovechar. Nos invita a hacer balance de lo sucedido y a volcar nuestra voluntad en objetivos factibles que podamos alcanzar para ser más felices y vivir mejor.
Quiero plantearme el tránsito de un año a otro como una oportunidad de recapitular sobre lo que pasó y sobre todo, advertir honestamente cómo lo viví, que parte de mi se escapó a mi control, en qué pude fallarme a mí misma, en qué dañé a los demás y cómo superé las pruebas que la vida me regaló.
Quiero conocer los deseos de mi corazón abiertamente, sentir qué me mueve a estar en contacto con mi esencia, qué es lo que podría hacer mejor o cuáles son las metas que me harían sentirme bien. Y después comenzar la puesta en marcha de un proyecto para mí misma. No tengo que esperar. No puedo esperar. Comienzo ya mismo. Todo tiempo perdido me faltará más tarde para llegar a donde quiero estar. Y en este camino mío, me gustará contar con los demás. Los que vais a mi lado y a los que os siento cerca. Todos podemos ser apoyo para el resto. Nadie es insustituible, pero todos nos necesitamos unos a otros. Quiero encontrarme con todas las piezas de mi mecano. Una de ellas, eres tú.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

LOS ZAPATOS DEL OTRO

El sufrimiento forma parte de la experiencia humana. Las personas se dañan unas a otras: dañamos a otros y otros nos dañan. Saber esto es comenzar a ver con claridad. No sólo somos víctimas. Muchas veces nos convertimos en verdugos empeñados en escarmentar a quienes nos han hecho sufrir. La única manera de solucionar esta adicción a culpabilizar al resto, y reaccionar en consecuencia, es hacernos amigos del dolor, de la soledad y del sufrimiento propio para entender el de los demás. La compasión surge cuando uno reconoce que ha estado en el mismo punto. Enfadados, celosos, solitarios, rencorosos…tenemos comportamientos extraños y contrapuestos que los demás tampoco entienden. Si nos sentimos solos, decimos palabras crueles; si queremos que alguien nos quiera y no lo hace como deseamos, lo insultamos; si tenemos miedo a que nos abandone, lo ignoramos… reacciones que llevan la semilla de la incongruencia en sí mismas.  Comenzamos a ponernos en los zapatos del otro cuando reconocemos, no que somos superiores y desde ese pedestal perdonamos, sino que hemos estado en el mismo estado y reaccionado de idéntica forma. Cuánto más conocemos nuestros venenos, más entendemos los de los demás.
El ego nos juega malas pasadas. Lo intenta personalizar todo. Es una habitación que decoramos a nuestro gusto, disponemos a nuestra temperatura, rociamos con los aromas preferidos y completamos con la música que elegimos.  Cuanto más queremos que la vida se adapte a nuestros gustos, más temes a los demás, y lo que está fuera de tu habitación se va haciendo cada vez más grande e imposible. En lugar de estar más relajados comenzamos a cerrar ventanas y puertas. Cuando salimos, la experiencia de vivir con el resto se va haciendo más desagradable e imposible. Estamos más irritables, más temerosos, más sensibles que nunca. Cuánto más tratas de hacer las cosas a tu manera, menos cómodo te sientes. Comenzar a entender a los demás equivale a abrir la puerta para ser honesto contigo mismo y abrazar la sensación de comprenderles.
Muchas veces son las expectativas no cumplidas por los demás, las que nos dañan, no ellos mismos. No establezcamos objetivos con lo que el resto debe darnos de sí mismo porque en realidad lo que queremos con ello es ganar nosotros, tener éxito en lo que proyectamos para los otros sin contar con ellos, con sus reacciones, con su peculiar punto de partida. Sintámonos libres de exigencias con ellos. Andemos en sus zapatos algún tramo y si definitivamente concluimos que estamos frente a una persona que nos causa un dolor gratuito, alegrémonos de algún modo porque estamos enfrente de un profesor. Si con ello estamos aprendiendo a comunicar, no a ganar, ese será el verdadero camino hacia nuestra evolución.

martes, 27 de diciembre de 2011

MIENTRAS SUCEDE LA VIDA

Mientras sucede la vida estamos en otro lado, muchas veces. Transcurre sin nosotros pero sobre nosotros. Y la dejamos pasar empeñados en que lo que nos preocupa vale más que ella porque ella está sin más. No solemos dar valor a lo que nos viene regalado. Entramos en ella con la inocencia pulcra de los niños, con las ilusiones efímeras de moldearla a nuestro gusto, con la esperanza de vivirla a nuestro modo. Pero desde el momento que el resto interviene y se hace norma lo que debería ser normal, se apaga el encanto. La frescura de avanzar por ella manteniendo la identidad con los sueños que tejimos en la juventud se extingue y poco a poco nos encontramos encarrilados sobre las ruedas de lo social en una carrera infernal hacia ningún sitio.
         Mientras sucede la vida nos olvidamos de vivir. Los problemas van apoderándose de las horas de nuestros días y no suficientes, nos parece que debemos robar a la noche parte de las suyas para seguir con ellos. Pocas veces las soluciones parten de nuestras iniciativas y sin embrago, son muchas en las que la vida se muestra soberana decidiendo. Damos vueltas a la redonda a lo que es cuadrado y pulsamos las cuerdas de un violín roto cuando queremos conseguir la mejor melodía. Al levantarnos, cada mañana, lejos de recordar lo que brilla junto a nosotros, sentimos el lado oscuro de la otra dimensión que nos amenaza. Otras veces, parecemos paralíticos de la voluntad o el entusiasmo y con las muletas de los fracasos a cuestas y las gafas oscuras de la indiferencia nos lanzamos a la ingrata tarea de seguir teniendo miedo a cada paso.
         Mientras sucede la vida, me doy cuenta de que no vivo en ella, sino que paso a través de su velo transparente y sutil para encontrarla al final del camino sin entender que ella es el sendero. Por eso, desde hoy me propongo vivirla a cada instante siendo consciente de la belleza que encierra gozarla desde dentro, sin que nadie te lo cuente, sin que todo suceda sin ti, sin que las emociones se queden colgadas de la inconsciencia pero sobre todo, sin que me olvide de mi cuando la vivo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

