Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 29 de septiembre de 2024

LA SOLEDAD: UN SILENCIO QUE GRITA

 La soledad tiene muchas formas, pero hay un tipo que duele de manera especial: la de nuestros mayores. Es una soledad silenciosa, una que se va instalando poco a poco, día tras día, mientras las sillas se quedan vacías, las llamadas son menos frecuentes y las risas se hacen ecos lejanos. La soledad de los ancianos no es solo una cuestión de estar solos físicamente, es sentir que su existencia, con todo lo que ha vivido y aprendido, se desvanece en la indiferencia.

Nuestros mayores son bibliotecas vivientes. Cada arruga en sus manos es una página escrita con amor, sacrificio, alegrías y dolores. Sin embargo, en este mundo que corre a toda velocidad, pareciera que no hay tiempo para detenerse a escuchar esos relatos que, en muchos casos, llevan décadas esperando salir. La jubilación, la pérdida de seres queridos, el distanciamiento de los hijos y nietos, la fragilidad física… todo contribuye a un aislamiento que, más que físico, es emocional. Y el dolor de la soledad es como una enfermedad que corroe desde dentro, invisible pero letal.




La tristeza y el desánimo crecen como sombras. Es difícil imaginar lo que significa vivir un día tras otro sin nadie con quien compartir una conversación, una sonrisa, un recuerdo. Se dice que el ser humano es un ser social por naturaleza, y cuando las conexiones humanas se desvanecen, algo en nuestro interior se rompe. Para nuestros mayores, esas conexiones son su ancla, su lazo con un mundo que parece estar dejándolos atrás.

         Pronto olvidamos lo que han hecho por nosotros, más pronto aun lo que no supuso su presencia en nuestros comienzos e incluso, en la posibilidad de sacar adelante a la familia que creamos nosotros mismos. Solamente, al final…cuando tenemos suficientes años ya para poder observar la vida con distancia, repetimos, casi de forma inconsciente, frases que ellos decían, reflexiones que a diario nos hacían y reconocemos los fracasos que nos anunciaron o las bondades que nos enseñaron.

         Debería haber un Ministerio para la soledad, como en Gran Bretaña o en Japón, porque cada vez nuestros mayores son más y están más solos enfrentándose a peligros diarios, enredándose  en resolver problemas para los que ya no están preparados o capacitados cuando ellos lo dieron todo por nosotros. 

         ¿Nadie lo vemos o nadie lo queremos ver?. Ni nosotros de cerca, ni la sociedad de lejos.

 La justicia natural nos pondrá, no en mucho tiempo, en el mismo lugar, entonces entenderemos cómo hemos actuado con nuestros mayores y qué significa depender.