CUESTION DE ACTITUD

En estos días, precisamente, uno puede hacerse cargo de la diferencia de actitudes que mantenemos a lo largo del año. Pareciese que las festividades marcasen los ritmos internos de nuestro bienestar. Nos dejamos arrastrar por una corriente lenta y dispersa, a veces, y arrebatadora y fulminante otras, que determina el signo de nuestro carácter. Si estamos en Navidad, la alegría, los buenos deseos y la esperanza brillan en todas las miradas. Si lo que se acerca es la Semana Santa, igualmente acomodamos el sentimiento al dolor de quien guía la celebración y la da sentido. El nacimiento y la muerte de ese Dios, presente para algunos y ausente para otros, parece representar el mismo destino que está preparado para el hombre. Un recorrido breve de existencia en el que se pasa muy pronto de la alegría de nacer a la desdicha de morir. En el medio, todo sigue siendo una cuestión de actitud.
         La vida no es un sendero fácil pero los resultados de nuestras acciones, en relación con los problemas que nos asaltan, pueden ser asumidos desde diferentes formas de posicionarnos para acometer lo siguiente. Es difícil tener esperanza cuando todo parece ir mal. Pero es necesario aferrarse a ella para que vaya mejor. Nuestra energía vibratoria sintoniza con la frecuencia de lo que nos sucede. Cuando estamos seguros de que algo sucederá, fácilmente suceda. Podemos intervenir en el rumbo de las cosas con la fuerza del deseo. Podemos dirigir nuestros pasos con la firme intención de que llegarán a un destino. Podemos estar seguros de la fuerza inmensa de nuestras convicciones. Creer que podemos es estar pudiendo ya. La duda, el desasosiego, la permanente insatisfacción, la demoledora sensación de miedo y esa poderosa voz que nos asalta a cada instante para convencernos de nuestra impotencia, son los responsables del estado lamentable en el que a veces nos encontramos. Parados en un mismo punto. Sabiendo lo que debemos cambiar para que todo vaya mejor y manteniéndonos inmóviles, reflexionando sobre cómo debemos actuar para dar un giro a nuestra vida y siguiendo aferrados a la comodidad de lo conocido. Tememos que nos vaya mal y a veces, no nos puede ir peor. Creemos una actitud nueva en nosotros que nos mueva a cambiar lo que no nos gusta. Comencemos por realizar un acto de honesta confesión con nosotros mismos para saber dónde está el punto de inflexión de nuestro cambio. Atrevámonos a dar el primer paso. No perdemos nada por ello. Que nuestra actitud sea nuestra aptitud para que todo lo que anhelamos se cumpla. Tenemos la oportunidad de iniciarlo en cualquier momento pero quizá sea este el idóneo. Un nuevo año está a punto de comenzar y con su frescura será más fácil decidirnos por lo que de verdad nos gusta.

domingo, 25 de diciembre de 2011

LA OTRA NAVIDAD

Ha amanecido la Navidad, un año más, en cada corazón, en cada casa, en cada uno de nosotros… y sin embargo, no lo ha hecho de igual forma para todos. No quiero nunca dejar de pensar en quienes tienen una Navidad solitaria, llena de escasez o repleta de enfermedad. Pareciese que esas personas no existiesen cuando lo que sentimos es gozo, burbujas, regalos y brillos por doquier. La Navidad del frío y la pobreza nos quedan lejos y nos empeñamos en no recordarla ni siquiera para hacernos cómplices de los que sufren en nuestro corazón y sentir que estamos a su lado de alguna forma.
         Me gustaría que la Navidad de algún día fuese para todos semejante. Que nuestro gozo fuese el de todos. Que los besos y abrazos que recibimos quedasen impresos en una conciencia universal de la que todos pudiesen beneficiarse. Que la alegría, las risas, las luces y el champan rodasen de igual forma en todas las mesas. Que la ilusión iluminase todas las miradas del planeta y que con ella, los sueños se hiciesen posibles por un día para quienes siguen teniendo la capacidad de soñar a fondo perdido.
         Me gustaría que el dulce olor a mazapanes inundase las estancias en señal de júbilo y que en todos nosotros naciese un imperioso deseo de igualdad que nos moviese a actuar con equidad siempre y en todo momento.
         Por eso hoy no puedo dejar de recordar a quienes no son tan felices y dedicar mi día a transmitirles desde mi corazón un rayo de esperanza envuelto con un lazo hecho de puñaditos de amor.
Un beso para tod@s.